22/04/2021, 23:37
Juro asintió a modo de respuesta, y Ayame agachó la cabeza, visiblemente sombría. Intentaba ponerse en su lugar, pero le resultaba casi imposible: Mil y una veces había temido hasta el extremo a Amekoro Yui, cien y una veces había llegado a dudar de su método de gobierno basado en el miedo, y alguna decena más había pasado por su cabeza alguna idea utópica que se quedaban en eso, en infantiles ensoñaciones. Pero en ninguno de aquellos pensamientos había pasado siquiera la sombra de la tentación de un asesinato.
Y mucho menos del asesinato de la kunoichi más poderosa de la aldea y su líder al mismo tiempo. Atacar a Yui habría sido atacar la misma cabeza del sistema que les sostenía.
«No creo que esto pueda reducirse a la fama que tienen los Kusajines...» Pensó para sus adentros.
— Chōmei me lo advirtió. Antes de subir a su despacho, me dijo que no debería de confiar en él. Que Kenzou-sama tenía los dados trucados. Y que no dudaría en encerrarle en un jarrón de nuevo y asesinarme — añadió Juro, como si le hubiese leído la mente—. No quise creerlo, pero me inquietó, porque me hizo pensar en el desprecio que había mostrado hacia los bijuu y su negativa a creer en algo de lo que le decía. Tras contarle lo que ocurrió en el secuestro, me tachó de traidor y de ser un aliado de Kurama por haber confiado en un bijuu. No hubo tiempo de discutirlo precisamente, porque llamó a sus ANBU sobre mí. En ese momento, no sentí odio, ni quise atentar contra mi villa. De verdad. Lo único que sentí fue miedo por mi vida —Juro clavó sus ojos oscuros en los aterrorizados de Ayame, que le contemplaba petrificada en el sitio, absolutamente horrorizada ante lo que estaba escuchando—. Intenté huir con el poder de Chōmei. Pero él... era simplemente demasiado poderoso. Me arrinconó. Estuvo a punto de acabar conmigo en mitad de la aldea. Y entonces, me descontrolé. Las emociones me dominaron, supongo. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, todo se había terminado.
—P... ¡Pero eso es terrible, Juro! —balbuceó, cuando fue capaz de alzar la voz. Y aún así sentía que no tenía suficientes palabras para expresar lo que estaba sintiendo en aquellos instantes. ¿Incredulidad? ¿Terror? ¿Sorpresa? ¿Horror? ¿Indignación?—. Juro... te has visto empujado a un exilio involuntario por algo que ni siquiera fue culpa tuya... ¡No es justo!
Y además, sin posibilidad alguna de volver a su hogar... Kintsugi odiaba de forma encarnizada a los bijū. ¿Cómo podría Juro convencerla de su inocencia?
Y mucho menos del asesinato de la kunoichi más poderosa de la aldea y su líder al mismo tiempo. Atacar a Yui habría sido atacar la misma cabeza del sistema que les sostenía.
«No creo que esto pueda reducirse a la fama que tienen los Kusajines...» Pensó para sus adentros.
— Chōmei me lo advirtió. Antes de subir a su despacho, me dijo que no debería de confiar en él. Que Kenzou-sama tenía los dados trucados. Y que no dudaría en encerrarle en un jarrón de nuevo y asesinarme — añadió Juro, como si le hubiese leído la mente—. No quise creerlo, pero me inquietó, porque me hizo pensar en el desprecio que había mostrado hacia los bijuu y su negativa a creer en algo de lo que le decía. Tras contarle lo que ocurrió en el secuestro, me tachó de traidor y de ser un aliado de Kurama por haber confiado en un bijuu. No hubo tiempo de discutirlo precisamente, porque llamó a sus ANBU sobre mí. En ese momento, no sentí odio, ni quise atentar contra mi villa. De verdad. Lo único que sentí fue miedo por mi vida —Juro clavó sus ojos oscuros en los aterrorizados de Ayame, que le contemplaba petrificada en el sitio, absolutamente horrorizada ante lo que estaba escuchando—. Intenté huir con el poder de Chōmei. Pero él... era simplemente demasiado poderoso. Me arrinconó. Estuvo a punto de acabar conmigo en mitad de la aldea. Y entonces, me descontrolé. Las emociones me dominaron, supongo. Cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, todo se había terminado.
—P... ¡Pero eso es terrible, Juro! —balbuceó, cuando fue capaz de alzar la voz. Y aún así sentía que no tenía suficientes palabras para expresar lo que estaba sintiendo en aquellos instantes. ¿Incredulidad? ¿Terror? ¿Sorpresa? ¿Horror? ¿Indignación?—. Juro... te has visto empujado a un exilio involuntario por algo que ni siquiera fue culpa tuya... ¡No es justo!
Y además, sin posibilidad alguna de volver a su hogar... Kintsugi odiaba de forma encarnizada a los bijū. ¿Cómo podría Juro convencerla de su inocencia?