23/05/2021, 20:03
Juro se levantó lentamente, con el rostro cubierto por la más absoluta vergüenza. No era para menos, pero después de tanto tiempo alejado de la civilización, Ayame no había esperado que el chico olvidara las reglas básicas de convivencia con otros seres humanos.
—Ni si quiera me había dado cuenta de lo que era hasta ahora. ¡Eso no ha venido de mí! —protestó, y Ayame y Kokuō intercambiaron una breve mirada cargada de incredulidad—. Y dudo mucho que un bijuu pueda tirarse un pedo a través del cuerpo de su jinchūriki. Somos totalmente inocentes. ¡Ni si quiera huele!
—Ya... —murmuró Ayame, para nada convencida con las explicaciones de Juro.
—Por favor. Nosotros, los Bijū, no sufrimos esas... necesidades de los humanos —resopló Kokuō, con un profundo desdén.
—¿Qué? —dijo Juro entonces, llevándose una mano a la oreja—. ¿No creerás que ha sido...?
—¿Qué? ¿Cómo voy a pensar que ha sido tu oreja? —Ayame ladeó la cabeza, profundamente extrañada.
—Los humanos hacen cosas muy extrañas con su cuerpo...
—Ni si quiera me había dado cuenta de lo que era hasta ahora. ¡Eso no ha venido de mí! —protestó, y Ayame y Kokuō intercambiaron una breve mirada cargada de incredulidad—. Y dudo mucho que un bijuu pueda tirarse un pedo a través del cuerpo de su jinchūriki. Somos totalmente inocentes. ¡Ni si quiera huele!
—Ya... —murmuró Ayame, para nada convencida con las explicaciones de Juro.
—Por favor. Nosotros, los Bijū, no sufrimos esas... necesidades de los humanos —resopló Kokuō, con un profundo desdén.
—¿Qué? —dijo Juro entonces, llevándose una mano a la oreja—. ¿No creerás que ha sido...?
—¿Qué? ¿Cómo voy a pensar que ha sido tu oreja? —Ayame ladeó la cabeza, profundamente extrañada.
—Los humanos hacen cosas muy extrañas con su cuerpo...