5/05/2021, 16:30
El marionetista sintió como un escalofrío recorría su columna vertebral al escuchar a Ayame. Pero reafirmó su decisión y asintió a lo dicho por Ayame. Era una decisión lógica y estarían mucho más seguros. Ignoró el creciente brote de nerviosismo que estaba haciéndose con el control de su cuerpo por momentos.
Hicieron el descenso. A pesar de haber estado subiendo la montaña poco antes y estar agotado, se sorprendió por las renovadas fuerzas que ahora su cuerpo manifestaba. No se sentía perfecto, pero podría caminar durante un rato. Puede que fuera porque ahora tenía un motivo mucho mayor por el que andar. Necesitaba continuar hablando con Ayame, y, de alguna manera, sentía la urgente necesidad de Chōmei de hablar con su hermana también. Era como una mano empujando su espalda constantemente, hacia delante.
Cuando pudieron atisbar la caverna, Juro vio lo que Ayame le había descrito antes: entre medio, unos pilares afilados les separaban de su objetivo. Pero hacía tiempo ya que esos obstáculos no le preocupaban lo más mínimo.
Sin casi pensarlo, dos colas brotaron de su espalda y se transformaron en alas, que pronto, permitieron que se impulsara a través del aire, pudiendo sobrevolar sin mucho problema el terreno. En su interior, sintió a Chōmei disfrutar, y, por qué no decirlo, él también lo hizo. Aunque estuviera utilizando el poder de un bijū, era un fragmento tan pequeño que supuso que no habría problemas por esta vez.
Mientras estaba en el aire, solo un pensamiento invadió su mente.
« ¿Qué clase de técnica está usando? » — No le pasó desapercibido la técnica de Ayame, con la que creó dos alas hechas de agua. No solo le sirvieron para sobrevolar con la misma eficacia que las suyas, sino que además, Juro notó que era rápida, mucho más rápida que él, incluso en el aire. ¿Cómo era posible? Para sus adentros, pensó que Ayame debía de ser una shinobi excelente.
Con una mayor lentitud, aterrizó en el mismo lugar que Ayame, y, como ella, decidió asomarse para ver el interior de la cueva. No pudo pasar de la entrada. La oscuridad sin fin atenazó su corazón y le trajo recuerdos que no quería revivir.
Ayame habló, y cuando se volvió hacia Juro, se lo encontraría mucho más pálido que antes, con la mirada fija en el lugar donde la oscuridad reinaba y ocultaba el interior de la caverna. Las manos le temblaban ligeramente. Se cruzó de brazos acto seguido, para que no se notara tanto.
— S-si. Es un buen lugar — asintió, como pudo. Ruborizado, no tuvo más opción que contar la verdad, puesto que se dio cuenta al instante de que la chica también lo notaría, incluso si no veía su rostro, por su voz temblorosa —. Lo siento, no puedo evitarlo. Las cuevas me traen malos recuerdos.
Se aclaró la garganta y decidió explicarse. Quizá Ayame ya hubiera visto algo así, y sino, merecía la pena pasar la información.
— Hace relativamente poco tiempo, mientras estaba de paso, encontré un pueblo aterrorizado por la presencia de una bestia. Decían que era un monstruo gigante que rondaba el bosque y devoraba personas. Pero cada cual lo describía de una manera distinta. Justo a mi llegada el monstruo secuestró a la hija de uno de sus habitantes, y me ofrecí para ir a buscarla — relató, reteniendo otro escalofrío —. Bajé a las profundidades de su madriguera, en una cueva oscura como esta, y me encontré a... esa cosa. Era una aberración. El cuerpo de un gorila unido a tres cabezas distintas: la de un gorila, la de una serpiente y la de un tigre. A su espalda, había siete enormes colas.
» Era una especie de pseudobijuu creado artificialmente. Y tenía el chakra de Kurama en él.
Hicieron el descenso. A pesar de haber estado subiendo la montaña poco antes y estar agotado, se sorprendió por las renovadas fuerzas que ahora su cuerpo manifestaba. No se sentía perfecto, pero podría caminar durante un rato. Puede que fuera porque ahora tenía un motivo mucho mayor por el que andar. Necesitaba continuar hablando con Ayame, y, de alguna manera, sentía la urgente necesidad de Chōmei de hablar con su hermana también. Era como una mano empujando su espalda constantemente, hacia delante.
Cuando pudieron atisbar la caverna, Juro vio lo que Ayame le había descrito antes: entre medio, unos pilares afilados les separaban de su objetivo. Pero hacía tiempo ya que esos obstáculos no le preocupaban lo más mínimo.
Sin casi pensarlo, dos colas brotaron de su espalda y se transformaron en alas, que pronto, permitieron que se impulsara a través del aire, pudiendo sobrevolar sin mucho problema el terreno. En su interior, sintió a Chōmei disfrutar, y, por qué no decirlo, él también lo hizo. Aunque estuviera utilizando el poder de un bijū, era un fragmento tan pequeño que supuso que no habría problemas por esta vez.
Mientras estaba en el aire, solo un pensamiento invadió su mente.
« ¿Qué clase de técnica está usando? » — No le pasó desapercibido la técnica de Ayame, con la que creó dos alas hechas de agua. No solo le sirvieron para sobrevolar con la misma eficacia que las suyas, sino que además, Juro notó que era rápida, mucho más rápida que él, incluso en el aire. ¿Cómo era posible? Para sus adentros, pensó que Ayame debía de ser una shinobi excelente.
Con una mayor lentitud, aterrizó en el mismo lugar que Ayame, y, como ella, decidió asomarse para ver el interior de la cueva. No pudo pasar de la entrada. La oscuridad sin fin atenazó su corazón y le trajo recuerdos que no quería revivir.
Ayame habló, y cuando se volvió hacia Juro, se lo encontraría mucho más pálido que antes, con la mirada fija en el lugar donde la oscuridad reinaba y ocultaba el interior de la caverna. Las manos le temblaban ligeramente. Se cruzó de brazos acto seguido, para que no se notara tanto.
— S-si. Es un buen lugar — asintió, como pudo. Ruborizado, no tuvo más opción que contar la verdad, puesto que se dio cuenta al instante de que la chica también lo notaría, incluso si no veía su rostro, por su voz temblorosa —. Lo siento, no puedo evitarlo. Las cuevas me traen malos recuerdos.
Se aclaró la garganta y decidió explicarse. Quizá Ayame ya hubiera visto algo así, y sino, merecía la pena pasar la información.
— Hace relativamente poco tiempo, mientras estaba de paso, encontré un pueblo aterrorizado por la presencia de una bestia. Decían que era un monstruo gigante que rondaba el bosque y devoraba personas. Pero cada cual lo describía de una manera distinta. Justo a mi llegada el monstruo secuestró a la hija de uno de sus habitantes, y me ofrecí para ir a buscarla — relató, reteniendo otro escalofrío —. Bajé a las profundidades de su madriguera, en una cueva oscura como esta, y me encontré a... esa cosa. Era una aberración. El cuerpo de un gorila unido a tres cabezas distintas: la de un gorila, la de una serpiente y la de un tigre. A su espalda, había siete enormes colas.
» Era una especie de pseudobijuu creado artificialmente. Y tenía el chakra de Kurama en él.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
...
Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60