7/12/2020, 01:36
¡Oh, DIOSES! ¿Es que no había nadie en todo Oonindo dispuesto a dejarle al menos un POQUITO de diversión? ¡Bah! De Ayame se lo esperaba, al fin y al cabo estaba a cargo de Shanise, y ella era igual. Seguro que le estaba enseñando bien. A ser prudente. ¿¡Pero de Kaido!? ¿¡DE KAIDO!?
Yui se inclinó hacia adelante clavando la vista en los dos alternativamente, pero en el fondo y aunque ella no quisiera admitirlo, también había cambiado. Desde el ataque de Dragón Rojo, ya no tenía la misma energía. No de la misma forma. No, Shanise tenía razón. Ayame tenía razón... Kaido tenía razón.
Tenía que centrarse en aportar cosas.
—Un Henge no Jutsu puede ser traicionero, lo mejor es emplear una buena capa con capucha, una máscara —refunfuñó, enseñándoles la que había traído ella y volviéndosela a guardar en la túnica—. Y caminar por ahí como diciéndole al mundo: eh, tú, gilipollas, ¿a qué estás mirando? Métete en tus propios asuntos —Yui sonrió y se cruzó de brazos—. Por supuesto, trataremos de no llamar la atención, y yo me pondré la máscara en cuanto lleguemos.
»Pero no esperéis que sea suave con el gobernador, si ese hijo de puta ha vendido MI Yukio al puto zorro. —Gruñó y apretó los puños—. Santos dioses, voy a cortarle las nueve colas, una a una, y si tiene diez, esa también la cortaré.
Yui se inclinó hacia adelante clavando la vista en los dos alternativamente, pero en el fondo y aunque ella no quisiera admitirlo, también había cambiado. Desde el ataque de Dragón Rojo, ya no tenía la misma energía. No de la misma forma. No, Shanise tenía razón. Ayame tenía razón... Kaido tenía razón.
Tenía que centrarse en aportar cosas.
—Un Henge no Jutsu puede ser traicionero, lo mejor es emplear una buena capa con capucha, una máscara —refunfuñó, enseñándoles la que había traído ella y volviéndosela a guardar en la túnica—. Y caminar por ahí como diciéndole al mundo: eh, tú, gilipollas, ¿a qué estás mirando? Métete en tus propios asuntos —Yui sonrió y se cruzó de brazos—. Por supuesto, trataremos de no llamar la atención, y yo me pondré la máscara en cuanto lleguemos.
»Pero no esperéis que sea suave con el gobernador, si ese hijo de puta ha vendido MI Yukio al puto zorro. —Gruñó y apretó los puños—. Santos dioses, voy a cortarle las nueve colas, una a una, y si tiene diez, esa también la cortaré.
