2/02/2021, 21:56
(Última modificación: 2/02/2021, 21:58 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—A por él.
Y, a la comanda de Kaido, los tres echaron a correr hacia el edificio que hacía las veces de ayuntamiento, donde debía estar el Gobernador de Yukio. Cocoroco y Takeshi se encargaban de destrozar los altavoces por donde iban a pasar, inmersos como estaban en su peculiar competición y dejando tras de sí gritos de terror y llantos al aquellas dos criaturas gigantes batiéndose sobre su ciudad como si de una película de ciencia ficción se tratara.
Y mucho habían tardado en encontrarse con los problemas: De todas partes comenzaron a surgir ninjas vestidos enteramente de blanco y con una bandana sobre la frente que Ayame reconoció al instante.
—Son ninjas de Kurama —le susurró a sus compañeros, recordando las advertencias de Sasaki Reiji—. Tened cuidado.
Sin pronunciar una sola palabra, lanzaron una oleada de shuriken sobre ellos. Cocoroco se interpuso rápidamente, y con un potente coletazo desvió las armas antes de que llegaran a alcanzarlos.
—¡Detrás de ti! —le advirtió a Yui.
Pero la Tormenta se había aparecido en un tejadillo cercano y comenzó a ocuparse de otros ninjas.
—¡¡Hijos de la gran puta, váis a sufrir!!
—En fin.
Desde lo alto, Takeshi esquivó los shuriken que le habían arrojado con su velocidad sin igual. Pasó junto a los ninjas, colocándose tras su espalda, y con una nueva batida de alas les lanzó cuatro plumas afiladas como kunais.
—¡Quince altavoces y dos ninjas! —Takeshi seguía contando en voz alta.
Mientras tanto, cuatro ninjas del copo de nieve habían aparecido a sendos lados de Ayame. La kunoichi, apretando los dientes, hizo el amago de llevarse la mano al portaobjetos. Pero sus dedos sólo encontraron el vacío.
«¡Maldita sea, me las dejé en la habitación!» ¡Por supuesto! ¿Quién iba a llevar armas en una guerra de bolas de nieve? ¿O en un museo de dinosaurios? ¿O en las aguas termales? ¡Maldito aquel genjutsu y maldita su estupidez ingenua!
—Señora Kokuō, abandone esta insensatez.
—El Señor Kurama sabrá cómo recompensarle.
—¡Ja! ¿Recompensarme? —pronunció la voz de Kokuō desde la garganta de Ayame. Uno de sus ojos se había vuelto turquesa—. ¡No quiero nada de ese hermano que se porta igual que los humanos!
Las manos de los cuatro ninjas se juntaron. Se estaban preparando para algo, y Ayame no estaba dispuesta a arriesgarse. Saltó en el aire, mientras sus manos se entrelazaban en el sello del Carnero y del Tigre, y desde sus labios expelió una bocanada de agua que se extendió sobre el suelo, buscando los pies de los agresores. Pero no con la intención de atraparlos, como podrían haber supuesto si conocían la técnica, sino de hacerlos resbalar.
Pájaro.
Y antes de que sus pies volvieran a tierra, de su espalda surgieron dos haces de agua que se batieron en el aire como si de dos alas se trataran y le hicieron ascender un par de metros más.
Dragón, Tigre, Liebre.
Y con una última ejecución de sellos, Ayame volvió a expeler otra bocanada de agua, esta vez a presión, intentando abarcar a los cuatro shinobi.
Y, a la comanda de Kaido, los tres echaron a correr hacia el edificio que hacía las veces de ayuntamiento, donde debía estar el Gobernador de Yukio. Cocoroco y Takeshi se encargaban de destrozar los altavoces por donde iban a pasar, inmersos como estaban en su peculiar competición y dejando tras de sí gritos de terror y llantos al aquellas dos criaturas gigantes batiéndose sobre su ciudad como si de una película de ciencia ficción se tratara.
Y mucho habían tardado en encontrarse con los problemas: De todas partes comenzaron a surgir ninjas vestidos enteramente de blanco y con una bandana sobre la frente que Ayame reconoció al instante.
—Son ninjas de Kurama —le susurró a sus compañeros, recordando las advertencias de Sasaki Reiji—. Tened cuidado.
Sin pronunciar una sola palabra, lanzaron una oleada de shuriken sobre ellos. Cocoroco se interpuso rápidamente, y con un potente coletazo desvió las armas antes de que llegaran a alcanzarlos.
—¡Detrás de ti! —le advirtió a Yui.
Pero la Tormenta se había aparecido en un tejadillo cercano y comenzó a ocuparse de otros ninjas.
—¡¡Hijos de la gran puta, váis a sufrir!!
—En fin.
Desde lo alto, Takeshi esquivó los shuriken que le habían arrojado con su velocidad sin igual. Pasó junto a los ninjas, colocándose tras su espalda, y con una nueva batida de alas les lanzó cuatro plumas afiladas como kunais.
—¡Quince altavoces y dos ninjas! —Takeshi seguía contando en voz alta.
Mientras tanto, cuatro ninjas del copo de nieve habían aparecido a sendos lados de Ayame. La kunoichi, apretando los dientes, hizo el amago de llevarse la mano al portaobjetos. Pero sus dedos sólo encontraron el vacío.
«¡Maldita sea, me las dejé en la habitación!» ¡Por supuesto! ¿Quién iba a llevar armas en una guerra de bolas de nieve? ¿O en un museo de dinosaurios? ¿O en las aguas termales? ¡Maldito aquel genjutsu y maldita su estupidez ingenua!
—Señora Kokuō, abandone esta insensatez.
—El Señor Kurama sabrá cómo recompensarle.
—¡Ja! ¿Recompensarme? —pronunció la voz de Kokuō desde la garganta de Ayame. Uno de sus ojos se había vuelto turquesa—. ¡No quiero nada de ese hermano que se porta igual que los humanos!
Las manos de los cuatro ninjas se juntaron. Se estaban preparando para algo, y Ayame no estaba dispuesta a arriesgarse. Saltó en el aire, mientras sus manos se entrelazaban en el sello del Carnero y del Tigre, y desde sus labios expelió una bocanada de agua que se extendió sobre el suelo, buscando los pies de los agresores. Pero no con la intención de atraparlos, como podrían haber supuesto si conocían la técnica, sino de hacerlos resbalar.
Pájaro.
Y antes de que sus pies volvieran a tierra, de su espalda surgieron dos haces de agua que se batieron en el aire como si de dos alas se trataran y le hicieron ascender un par de metros más.
Dragón, Tigre, Liebre.
Y con una última ejecución de sellos, Ayame volvió a expeler otra bocanada de agua, esta vez a presión, intentando abarcar a los cuatro shinobi.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)