13/02/2021, 22:08
Escuchó entonces unos pasos acercándose con prisa, y entonces la voz de Kaido llegó hasta sus oídos.
—Mierda, Ayame ¿estás bien? Joder... en dónde me he dejado el puto portaobjetos cuando más lo necesito.
Ayame asintió débilmente y se obligó a abrir los ojos. Aunque aún tuvo que parpadear un par de veces para poder enfocar la visión.
—S... sí. No te preocupes. Me he mareado un instante. Estoy bien.
Lo repetía como un mantra, quizás como una manera más de convencerse a sí misma, además de a Kaido. Cualquier cosa antes que admitir su propia debilidad y que se había pasado con el consumo de chakra.
Mientras tanto, Yui se había abalanzado de nuevo sobre el Gobernador para sacarle más información. El hotel Alba del Invierno, el mismo hotel que habían venido buscando, se encontraba al norte de allí, a las afueras de Yukio y, como mínimo a una hora andando.
—Si deshacemos las invocaciones, quizás nos de tiempo a descansar un poco mientras nos movemos hacia el norte de la aldea y podríamos pasar desapercibidos.
Para Ayame, aquella fue la mejor noticia que podría haber recibido en aquellos instantes. Agotada como estaba, se había dejado caer al suelo y ahora reposaba con las piernas cruzadas mientras trataba de recuperar el aliento con inspiraciones lentas y profundas.
Justo cuando Yui le pedía a Hitochi un juego de capas de viaje para los tres, otra Ayame entró por la puerta a toda prisa: el clon que había liberado minutos atrás.
—P... ¡Perdón! —Debía de haber venido a todo correr, a juzgar por sus jadeos insistentes y su frente perlada de sudor, pero se acercó a toda prisa a la verdadera Ayame y le pasó un carcaj con flechas que se descolgó de su espalda, también se quitó de los antebrazos el mecanismo oculto de kunai y el arco plegable, y los portaobjetos que llevaba en la pierna y la parte posterior de su cadera. Por último, Ayame inclinó la cabeza para que le pusiera alrededor del cuello una bufanda de color azul claro con un copo de nieve en su extremo: la bufanda de su hermano. Y, mientras la verdadera Ayame volvía a equiparse como la kunoichi que era, el clon se acercó a Kaido y le tendió sus dos portaobjetos. Sonrió nerviosa—. Tuve que colarme en tu habitación, espero que no te importe... ¡Espero que no se me haya olvidado nada!
Pero, sin llegar a esperar su respuesta siquiera, el clon desapareció con un leve estallido de humo y un ligero ¡Puff!. Ya había cumplido su cometido, después de todo: regresar a la posada y regresar con el armamento que habían dejado olvidado atrás. Y la verdadera Ayame soltó un largo suspiro de alivio al sentir parte de su energía regresar a ella.
—Mierda, Ayame ¿estás bien? Joder... en dónde me he dejado el puto portaobjetos cuando más lo necesito.
Ayame asintió débilmente y se obligó a abrir los ojos. Aunque aún tuvo que parpadear un par de veces para poder enfocar la visión.
—S... sí. No te preocupes. Me he mareado un instante. Estoy bien.
Lo repetía como un mantra, quizás como una manera más de convencerse a sí misma, además de a Kaido. Cualquier cosa antes que admitir su propia debilidad y que se había pasado con el consumo de chakra.
Mientras tanto, Yui se había abalanzado de nuevo sobre el Gobernador para sacarle más información. El hotel Alba del Invierno, el mismo hotel que habían venido buscando, se encontraba al norte de allí, a las afueras de Yukio y, como mínimo a una hora andando.
—Si deshacemos las invocaciones, quizás nos de tiempo a descansar un poco mientras nos movemos hacia el norte de la aldea y podríamos pasar desapercibidos.
Para Ayame, aquella fue la mejor noticia que podría haber recibido en aquellos instantes. Agotada como estaba, se había dejado caer al suelo y ahora reposaba con las piernas cruzadas mientras trataba de recuperar el aliento con inspiraciones lentas y profundas.
Justo cuando Yui le pedía a Hitochi un juego de capas de viaje para los tres, otra Ayame entró por la puerta a toda prisa: el clon que había liberado minutos atrás.
—P... ¡Perdón! —Debía de haber venido a todo correr, a juzgar por sus jadeos insistentes y su frente perlada de sudor, pero se acercó a toda prisa a la verdadera Ayame y le pasó un carcaj con flechas que se descolgó de su espalda, también se quitó de los antebrazos el mecanismo oculto de kunai y el arco plegable, y los portaobjetos que llevaba en la pierna y la parte posterior de su cadera. Por último, Ayame inclinó la cabeza para que le pusiera alrededor del cuello una bufanda de color azul claro con un copo de nieve en su extremo: la bufanda de su hermano. Y, mientras la verdadera Ayame volvía a equiparse como la kunoichi que era, el clon se acercó a Kaido y le tendió sus dos portaobjetos. Sonrió nerviosa—. Tuve que colarme en tu habitación, espero que no te importe... ¡Espero que no se me haya olvidado nada!
Pero, sin llegar a esperar su respuesta siquiera, el clon desapareció con un leve estallido de humo y un ligero ¡Puff!. Ya había cumplido su cometido, después de todo: regresar a la posada y regresar con el armamento que habían dejado olvidado atrás. Y la verdadera Ayame soltó un largo suspiro de alivio al sentir parte de su energía regresar a ella.