4/02/2021, 00:40
Mientras continuaba su curioso paseo por el desierto, muchas cosas aparecieron en la mente de Juro. La mayoría, recuerdos, de una persona patética, que había pasado el tiempo escondiéndose bajo la arena — a veces, incluso literalmente —, temerosa del mundo exterior, a la que ya hacía un tiempo había abandonado, en el momento en que decidió, por fin, dejar de huir y salir adelante. El desierto que ahora pisaba había visto lo peor de él. Eso no le intimidaba, sin embargo. Al fin y al cabo, no sería el primero ni el último que moría y cambiaba entre sus dunas.
Lo curioso es que no podría afirmar si el cambio había sido gradual o repentino. ¿Cuánto se instauró la idea de que tenía derecho a intentar vivir otra vez en su cabeza? Lo que en principio había sido instinto, al final se había convertido en un verdadero deseo de seguir adelante. Eso había sido, al final, el motor del cambio que tanto necesitaba.
Chōmei había sido una de las razones, claro. Había sido afortunado de tenerlo en sus horas bajas. No pudo evitar esbozar una sonrisa, mientras continuaba caminando. Por una vez, se permitió relajarse un poco: disfrutaba divagando entre sus pensamientos mientras pisaba la arena.
Sin embargo, algo accionó sus alertas mentales. Cuando alzó la vista, pudo atisbar, a lo lejos, una luz titilante, oculta tras las dunas.
Aunque lo lógico habría sido caminar en dirección contraria, la curiosidad carcomió al joven marionetista. ¿Una persona ahí, en mitad de la nada? Podía ser un viajero extraviado o un turista que había tomado una mala dirección para llegar al Oasis. Pero... ¿Qué clase de persona decidía hacer noche en mitad de la nada? Por la posición que había escogido, Juro dudó que fuera una persona que accidentalmente se encontraba ahí. Más bien, parecía conocer perfectamente el mejor lugar para pasar la tormenta.
Cuanto más se acercó, más extrañeza le provocó su figura. Parecía un hombre, aunque su silueta estaba tapada por una capa color arena —muy ingenioso, tenía que apuntársela — y un sombrero de paja, que solo dejaba atisbar una barba descuidada. Estaba bebiendo.
« Me pregunto si será algún bandido de la ciudad » — Había escuchado rumores. Por la noche, en Inaka, ocurrían cosas turbias. ¿Y si aquel hombre no tenía buenas intenciones? ¿Y si había más como él? La perspectiva de acercarse, de pronto, le hizo ver lo inocente que había sido. Aunque pensandolo bien, ¿No andaba buscando ambientes de esa clase? Era poco probable, pero si podía encontrar a alguien vinculado con Kurama...
Antes de darse cuenta realmente de lo que hacía, Juro se había acercado a una distancia prudencial. No lo suficiente cerca como para verle bien, pero sí para que sus pisadas se notaran bajo el crujir de la arena. El chico se dio cuenta, irremediablemente, de que sus acciones no iban a pasar desapercibidas. O dejaba claro que no iba a hacerle ningún mal, o la cosa podría torcerse.
— Disculpe la intromisión, señor. No quería molestarle — Su tono de voz era más suave de lo normal, claro. Aunque no se diferenciara mucho de cómo Juro hablaría normalmente, trató de parecer un chiquillo ligeralmente asustado—. He visto la luz y me ha sorprendido que hubiera alguien aquí ¿Se encuentra usted bien?
Lo curioso es que no podría afirmar si el cambio había sido gradual o repentino. ¿Cuánto se instauró la idea de que tenía derecho a intentar vivir otra vez en su cabeza? Lo que en principio había sido instinto, al final se había convertido en un verdadero deseo de seguir adelante. Eso había sido, al final, el motor del cambio que tanto necesitaba.
Chōmei había sido una de las razones, claro. Había sido afortunado de tenerlo en sus horas bajas. No pudo evitar esbozar una sonrisa, mientras continuaba caminando. Por una vez, se permitió relajarse un poco: disfrutaba divagando entre sus pensamientos mientras pisaba la arena.
Sin embargo, algo accionó sus alertas mentales. Cuando alzó la vista, pudo atisbar, a lo lejos, una luz titilante, oculta tras las dunas.
Aunque lo lógico habría sido caminar en dirección contraria, la curiosidad carcomió al joven marionetista. ¿Una persona ahí, en mitad de la nada? Podía ser un viajero extraviado o un turista que había tomado una mala dirección para llegar al Oasis. Pero... ¿Qué clase de persona decidía hacer noche en mitad de la nada? Por la posición que había escogido, Juro dudó que fuera una persona que accidentalmente se encontraba ahí. Más bien, parecía conocer perfectamente el mejor lugar para pasar la tormenta.
Cuanto más se acercó, más extrañeza le provocó su figura. Parecía un hombre, aunque su silueta estaba tapada por una capa color arena —muy ingenioso, tenía que apuntársela — y un sombrero de paja, que solo dejaba atisbar una barba descuidada. Estaba bebiendo.
« Me pregunto si será algún bandido de la ciudad » — Había escuchado rumores. Por la noche, en Inaka, ocurrían cosas turbias. ¿Y si aquel hombre no tenía buenas intenciones? ¿Y si había más como él? La perspectiva de acercarse, de pronto, le hizo ver lo inocente que había sido. Aunque pensandolo bien, ¿No andaba buscando ambientes de esa clase? Era poco probable, pero si podía encontrar a alguien vinculado con Kurama...
Antes de darse cuenta realmente de lo que hacía, Juro se había acercado a una distancia prudencial. No lo suficiente cerca como para verle bien, pero sí para que sus pisadas se notaran bajo el crujir de la arena. El chico se dio cuenta, irremediablemente, de que sus acciones no iban a pasar desapercibidas. O dejaba claro que no iba a hacerle ningún mal, o la cosa podría torcerse.
— Disculpe la intromisión, señor. No quería molestarle — Su tono de voz era más suave de lo normal, claro. Aunque no se diferenciara mucho de cómo Juro hablaría normalmente, trató de parecer un chiquillo ligeralmente asustado—. He visto la luz y me ha sorprendido que hubiera alguien aquí ¿Se encuentra usted bien?
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60