16/01/2021, 20:27
(Última modificación: 16/01/2021, 20:28 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ayame escuchó la exclamación de Kaido a sus espaldas y apretó el paso, preparándose para recargar sus reservas de nieve para continuar con la trifulca. Sabía que Yui seguiría los pasos de su compañero para vengarse de la bola de nieve que había recibido en el rostro en un acto de lo más osado por parte de Ayame. Nunca antes se habría atrevido a hacer una cosa así, pero aquella invasiva felicidad que les había invadido sin siquiera ser conscientes de ello, sumado al tiempo que habían pasado juntos, había limado las reservas hasta hacerlas casi inexistentes, e incluso inapropiadas. Pero Ayame también sabía que no la alcanzarían si ella no lo deseaba. Sus pies eran como una ventisca en la nieve.
—¡¡AYAAAAAAAAAMEEEEEEEEEEEEEE!!
«¡Ahí viene!» Pensó Ayame, con una risilla divertida.
Con lo que no contaba fue con el repentino estruendo de los cristales rotos que la hizo detenerse en seco y mirar más allá de Kaido, extrañada. Un error garrafal, comprendió enseguida.
Como si Yui lo hubiera invocado a partir de sus historias, un monstruoso cocodrilo atravesó los ventanales de la posada y arrancó a correr hacia Ayame abriendo y cerrando sus terroríficas fauces recubiertas de colmillos como dagas.
—¡AAAAAAHHHH, KAIDO, AYÚDAMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE! —suplicó, con un agudo chillido, pasando a su lado a toda velocidad, levantando una nube de nieve a su paso. Ayame se sumó al terror de los pobres habitantes de Yukio y, utilizando sus habilidades de kunoichi, se encaramó a la pared del edificio más grande que fue capaz de encontrar y subió entre largas zancadas.
Allí debería estar a salvo. Los cocodrilos no podían escalar paredes...
¿No?
—¡¡AYAAAAAAAAAMEEEEEEEEEEEEEE!!
«¡Ahí viene!» Pensó Ayame, con una risilla divertida.
Con lo que no contaba fue con el repentino estruendo de los cristales rotos que la hizo detenerse en seco y mirar más allá de Kaido, extrañada. Un error garrafal, comprendió enseguida.
¡¡GROOooooooAAAAAAaaAa!!
Como si Yui lo hubiera invocado a partir de sus historias, un monstruoso cocodrilo atravesó los ventanales de la posada y arrancó a correr hacia Ayame abriendo y cerrando sus terroríficas fauces recubiertas de colmillos como dagas.
—¡AAAAAAHHHH, KAIDO, AYÚDAMEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE! —suplicó, con un agudo chillido, pasando a su lado a toda velocidad, levantando una nube de nieve a su paso. Ayame se sumó al terror de los pobres habitantes de Yukio y, utilizando sus habilidades de kunoichi, se encaramó a la pared del edificio más grande que fue capaz de encontrar y subió entre largas zancadas.
Allí debería estar a salvo. Los cocodrilos no podían escalar paredes...
¿No?