30/05/2021, 22:40
—Tengo muchas preguntas que hacerte, pero ahora que me ha dado cuenta de esto, no creo que podamos seguir esta conversación sin enseñártelo. No te asustes, ¿vale?
Kokuō alzó sendas cejas, pero Ayame había comenzado a gesticular violentamente al aire. ¡Estaban hablando de ventosidades y faltas de protocolo sociales y ahora decía que le quería enseñar algo!
—¡Espera! ¡¿Qué me vas a ens...?! —exclamó una alarmada Ayame, que se apresuró a taparse los ojos con ambas manos. Por la abertura que había dejado entre los dedos vio, sin embargo, que se estaba señalando la oreja. Debajo de la cual tenía un pequeño tatuaje con el número 7 inscrito.
—Es un sello de comunicación ligado a Datsue —explicó Juro. Aquello pilló desprevenida a Ayame, quien, sumamente sorprendida ante la revelación, volvió a bajar las manos—. Lo hicimos hace un tiempo, cuando aún no era un exiliado. Pero sigue ahí y por mucho que lo intente, soy incapaz de eliminarlo por mi cuenta. El sello permite que podamos hablar entre nosotros cuando uno de los dos lo activa. En teoría. En la práctica, aunque habría sido una gran oportunidad para explicarle lo ocurrido, no me sentí capaz de usarlo desde que abandoné Kusagakure. De cualquier manera, el sello lleva mucho tiempo inactivo. Hasta este momento. Lo que sí os puedo asegurar es que no nos ha escuchado. Solo ha podido ser durante el instante que ha aparecido ese ruido, porque de otra manera, me habría dado cuenta enseguida. Chōmei también lo cree. Pero es la primera vez que hace... algo así.
—¡Oh, yo tuve uno de esos con él también! —exclamó, llevándose una mano a la oreja derecha, allí donde una vez había lucido el número nueve. Pero Llueve Nueve hacía tiempo que había desaparecido...—. [color]Pero el mío desapareció al tiempo, así que supongo que al tuyo le pasará lo mismo...[/color]
—¿Eso quiere decir que ha sido el Uchiha el que ha hecho... eso? —intervino Kokuō, cruzándose de brazos en un gesto de absoluto desprecio.
Pero Ayame se encogió de hombros, sin saber qué pensar al respecto. Terminó por suspirar, y se volvió de nuevo a Juro:
—Entiendo que te diera miedo hablar con nadie de lo que ocurrió en Kusagakure... Pero quizás alguien podría haberte ayudado. Sobre todo siendo ajeno a la aldea... —opinó—. No me importa si nos ha escuchado o no. De hecho, quizás nos beneficiaría que él también se enterara. Es jinchūriki también, después de todo. Deberíamos estar unidos... Sobre todo si tenemos que defendernos de la amenaza de Kurama... —agregó, súbitamente sombría.
Kokuō alzó sendas cejas, pero Ayame había comenzado a gesticular violentamente al aire. ¡Estaban hablando de ventosidades y faltas de protocolo sociales y ahora decía que le quería enseñar algo!
—¡Espera! ¡¿Qué me vas a ens...?! —exclamó una alarmada Ayame, que se apresuró a taparse los ojos con ambas manos. Por la abertura que había dejado entre los dedos vio, sin embargo, que se estaba señalando la oreja. Debajo de la cual tenía un pequeño tatuaje con el número 7 inscrito.
—Es un sello de comunicación ligado a Datsue —explicó Juro. Aquello pilló desprevenida a Ayame, quien, sumamente sorprendida ante la revelación, volvió a bajar las manos—. Lo hicimos hace un tiempo, cuando aún no era un exiliado. Pero sigue ahí y por mucho que lo intente, soy incapaz de eliminarlo por mi cuenta. El sello permite que podamos hablar entre nosotros cuando uno de los dos lo activa. En teoría. En la práctica, aunque habría sido una gran oportunidad para explicarle lo ocurrido, no me sentí capaz de usarlo desde que abandoné Kusagakure. De cualquier manera, el sello lleva mucho tiempo inactivo. Hasta este momento. Lo que sí os puedo asegurar es que no nos ha escuchado. Solo ha podido ser durante el instante que ha aparecido ese ruido, porque de otra manera, me habría dado cuenta enseguida. Chōmei también lo cree. Pero es la primera vez que hace... algo así.
—¡Oh, yo tuve uno de esos con él también! —exclamó, llevándose una mano a la oreja derecha, allí donde una vez había lucido el número nueve. Pero Llueve Nueve hacía tiempo que había desaparecido...—. [color]Pero el mío desapareció al tiempo, así que supongo que al tuyo le pasará lo mismo...[/color]
—¿Eso quiere decir que ha sido el Uchiha el que ha hecho... eso? —intervino Kokuō, cruzándose de brazos en un gesto de absoluto desprecio.
Pero Ayame se encogió de hombros, sin saber qué pensar al respecto. Terminó por suspirar, y se volvió de nuevo a Juro:
—Entiendo que te diera miedo hablar con nadie de lo que ocurrió en Kusagakure... Pero quizás alguien podría haberte ayudado. Sobre todo siendo ajeno a la aldea... —opinó—. No me importa si nos ha escuchado o no. De hecho, quizás nos beneficiaría que él también se enterara. Es jinchūriki también, después de todo. Deberíamos estar unidos... Sobre todo si tenemos que defendernos de la amenaza de Kurama... —agregó, súbitamente sombría.