16/01/2016, 15:08
(Última modificación: 16/01/2016, 15:17 por Sasagani Yota.)
Siempre supe que ese tipo de cosas tenían que pasarme. Y el día esperado llegó. Como un niño que sigue un caramelo atado a un hilo mientras su captor le atrae hasta la trampa para poder secuestrarlo, tras mi encuentro con Mitsuki y Ayame, seguí el curso del rio del Valle del Fin, el que había más allá de la imponente y vertiginosa cascada. Hasta algún lugar me llevaría. La cuestión no era donde, sino llegar a algún sitio... civilizado.
Y llegué a Yachi. Una pequeña aldea situada cerca de un cañón por donde se perdía el rio que había estado siguiendo. Lugar perfecto para descansar un rato y observar aquellas vistas, así como el ir y venir de gente.
Lo que me llamó realmente la atención era la cantidad de gente y carretas de mercancía que cargaban aquellas esferas anaranjadas. Eran calabazas de todos los tamaños habidos y por haber.
Deshice el nudo de mi bandana y me la quité. A veces los shinobis éramos considerados gente problemática y lo último que quería en aquellos momentos era problemas no buscados. si llegaban prefería crearlos yo y no que ellos me encontrasen a mí. Guardé la bandana en el bolsillo interior de la túnica de viaje y me senté en aquel banco de madera que quedaba bajo aquel falso techo de madera hasta que pude oír los gritos de un joven.
Suspiré mientras dejaba que mis hombros resbalasen por el respaldo.
Estaban frente a un establecimiento ye se tipo buscaba problemas, los pedía a gritos, literalmente. su piel azulada y sus malos modales le convertían en una mala compañía y aquella inocente muchacha, hermosa y de cabellos de un azul electrizante necesitaba ayuda si quería salir de aquel lugar ilesa. Para más inri, pude comprobar que el tipo azulado lucía la bandana de Amegakure, mientras que la muchacha la de Uzushiogakure, mi hogar.
*Mi turno*
-Aficionados... dije en un tono elevado para llamar su atención -¿El agua más pura, dices?-
Por si todavía no se había dado cuenta, pronto sabría que el buscaba a él. No me daba buena espina y me sentía obligado en tenderle mi ayuda a mi camarada que, aunque me resultaba familiar, no acababa de asociarla a nada. Así que supuse que me la habría cruzado por la aldea y poco más. Me levanté de mi asiento y agarré con la mano diestra la cantimplora metalica que reposaba sobre el banco.
-Esta es el agua más pura que puedas encontrar, Eri. Potencia el chakra, pero si eres jinchuriki no te recomendaría beber de ella. Vamos, prueba un poco- le ofrecí la cantimplora a la muchacha.
Joder, aquello estaba resultando mucho más divertido de lo que en un primer momento pudiese parecer. Me sentía totalmente como pez en el agua.
Clavé mi mirada en el espécimen azul.
-¿Has oído hablar del agua del Valle del Fin, verdad?- Pregunté con una sonrisa en mis labios.
Pero olvidé algo importante. Aún no me había presentado y si estaba dispuesto a fardar de aquella farsa que me había inventado debía parecer cordial y amistoso.
-Oh, casi me olvido, mi nombre es Sasagani Yota. Un placer-
Y llegué a Yachi. Una pequeña aldea situada cerca de un cañón por donde se perdía el rio que había estado siguiendo. Lugar perfecto para descansar un rato y observar aquellas vistas, así como el ir y venir de gente.
Lo que me llamó realmente la atención era la cantidad de gente y carretas de mercancía que cargaban aquellas esferas anaranjadas. Eran calabazas de todos los tamaños habidos y por haber.
Deshice el nudo de mi bandana y me la quité. A veces los shinobis éramos considerados gente problemática y lo último que quería en aquellos momentos era problemas no buscados. si llegaban prefería crearlos yo y no que ellos me encontrasen a mí. Guardé la bandana en el bolsillo interior de la túnica de viaje y me senté en aquel banco de madera que quedaba bajo aquel falso techo de madera hasta que pude oír los gritos de un joven.
Suspiré mientras dejaba que mis hombros resbalasen por el respaldo.
Estaban frente a un establecimiento ye se tipo buscaba problemas, los pedía a gritos, literalmente. su piel azulada y sus malos modales le convertían en una mala compañía y aquella inocente muchacha, hermosa y de cabellos de un azul electrizante necesitaba ayuda si quería salir de aquel lugar ilesa. Para más inri, pude comprobar que el tipo azulado lucía la bandana de Amegakure, mientras que la muchacha la de Uzushiogakure, mi hogar.
*Mi turno*
-Aficionados... dije en un tono elevado para llamar su atención -¿El agua más pura, dices?-
Por si todavía no se había dado cuenta, pronto sabría que el buscaba a él. No me daba buena espina y me sentía obligado en tenderle mi ayuda a mi camarada que, aunque me resultaba familiar, no acababa de asociarla a nada. Así que supuse que me la habría cruzado por la aldea y poco más. Me levanté de mi asiento y agarré con la mano diestra la cantimplora metalica que reposaba sobre el banco.
-Esta es el agua más pura que puedas encontrar, Eri. Potencia el chakra, pero si eres jinchuriki no te recomendaría beber de ella. Vamos, prueba un poco- le ofrecí la cantimplora a la muchacha.
Joder, aquello estaba resultando mucho más divertido de lo que en un primer momento pudiese parecer. Me sentía totalmente como pez en el agua.
Clavé mi mirada en el espécimen azul.
-¿Has oído hablar del agua del Valle del Fin, verdad?- Pregunté con una sonrisa en mis labios.
Pero olvidé algo importante. Aún no me había presentado y si estaba dispuesto a fardar de aquella farsa que me había inventado debía parecer cordial y amistoso.
-Oh, casi me olvido, mi nombre es Sasagani Yota. Un placer-
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