23/01/2021, 12:57
(Última modificación: 23/01/2021, 13:13 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
A su alrededor comenzaron a sonar llantos, lamentos incomprensibles que llegaban hasta sus oídos. El tabernero salió de su local, visiblemente enfurecido, pero la visión del colosal cocodrilo le hizo replantearse sus prioridades y volvió a refugiarse. Era como si hubiesen roto una pompa de felicidad, y ahora todo el mundo lucía descolorido, triste y enfadado.
«Es mejor así.» Se repitió Ayame, sombría. «Sois libres.»
—Si os sirve de algo, puedo oír perfectamente esas instrucciones escondidas entre la música —El cocodrilo confirmó las vagas pesquisas de Ayame—. A lo mejor solo afecta a los humanos —supuso.
Y aquello le dio una idea a Ayame, que alzó la mano y se llevó el dedo pulgar a la boca para morderlo y hacerlo sangrar mientras Cocoroco, Yui y Kaido se enzarzaban en una nueva discusión sobre el color de piel de Kaido y que Yui sólo invocaba al cocodrilo para imponerse frente a los genin.
—Así que tú eres Ayame... la jinchūriki de Kokuō —La interrumpió Cocoroco—. Encantado de conoceros.
—Eh... sí. Igualmente, Cocoroco —musitó ella, aún algo aturdida por el efecto de la ilusión. No era fácil salir de aquella sensación de inmensa paz y felicidad de una forma tan brusca después de dos semanas sin preocupaciones, sólo para darte cuenta de que has estado perdiendo el tiempo de una forma casi humillante.
—Yui-sama, ¿sabe como llegar a donde debería estar el Gobernador? Imagino tendrá un lugar específico, como nosotros con la Torre del Arashikage —sugirió Kaido—. Mientras nos guía, Ayame puede sobrevolar la ciudad con su halcón allí hasta donde no pueda oír la música y nos va avisando por el comunicador si allí por donde vamos hay otro de estos parlantes.
—No quiero ser pájaro de mal agüero, pero es muy probable que el gobernador esté tan metido en ese genjutsu como lo hemos estado nosotros —dijo Ayame, comenzando a hacer sellos con sus manos ensangrentadas—. La idea no es mala, pero aunque soy bastante perceptiva, yo no tengo un sentido de la vista como la de mis halcones. Será mejor que vaya con vosotros, además soy vuestra única baza para romper ilusiones. Además, creo que ellos podrán apañárselas sin mí.
Estampó la mano diestra en la nieve, y un súbito estallido liberó una nube de humo que les cubrió durante unos instantes. Y detrás de esta apareció un esplendoroso halcón peregrino de unos tres metros de longitud, perfecto para ser montado por una persona. Ayame le dio la bienvenida acariciando sus plumas, de un gris casi azulado, mientras el ave paseaba la mirada de sus grandes ojos oscuros por los allí presentes.
—Él es Takeshi —le presentó, llena de orgullo—. No hay halcón más rápido que él, así que será perfecto para romper esos malditos altavoces desde el cielo.
—¿Me has llamado para romper unos altavoces? —graznó, incrédulo.
—Takeshi, alguien los está utilizando para sumir a Yukio en un genjutsu. Necesitamos eliminarlos, y parece que sólo nos afecta a los humanos. ¿Nos ayudarás?
El ave chasqueó su pico acerado y estiró las alas, preparándose para la acción.
—En fin, ¡qué remedio! Espero que para la próxima vez que me invoques sea para un reto más interesante.
—Ten cuidado, si te descubren...
—¡Ja! ¡Como si me fueran a atrapar aunque lo hicieran! Por cierto —añadió, volviéndose hacia Kaido—, ¿ese humano se encuentra bien? Se ve muy azul...
«Es mejor así.» Se repitió Ayame, sombría. «Sois libres.»
—Si os sirve de algo, puedo oír perfectamente esas instrucciones escondidas entre la música —El cocodrilo confirmó las vagas pesquisas de Ayame—. A lo mejor solo afecta a los humanos —supuso.
Y aquello le dio una idea a Ayame, que alzó la mano y se llevó el dedo pulgar a la boca para morderlo y hacerlo sangrar mientras Cocoroco, Yui y Kaido se enzarzaban en una nueva discusión sobre el color de piel de Kaido y que Yui sólo invocaba al cocodrilo para imponerse frente a los genin.
—Así que tú eres Ayame... la jinchūriki de Kokuō —La interrumpió Cocoroco—. Encantado de conoceros.
—Eh... sí. Igualmente, Cocoroco —musitó ella, aún algo aturdida por el efecto de la ilusión. No era fácil salir de aquella sensación de inmensa paz y felicidad de una forma tan brusca después de dos semanas sin preocupaciones, sólo para darte cuenta de que has estado perdiendo el tiempo de una forma casi humillante.
—Yui-sama, ¿sabe como llegar a donde debería estar el Gobernador? Imagino tendrá un lugar específico, como nosotros con la Torre del Arashikage —sugirió Kaido—. Mientras nos guía, Ayame puede sobrevolar la ciudad con su halcón allí hasta donde no pueda oír la música y nos va avisando por el comunicador si allí por donde vamos hay otro de estos parlantes.
—No quiero ser pájaro de mal agüero, pero es muy probable que el gobernador esté tan metido en ese genjutsu como lo hemos estado nosotros —dijo Ayame, comenzando a hacer sellos con sus manos ensangrentadas—. La idea no es mala, pero aunque soy bastante perceptiva, yo no tengo un sentido de la vista como la de mis halcones. Será mejor que vaya con vosotros, además soy vuestra única baza para romper ilusiones. Además, creo que ellos podrán apañárselas sin mí.
¡BAM!
Estampó la mano diestra en la nieve, y un súbito estallido liberó una nube de humo que les cubrió durante unos instantes. Y detrás de esta apareció un esplendoroso halcón peregrino de unos tres metros de longitud, perfecto para ser montado por una persona. Ayame le dio la bienvenida acariciando sus plumas, de un gris casi azulado, mientras el ave paseaba la mirada de sus grandes ojos oscuros por los allí presentes.
—Él es Takeshi —le presentó, llena de orgullo—. No hay halcón más rápido que él, así que será perfecto para romper esos malditos altavoces desde el cielo.
—¿Me has llamado para romper unos altavoces? —graznó, incrédulo.
—Takeshi, alguien los está utilizando para sumir a Yukio en un genjutsu. Necesitamos eliminarlos, y parece que sólo nos afecta a los humanos. ¿Nos ayudarás?
El ave chasqueó su pico acerado y estiró las alas, preparándose para la acción.
—En fin, ¡qué remedio! Espero que para la próxima vez que me invoques sea para un reto más interesante.
—Ten cuidado, si te descubren...
—¡Ja! ¡Como si me fueran a atrapar aunque lo hicieran! Por cierto —añadió, volviéndose hacia Kaido—, ¿ese humano se encuentra bien? Se ve muy azul...