28/04/2021, 20:50
—Gracias por creerme, Ayame. Tus palabras significan mucho para mí —musitó Juro, visiblemente sorprendido.
Y Ayame no pudo evitar cruzarse de brazos y ladear la cabeza a un lado y a otro. La gente siempre la había tachado de inocente, más de una vez le habían recriminado que confiara de forma tan rápida en la gente. Pero en aquella ocasión, algo en su interior sentía que era lo correcto. ¿O simplemente estaba saciando su sentimiento de alivio?
—No es que te conozca muy bien. Quiero decir, apenas hemos hablando un par de veces... Pero digamos que no pareces el tipo de shinobi que va asesinando por ahí a sangre fría... —respondió, con una sonrisa nerviosa.
—Nada me habría hecho más feliz que regresar y aclarar todo esto en ese momento. Pero el anterior Morikage era un hombre muy querido en la villa. Incluso si mi familia y mis amigos me hubieran creído, los altos cargos no, y la situación habría sido muy peligrosa para todos. Es increíble que ya haya pasado un año... —Juro suspiró. Y Ayame le miró con cierta lástima. Ella no vivía en Kusagakure, pero había conocido lo suficiente a la nueva Morikage para saber que, tal y como decía, lo tenía muy crudo para demostrar su inocencia en un caso así. Prácticamente... iba a necesitar un milagro—. Por lo que he oído, la cosa se está poniendo fea, ¿verdad? Kusagakure no está en los mejores términos con las demás aldeas y desde luego, su posición respecto a los Bijuu está clara. Sé que no tuve otra opción, pero, si te soy sincero, no puedo evitar sentirme responsable. Quise que los bijuu fueran aceptados y fracasé estrepitosamente.
Ayame volvió a cruzarse de brazos, casi a la defensiva.
—No puedo negártelo... No sé si conoces a la nueva Morikage: Aburame Kintsugi; pero parece que odia con toda su alma a los bijū... y a los jinchūriki. Nos ha vetado el paso al País del Bosque bajo amenaza y quiere que su país sea una tierra libre de bijū —La kunoichi suspiró y se encogió de hombros—. Si te digo la verdad, todo ese tema del veto a mí me da igual. No me va a pasar nada por no volver a pisar el País del Bosque nunca más, pero me da mucha lástima la situación. Me gustaría que las tres aldeas volvieran a estar unidas... como antes. Ahora mismo sólo tienen un acuerdo contra Kurama que más valdría un papel mojado, la verdad.
Ayame miró a su alrededor, y después volvió a mirar a Juro.
—Quizás deberíamos hablar en otro lugar. Aquí, en mitad de unas escaleras que sabe Amenokami adónde conducen...
Y Ayame no pudo evitar cruzarse de brazos y ladear la cabeza a un lado y a otro. La gente siempre la había tachado de inocente, más de una vez le habían recriminado que confiara de forma tan rápida en la gente. Pero en aquella ocasión, algo en su interior sentía que era lo correcto. ¿O simplemente estaba saciando su sentimiento de alivio?
—No es que te conozca muy bien. Quiero decir, apenas hemos hablando un par de veces... Pero digamos que no pareces el tipo de shinobi que va asesinando por ahí a sangre fría... —respondió, con una sonrisa nerviosa.
—Nada me habría hecho más feliz que regresar y aclarar todo esto en ese momento. Pero el anterior Morikage era un hombre muy querido en la villa. Incluso si mi familia y mis amigos me hubieran creído, los altos cargos no, y la situación habría sido muy peligrosa para todos. Es increíble que ya haya pasado un año... —Juro suspiró. Y Ayame le miró con cierta lástima. Ella no vivía en Kusagakure, pero había conocido lo suficiente a la nueva Morikage para saber que, tal y como decía, lo tenía muy crudo para demostrar su inocencia en un caso así. Prácticamente... iba a necesitar un milagro—. Por lo que he oído, la cosa se está poniendo fea, ¿verdad? Kusagakure no está en los mejores términos con las demás aldeas y desde luego, su posición respecto a los Bijuu está clara. Sé que no tuve otra opción, pero, si te soy sincero, no puedo evitar sentirme responsable. Quise que los bijuu fueran aceptados y fracasé estrepitosamente.
Ayame volvió a cruzarse de brazos, casi a la defensiva.
—No puedo negártelo... No sé si conoces a la nueva Morikage: Aburame Kintsugi; pero parece que odia con toda su alma a los bijū... y a los jinchūriki. Nos ha vetado el paso al País del Bosque bajo amenaza y quiere que su país sea una tierra libre de bijū —La kunoichi suspiró y se encogió de hombros—. Si te digo la verdad, todo ese tema del veto a mí me da igual. No me va a pasar nada por no volver a pisar el País del Bosque nunca más, pero me da mucha lástima la situación. Me gustaría que las tres aldeas volvieran a estar unidas... como antes. Ahora mismo sólo tienen un acuerdo contra Kurama que más valdría un papel mojado, la verdad.
Ayame miró a su alrededor, y después volvió a mirar a Juro.
—Quizás deberíamos hablar en otro lugar. Aquí, en mitad de unas escaleras que sabe Amenokami adónde conducen...