12/12/2020, 17:13
—¿Quizás es capaz de sentir la presencia de Kokūo en tu interior? Es lo único que se me ocurre. ¿Tú no puedes hacer lo mismo cuando estás con Datsue, por ejemplo? —indagó Kaido.
—Pues... es posible que sea algo así —supuso Ayame, llevándose una mano al mentón. Aquello le había iluminado una nueva idea en la cabeza. Una idea peliaguda, pero una idea al fin y al cabo—. Pero no, yo no puedo hacer algo así. Si no, hubiese sabido desde el principio que Datsue y Akame eran el jinchūriki de Shukaku y que Juro lo es de Chōmei.
Yui se adelantó entonces para intervenir:
—Sí, Ayame, vamos a hablar con ese hijo de puta gordinflón y a sacarle todo el jugo, como a una naranja —sonrió, mostrando aquellos peligrosos dientes afilados como navajas—. Si sabe algo, hablará. Si ha vendido la ciudad a Kurama, morirá. Simple.
»No he venido a esta misión con vosotros por gusto. A mí no será capaz de torearme.
Y si había algo que a Yui se le daba especialmente; eso era, precisamente, obtener la información que deseaba. No de una forma sigilosa, porque la Tormenta no podía serlo, sino más bien con el miedo de su sola presencia. Eso era algo que Ayame sabía bien.
—Y respecto a lo de los Generales, Ayame, si llega el caso de toparnos con uno, ya no hará falta que te escondas. Esta orden es mía.
Ella asintió, lentamente y más seria que nunca.
—Entendido.
—Quiero que estéis preparados, porque si aparece un General, está dentro de los planes capturarlo y llevarlo de vuelta a Amegakure para interrogarlo. Y si no podemos, acabaremos con él. ¿Eran ocho, no? Llevamos dos fuera; todo lo que podamos mermar las fuerzas de ese zorro será bueno.
«Sólo esperemos que, de haber algún General, no dé la casualidad de que haya más de uno.» Meditó para sí. Si ya sólo un General había requerido las fuerzas combinadas de un Kage y tres shinobi coordinados por un sello de com...
Ayame se quedó blanca como la leche y se llevó una mano al oído derecho. Con todo lo que había sucedido, se les había olvidado por completo renovar el sello de la hermandad. Llueve Nueve ya no existía. ¡Y ni siquiera había dejado ninguna marca de sangre en Amegakure para volver en caso de emergencia!
Quiso echarse a llorar allí mismo.
—En cualquier caso, Kaido, Ayame —Yui se había cruzado de brazos y había levantado la mirada hacia el techo—, lo que más nos preocupa es que están en nuestro país. A unos días de Amegakure. A unos días de Shinogi-to. ¿Entendéis qué es lo que significa eso?
—Sí. Por supuesto —respondió Ayame, sumamente sombría. Un paso en falso y el País de la Tormenta sería una nueva Ciudad Fantasma a gran escala. Eso estaba claro. La kunoichi agachó la mirada momentáneamente, reuniendo un valor que no sentía. Se dijo algo para sus adentros y entonces asintió al aire como si estuviese hablando con alguien. Era hora de exponer la alocada idea—: Puede que haya otra forma... —musitó, con un hilo de voz. Y entonces alzó la cabeza hacia Kaido y hacia Yui—. Kurama está esperando a Kokuō. Por eso le dio esas directrices —Hizo una breve pausa, y entonces respiró hondo antes de continuar—. Ella podría tomar mi cuerpo. Hacerle creer que ha cambiado de opinión con respecto a los humanos y aparentar que está con él para obtener información, para lograr acercarnos a él. Podríamos actuar como un Caballo de Kabichi.
Culminó, haciendo referencia a aquella historia antigua en la que unos shinobi habían conseguido ganar una guerra contra Kabichi, una ciudad amurallada e impenetrable, engañándolos para colar un caballo falso en el que se habían escondido para atacar desde el interior.
—Pues... es posible que sea algo así —supuso Ayame, llevándose una mano al mentón. Aquello le había iluminado una nueva idea en la cabeza. Una idea peliaguda, pero una idea al fin y al cabo—. Pero no, yo no puedo hacer algo así. Si no, hubiese sabido desde el principio que Datsue y Akame eran el jinchūriki de Shukaku y que Juro lo es de Chōmei.
Yui se adelantó entonces para intervenir:
—Sí, Ayame, vamos a hablar con ese hijo de puta gordinflón y a sacarle todo el jugo, como a una naranja —sonrió, mostrando aquellos peligrosos dientes afilados como navajas—. Si sabe algo, hablará. Si ha vendido la ciudad a Kurama, morirá. Simple.
»No he venido a esta misión con vosotros por gusto. A mí no será capaz de torearme.
Y si había algo que a Yui se le daba especialmente; eso era, precisamente, obtener la información que deseaba. No de una forma sigilosa, porque la Tormenta no podía serlo, sino más bien con el miedo de su sola presencia. Eso era algo que Ayame sabía bien.
—Y respecto a lo de los Generales, Ayame, si llega el caso de toparnos con uno, ya no hará falta que te escondas. Esta orden es mía.
Ella asintió, lentamente y más seria que nunca.
—Entendido.
—Quiero que estéis preparados, porque si aparece un General, está dentro de los planes capturarlo y llevarlo de vuelta a Amegakure para interrogarlo. Y si no podemos, acabaremos con él. ¿Eran ocho, no? Llevamos dos fuera; todo lo que podamos mermar las fuerzas de ese zorro será bueno.
«Sólo esperemos que, de haber algún General, no dé la casualidad de que haya más de uno.» Meditó para sí. Si ya sólo un General había requerido las fuerzas combinadas de un Kage y tres shinobi coordinados por un sello de com...
Ayame se quedó blanca como la leche y se llevó una mano al oído derecho. Con todo lo que había sucedido, se les había olvidado por completo renovar el sello de la hermandad. Llueve Nueve ya no existía. ¡Y ni siquiera había dejado ninguna marca de sangre en Amegakure para volver en caso de emergencia!
Quiso echarse a llorar allí mismo.
—En cualquier caso, Kaido, Ayame —Yui se había cruzado de brazos y había levantado la mirada hacia el techo—, lo que más nos preocupa es que están en nuestro país. A unos días de Amegakure. A unos días de Shinogi-to. ¿Entendéis qué es lo que significa eso?
—Sí. Por supuesto —respondió Ayame, sumamente sombría. Un paso en falso y el País de la Tormenta sería una nueva Ciudad Fantasma a gran escala. Eso estaba claro. La kunoichi agachó la mirada momentáneamente, reuniendo un valor que no sentía. Se dijo algo para sus adentros y entonces asintió al aire como si estuviese hablando con alguien. Era hora de exponer la alocada idea—: Puede que haya otra forma... —musitó, con un hilo de voz. Y entonces alzó la cabeza hacia Kaido y hacia Yui—. Kurama está esperando a Kokuō. Por eso le dio esas directrices —Hizo una breve pausa, y entonces respiró hondo antes de continuar—. Ella podría tomar mi cuerpo. Hacerle creer que ha cambiado de opinión con respecto a los humanos y aparentar que está con él para obtener información, para lograr acercarnos a él. Podríamos actuar como un Caballo de Kabichi.
Culminó, haciendo referencia a aquella historia antigua en la que unos shinobi habían conseguido ganar una guerra contra Kabichi, una ciudad amurallada e impenetrable, engañándolos para colar un caballo falso en el que se habían escondido para atacar desde el interior.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)