13/01/2021, 12:38
Ren aceptó un pequeño papel de la joven, manteniendo una expresión ligeramente sorprendida. La volteó un poco observando que se traba de una pequeña carta sin más.
— Hice un par de esas vasijas y es la primera vendo una. ¡Por eso quiero hacerle llegar una carta de agradecimiento! —Les dijo—. ¿Podéis hacérsela llegar, por favor? Yo hice las de los perros.
— En ese caso, no creo que tengamos ningún problema con entregarla — respondió con una calida sonrisa, conmovida ligeramente por el empeño que mostraba en su trabajo la joven.
Por lo que decía, era la primera vez que conseguía vender una; seguramente porque su maestro pensaba que había alcanzado un buen nivel para vender sus productos, o tal vez llevaba ya un tiempo intentando vender alguna y por fin lo había conseguido. Fuera cual fuera el caso, mostraba bastante entusiasmo, al fin y al cabo era su primera venta por lo que seguro que la recordaría por siempre en el fondo de su corazón.
Aquel sentimiento era algo con lo que la kunoichi empatizaba, siempre recordaría la primera vez que Oda le escupió en la cara una taza de café a Nanashi, quejándose de que el café que hacia, sabía a esparto y que el de Ren era el más delicioso que jamás había probado; por lo que desde entonces siempre era la encargada de hacer aquel mejunje, y con cierto éxito.
— Hice un par de esas vasijas y es la primera vendo una. ¡Por eso quiero hacerle llegar una carta de agradecimiento! —Les dijo—. ¿Podéis hacérsela llegar, por favor? Yo hice las de los perros.
— En ese caso, no creo que tengamos ningún problema con entregarla — respondió con una calida sonrisa, conmovida ligeramente por el empeño que mostraba en su trabajo la joven.
Por lo que decía, era la primera vez que conseguía vender una; seguramente porque su maestro pensaba que había alcanzado un buen nivel para vender sus productos, o tal vez llevaba ya un tiempo intentando vender alguna y por fin lo había conseguido. Fuera cual fuera el caso, mostraba bastante entusiasmo, al fin y al cabo era su primera venta por lo que seguro que la recordaría por siempre en el fondo de su corazón.
Aquel sentimiento era algo con lo que la kunoichi empatizaba, siempre recordaría la primera vez que Oda le escupió en la cara una taza de café a Nanashi, quejándose de que el café que hacia, sabía a esparto y que el de Ren era el más delicioso que jamás había probado; por lo que desde entonces siempre era la encargada de hacer aquel mejunje, y con cierto éxito.