14/01/2016, 12:44
Kaido pensó que su arremetida ahuyentaría a la pequeña muchacha que yacía postrada justo al frente de la tienda. Porque la respuesta más común en aquellos que se enfrentan cara a cara a lo desconocido —siendo él y su apariencia la definición perfecta de esa palabra— era huir, ignorarle o enfrentarle, como si se tratase de una mítica criatura cuya cabeza sería un buen regalo para algún noble.
Por esa razón, la sorpresa le invadió como muy pocas veces lo hacía. Porque la muchacha dejó a un lado los prejuicios y se dirigió a él como lo haría con cualquier otra persona. Pero era una sorpresa un tanto decepcionante, teniendo en cuenta que el tiburón disfrutaba de la zozobra que algunas veces podía causar con su presencia.
«¿Y yo que pensaba que la diversión había llegado» —pensó para sí.
—No, no soy Midaru. Mi nombre es Kaido, Umikiba Kaido —respondió poco después de que la chica pidiera con urgencia un poco de agua—. y sí, allí venden agua; pero yo tú dejo el dinero bien guardadito en el bolsillo.
Inclinó ligeramente la cabeza hacia un costado y esgrimó su boca hacia la rendija de la puerta al local.
»¡Porque esta gente cobra muy pero muy caro, eh putos ladrones!
Era evidente que estaba bromeando. Le delató la amplia sonrisa que se pintó en su rostro cuando retornó la mirada hacia su interlocutora, quien parecía necesitar con urgencia un sorbo de agua. Así que tomó el termo que tenía colgado en su cinturón y se lo arrojó, esperando que pudiera tomarlo sin dejarlo caer al suelo. El envase tenía una larga pajilla blanca para ingerir el líquido y contaba una tapa de rosca que evitaba que todo se derramara cuando Kaido tuviese que moverse demasiado. Era el aditamento perfecto para un Hozuki tan volátil como él.
—Bebe, es el agua más pura que habrás probado nunca. Traída directamente de las maravillosas tierras de Amegakure, aunque apuesto a que eso ya lo sabías, ¿verdad?
Después de todo, el símbolo en la barra metálica que vestía su frente le delataba. Y viceversa con la dama del Remolino, la primera Kunoichi extranjera de esas tierras que conocía de tú a tú.
Por esa razón, la sorpresa le invadió como muy pocas veces lo hacía. Porque la muchacha dejó a un lado los prejuicios y se dirigió a él como lo haría con cualquier otra persona. Pero era una sorpresa un tanto decepcionante, teniendo en cuenta que el tiburón disfrutaba de la zozobra que algunas veces podía causar con su presencia.
«¿Y yo que pensaba que la diversión había llegado» —pensó para sí.
—No, no soy Midaru. Mi nombre es Kaido, Umikiba Kaido —respondió poco después de que la chica pidiera con urgencia un poco de agua—. y sí, allí venden agua; pero yo tú dejo el dinero bien guardadito en el bolsillo.
Inclinó ligeramente la cabeza hacia un costado y esgrimó su boca hacia la rendija de la puerta al local.
»¡Porque esta gente cobra muy pero muy caro, eh putos ladrones!
Era evidente que estaba bromeando. Le delató la amplia sonrisa que se pintó en su rostro cuando retornó la mirada hacia su interlocutora, quien parecía necesitar con urgencia un sorbo de agua. Así que tomó el termo que tenía colgado en su cinturón y se lo arrojó, esperando que pudiera tomarlo sin dejarlo caer al suelo. El envase tenía una larga pajilla blanca para ingerir el líquido y contaba una tapa de rosca que evitaba que todo se derramara cuando Kaido tuviese que moverse demasiado. Era el aditamento perfecto para un Hozuki tan volátil como él.
—Bebe, es el agua más pura que habrás probado nunca. Traída directamente de las maravillosas tierras de Amegakure, aunque apuesto a que eso ya lo sabías, ¿verdad?
Después de todo, el símbolo en la barra metálica que vestía su frente le delataba. Y viceversa con la dama del Remolino, la primera Kunoichi extranjera de esas tierras que conocía de tú a tú.