20/01/2021, 22:48
...No. El cocodrilo no podía trepar paredes.
Ayame suspiró, profundamente aliviada, cuando el monstruoso reptil alzó la cabeza hacia ella sin posibilidad de alcanzarla.
—¡JajajajaJajajaja! ¡Tranquila Ayame, si te muerde, usa el Sui...! —Las enérgicas carcajadas de Kaido se vieron interrumpidas cuando el cocodrilo se giró hacia él, como si acabara de reparar en su presencia. Entonces pareció cambiar de idea, porque se abalanzó tras El Tiburón—. ¡...KaaAAaAaAaAaAhhhHHHHhhh!
Kaido echó a correr como alma que lleva el diablo, tal y como había hecho Ayame justo antes. Pero los cocodrilos en general engañaban a la vista, y bajo aquella apariencia panzona y vaga se escondía un rápido depredador. Mucho más rápido de lo que parecían aparentar.
—¡Cuidado, Kaido! —gritó Ayame.
El cocodrilo estaba a punto de atraparle entre sus afiladas fauces, pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, el reptil dio un coletazo en el suelo que le catapultó en el aire y pasó por encima de él. Aquella debía ser la primera vez en la historia que la enorme sombra de un cocodrilo se cernía amenazadora sobre la de un tiburón. Y entonces giró en el aire con tanta elegancia como violencia, y su cola golpeó un altavoz.
Ayame sintió como si hubiesen atravesado el cráneo de lado a lado con un Mizudeppo. Con un gemido de dolor, y repentinamente mareada, la muchacha se encogió, llevándose las manos a los oídos. Al dolor le sucedió la desolación: Toda la felicidad y el colorido navideño a su alrededor desapareció, y su corazón se encogió de profunda tristeza, como si acabara de despertarse de un sueño demasiado bonito para ser cierto. ¿Por qué le habían hecho abandonarlo de aquella manera tan cruel?
«¡Señorita, al fin!» La voz de Kokuō, dentro de su mente, la sobresaltó. ¡Se había olvidado de ella en aquel tiempo.
«¿Qué ha...? ¿Qué ha pasado?» Se preguntó, aunque una parte de ella ya conocía la respuesta.
«No conseguía comunicarme con usted. Esa música ha debido cortar nuestra conexión de alguna manera... ¡He estado casi dos semanas intentando advertirle!»
Las órdenes desaparecieron de su cabeza y los ojos de Ayame se ensombrecieron. Y la desolación se vio sustituida por una profunda rabia. Le pegó un golpetazo al suelo con el puño cerrado y se reincorporó con las mandíbulas muy apretadas. Bajó del edificio de un salto, ignorando las bromas y los chascarrillos que Yui soltaba, tratando de rebajar la tensión del momento.
—Han estado jugando con nuestras mentes por dos semanas —explicó entre dientes, al llegar junto a ellos—. Un maldito Genjutsu auditivo, ¡como los míos! ¡Y no he sido capaz de luchar contra él! Todas las noches me despertaba, sabía que algo estaba mal, pero entonces oía esas órdenes entremezcladas con la música de ese shamisen, ¡y no era capaz de resistirme a ellas! Lo siento... Tendría que haber podido hacer algo al respecto.
¡Maldita sea! ¡Se suponía que ella era la experta en técnicas auditivas del grupo! Ayame estaba llena de rabia y se notaba en el vapor que emanaba de cada poro de su piel, fundiendo la nieve tras sus pasos.
—Ya el tifón lo ha destruido todo, y los focos están sobre nuestras cabezas —comentó Kaido—. Cambio de planes, no hay más tiempo que perder: es hora de ir a por el Gobernador, si es que no ha cogido ya sus maletas y se ha pirado a acicalarle los nueve rabos al puto zorro de los cojones.
—Pero, puede haber más altavoces dispersos por Yukio —sugirió Ayame, bajando ligeramente la voz—. Tenemos que proteger nuestros oídos y destruirlos.
Ayame suspiró, profundamente aliviada, cuando el monstruoso reptil alzó la cabeza hacia ella sin posibilidad de alcanzarla.
—¡JajajajaJajajaja! ¡Tranquila Ayame, si te muerde, usa el Sui...! —Las enérgicas carcajadas de Kaido se vieron interrumpidas cuando el cocodrilo se giró hacia él, como si acabara de reparar en su presencia. Entonces pareció cambiar de idea, porque se abalanzó tras El Tiburón—. ¡...KaaAAaAaAaAaAhhhHHHHhhh!
Kaido echó a correr como alma que lleva el diablo, tal y como había hecho Ayame justo antes. Pero los cocodrilos en general engañaban a la vista, y bajo aquella apariencia panzona y vaga se escondía un rápido depredador. Mucho más rápido de lo que parecían aparentar.
—¡Cuidado, Kaido! —gritó Ayame.
El cocodrilo estaba a punto de atraparle entre sus afiladas fauces, pero justo cuando parecía que todo estaba perdido, el reptil dio un coletazo en el suelo que le catapultó en el aire y pasó por encima de él. Aquella debía ser la primera vez en la historia que la enorme sombra de un cocodrilo se cernía amenazadora sobre la de un tiburón. Y entonces giró en el aire con tanta elegancia como violencia, y su cola golpeó un altavoz.
¡KRRRIIIIIIIIIIIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEK!
Ayame sintió como si hubiesen atravesado el cráneo de lado a lado con un Mizudeppo. Con un gemido de dolor, y repentinamente mareada, la muchacha se encogió, llevándose las manos a los oídos. Al dolor le sucedió la desolación: Toda la felicidad y el colorido navideño a su alrededor desapareció, y su corazón se encogió de profunda tristeza, como si acabara de despertarse de un sueño demasiado bonito para ser cierto. ¿Por qué le habían hecho abandonarlo de aquella manera tan cruel?
Duerme. Obedece. Duerme.
«¡Señorita, al fin!» La voz de Kokuō, dentro de su mente, la sobresaltó. ¡Se había olvidado de ella en aquel tiempo.
«¿Qué ha...? ¿Qué ha pasado?» Se preguntó, aunque una parte de ella ya conocía la respuesta.
Duer... Obede... Duer...
«No conseguía comunicarme con usted. Esa música ha debido cortar nuestra conexión de alguna manera... ¡He estado casi dos semanas intentando advertirle!»
D... O... D...
Las órdenes desaparecieron de su cabeza y los ojos de Ayame se ensombrecieron. Y la desolación se vio sustituida por una profunda rabia. Le pegó un golpetazo al suelo con el puño cerrado y se reincorporó con las mandíbulas muy apretadas. Bajó del edificio de un salto, ignorando las bromas y los chascarrillos que Yui soltaba, tratando de rebajar la tensión del momento.
—Han estado jugando con nuestras mentes por dos semanas —explicó entre dientes, al llegar junto a ellos—. Un maldito Genjutsu auditivo, ¡como los míos! ¡Y no he sido capaz de luchar contra él! Todas las noches me despertaba, sabía que algo estaba mal, pero entonces oía esas órdenes entremezcladas con la música de ese shamisen, ¡y no era capaz de resistirme a ellas! Lo siento... Tendría que haber podido hacer algo al respecto.
¡Maldita sea! ¡Se suponía que ella era la experta en técnicas auditivas del grupo! Ayame estaba llena de rabia y se notaba en el vapor que emanaba de cada poro de su piel, fundiendo la nieve tras sus pasos.
—Ya el tifón lo ha destruido todo, y los focos están sobre nuestras cabezas —comentó Kaido—. Cambio de planes, no hay más tiempo que perder: es hora de ir a por el Gobernador, si es que no ha cogido ya sus maletas y se ha pirado a acicalarle los nueve rabos al puto zorro de los cojones.
—Pero, puede haber más altavoces dispersos por Yukio —sugirió Ayame, bajando ligeramente la voz—. Tenemos que proteger nuestros oídos y destruirlos.