23/01/2021, 10:55
Esa noche estaba sumida en la oscuridad y las incógnitas. ¿Mahito realmente mató al hombre? Puede que, pensándolo bien, se hubiera precipitado al saltar a esa conclusión. Pero sinceramente, ya no importaba. Ahora todo estaba hecho. Para bien o para mal. El peligro de los dojos se había terminado y esa había sido su misión principal desde el comienzo.
Aceptó la tarjeta y la guardó, dio las gracias por la cortesía y se despidió, no sin cierta malicia, del hombre que había capturado. Pasaría un buen tiempo entre rejas, esperaba Y sino, que volviera. Juro estaba más que preparado para hacerle frente.
Juro regresó a la habitación del hotel, donde su alumno esperaba. Sin mediar palabra, se tumbaría en la cama y se dormiría. Demasiadas emociones, demasiada acción. Su cuerpo necesitaba reposar. A la mañana siguiente, mucho más despejado, le daría todos los detalles y la información de lo que había ocurrido y de su victoria, así como avisaría a Datsue de que ya no había un peligro real y que podría darlo todo en la prueba final.
Prueba a la que por supuesto, pensaba acudir como espectador. No había pasado por todo aquello para nada.
El escenario de la última prueba fue curioso, desde la falta de participantes — se preguntó a qué clase de métodos ortoxos se refería y lo que había ocurrido realmente la noche en la que él había estado peleando con aquel mercenario — hasta el reto que se propuso: destruir una roca caída del cielo, en cuyo interior está la recompensa del torneo. Una propuesta más que interesante.
El marionetista no pudo evitar preocuparse ligeramente por su compañero en cuanto vio los dos primeros desastrosos intentos. Pero se contuvo y no le dijo nada. Al igual que Datsue había confiado en él, ahora Juro debía confiar en que lo lograría por sí mismo.
Durante toda la prueba, sufrió con su compañero, se lamentó por sus intentos fallidos, se sentó al borde del asiento en su confrontación con el único rival que parecía capaz de hacerle frente en aquella competición. El único testigo de todo eso fue su alumno, que desde luego, podría ver a su maestro de lo más implicado en ello. Cuando la victoria fue para Datsue, Juro saltó de alegría e incluso le dio un abrazo a Kazuma.
— ¡Tenemos que ir a ver a Datsue! — Algo que no iba a ser tarea fácil, puesto que acababa de ganar el torneo. Probablemente las masas querrían verle y rodearle. Ver la piedra. O al menos, eso se suponía.
Pasado un tiempo y por medio del sello comunicador, trataría de localizar a Datsue en un sitio donde pudieran hablar tranquilamente, como la posada en la que ya se habían reunido antes, para celebrar su victoria.
—¡Enhorabuena tío! — exclamaría, aún emocionado —. ¡Menudo espectáculo has montado! ¿Cómo se siente un campeón?
Aceptó la tarjeta y la guardó, dio las gracias por la cortesía y se despidió, no sin cierta malicia, del hombre que había capturado. Pasaría un buen tiempo entre rejas, esperaba Y sino, que volviera. Juro estaba más que preparado para hacerle frente.
Juro regresó a la habitación del hotel, donde su alumno esperaba. Sin mediar palabra, se tumbaría en la cama y se dormiría. Demasiadas emociones, demasiada acción. Su cuerpo necesitaba reposar. A la mañana siguiente, mucho más despejado, le daría todos los detalles y la información de lo que había ocurrido y de su victoria, así como avisaría a Datsue de que ya no había un peligro real y que podría darlo todo en la prueba final.
Prueba a la que por supuesto, pensaba acudir como espectador. No había pasado por todo aquello para nada.
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El escenario de la última prueba fue curioso, desde la falta de participantes — se preguntó a qué clase de métodos ortoxos se refería y lo que había ocurrido realmente la noche en la que él había estado peleando con aquel mercenario — hasta el reto que se propuso: destruir una roca caída del cielo, en cuyo interior está la recompensa del torneo. Una propuesta más que interesante.
El marionetista no pudo evitar preocuparse ligeramente por su compañero en cuanto vio los dos primeros desastrosos intentos. Pero se contuvo y no le dijo nada. Al igual que Datsue había confiado en él, ahora Juro debía confiar en que lo lograría por sí mismo.
Durante toda la prueba, sufrió con su compañero, se lamentó por sus intentos fallidos, se sentó al borde del asiento en su confrontación con el único rival que parecía capaz de hacerle frente en aquella competición. El único testigo de todo eso fue su alumno, que desde luego, podría ver a su maestro de lo más implicado en ello. Cuando la victoria fue para Datsue, Juro saltó de alegría e incluso le dio un abrazo a Kazuma.
— ¡Tenemos que ir a ver a Datsue! — Algo que no iba a ser tarea fácil, puesto que acababa de ganar el torneo. Probablemente las masas querrían verle y rodearle. Ver la piedra. O al menos, eso se suponía.
Pasado un tiempo y por medio del sello comunicador, trataría de localizar a Datsue en un sitio donde pudieran hablar tranquilamente, como la posada en la que ya se habían reunido antes, para celebrar su victoria.
—¡Enhorabuena tío! — exclamaría, aún emocionado —. ¡Menudo espectáculo has montado! ¿Cómo se siente un campeón?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60