7/12/2020, 17:11
—Lo primero que debemos hacer para evitar que los focos se postren sobre nuestras cabezas, como tú dices, es ocultar tu linda carita —argumentó Kaido, encendiendo las mejillas de la aludida—. Entiendo que sigues siendo un objetivo principal para Kurama y sus esbirros, ¿no? Y que eres la más reconocible de los tres. ¿Usaras henge toda la misión?
Ayame abrió la boca para responder, pero Yui se le adelantó. Se inclinó hacia delante, clavando la mirada de sus fulgurantes ojos en ambos de forma alternativa.
—Un Henge no Jutsu puede ser traicionero, lo mejor es emplear una buena capa con capucha, una máscara —refunfuñó, mostrándoles la que había traído ella momentáneamente antes de volver a guardársela en la túnica—. Y caminar por ahí como diciéndole al mundo: eh, tú, gilipollas, ¿a qué estás mirando? Métete en tus propios asuntos —Yui sonrió y se cruzó de brazos, pero Ayame volvió a torcer el gesto. Ya debían conocerla lo suficientemente bien como para saber que ella no era de caminar de esa manera. Simplemente, no le salía.
—El problema es que ninguna capucha ni ninguna máscara podrá esconderme frente a un General, en caso de encontrarse alguno en Yukio —intervino, y su semblante se ensombreció notablemente. Agachó la mirada—. Precisamente, la primera vez que me sorprendió Kuroyuki, precisamente me estaba escondiendo bajo una capucha y un antifaz. Fue después de lo del Examen de Chūnin, y no quería llamar la atención de nadie que pudiera reconocerme... —se excusó, encogiéndose de hombros—. Pero no sirvió de nada. Ni siquiera había pronunciado palabra para que pudiera reconocer mi voz. Simplemente, vio a través de mí. No sé cómo lo hizo pero...
—Por supuesto, trataremos de no llamar la atención, y yo me pondré la máscara en cuanto lleguemos. Pero no esperéis que sea suave con el gobernador, si ese hijo de puta ha vendido MI Yukio al puto zorro —gruñó, apretando los puños—. Santos dioses, voy a cortarle las nueve colas, una a una, y si tiene diez, esa también la cortaré.
Ayame tragó saliva con cierto esfuerzo.
—¿Vamos a hablar con el Gobernador de Yukio? —preguntó.
Ayame abrió la boca para responder, pero Yui se le adelantó. Se inclinó hacia delante, clavando la mirada de sus fulgurantes ojos en ambos de forma alternativa.
—Un Henge no Jutsu puede ser traicionero, lo mejor es emplear una buena capa con capucha, una máscara —refunfuñó, mostrándoles la que había traído ella momentáneamente antes de volver a guardársela en la túnica—. Y caminar por ahí como diciéndole al mundo: eh, tú, gilipollas, ¿a qué estás mirando? Métete en tus propios asuntos —Yui sonrió y se cruzó de brazos, pero Ayame volvió a torcer el gesto. Ya debían conocerla lo suficientemente bien como para saber que ella no era de caminar de esa manera. Simplemente, no le salía.
—El problema es que ninguna capucha ni ninguna máscara podrá esconderme frente a un General, en caso de encontrarse alguno en Yukio —intervino, y su semblante se ensombreció notablemente. Agachó la mirada—. Precisamente, la primera vez que me sorprendió Kuroyuki, precisamente me estaba escondiendo bajo una capucha y un antifaz. Fue después de lo del Examen de Chūnin, y no quería llamar la atención de nadie que pudiera reconocerme... —se excusó, encogiéndose de hombros—. Pero no sirvió de nada. Ni siquiera había pronunciado palabra para que pudiera reconocer mi voz. Simplemente, vio a través de mí. No sé cómo lo hizo pero...
—Por supuesto, trataremos de no llamar la atención, y yo me pondré la máscara en cuanto lleguemos. Pero no esperéis que sea suave con el gobernador, si ese hijo de puta ha vendido MI Yukio al puto zorro —gruñó, apretando los puños—. Santos dioses, voy a cortarle las nueve colas, una a una, y si tiene diez, esa también la cortaré.
Ayame tragó saliva con cierto esfuerzo.
—¿Vamos a hablar con el Gobernador de Yukio? —preguntó.