6/06/2021, 17:00
—Tienes razón. El miedo y la pena hicieron que no jugara bien mis cartas durante este tiempo. Pero ya estoy preparado para seguir adelante —afirmó Juro, lleno de convicción.
—Tampoco deberías echarte la culpa de todo —Ayame hundió los hombros, apenada—. Tu situación es muy compleja, quién sabe cómo habríamos actuado los demás en tu lugar...
Porque, por mucho que se estaba esforzando, era realmente difícil imaginarse a sí misma en los mismos zapatos que Juro. ¿Qué habría hecho ella si se hubiese visto acorralada entre su Arashikage y el calabozo? ¿Qué habría hecho ella si se hubiese visto obligada a exiliarse de su aldea, a alejarse de su hogar, de su familia, de sus seres queridos, de sus amigos? ¿Qué habría hecho ella tantos meses sola ahí fuera...?
No podía siquiera imaginarlo. Pero la sola idea le ponía los pelos de punta.
—Sé que la situación no es la mejor, pero podéis contar conmigo y con Chōmei para enfrentar a Kurama o lo que necesitéis. Yo también creo que debemos de estar unidos.
—Lo mismo digo, Juro —sonrió ella—. Podéis contar con nosotras para lo que sea que necesitéis.
Juro entonces se volvió hacia Kokuō, sus ojos observándola con cuidado y respeto. El Bijū, más relajada que antes, había flexionado las patas y se había tumbado en el suelo, tal y como lo haría un caballo real, con sus cinco colas barriendo el suelo por detrás de su cuerpo con suavidad.
—No sé que está pasando exactamente, pero me alegro de verte así, Kokuō. Te sienta mucho mejor que la situación en la que os dejó Kurama la última vez... Me sentí aterrado en nuestro último encuentro, pero, pensándolo detenidamente, creo que fuiste bastante amable conmigo dadas las circunstancias. Debería darte las gracias.
—No me las deis —Repuso ella, entrecerrando ligeramente los ojos—. En aquel entonces habría matado a cualquier humano que intentara arrebatarme mi libertad sin ningún tipo de remordimiento. Y ese Uchiha no me puso las cosas fáciles, la verdad. Pero al final... las aguas volvieron a su cauce.
Los labios de Ayame temblaron, en una sonrisa nerviosa. Por aquel entonces, ella había estado encerrada dentro de su propio cuerpo y experimentaba todo lo que sentía Kokuō. Por eso sabía que sus palabras eran mucho más literales de lo que podían parecer en un principio.
—¿Cómo es posible? ¿Existe una forma de liberar el sello, aunque sea temporal? —preguntó Juro.
—No sé en qué términos estarás con Chōmei —intervino Ayame—, pero después de que me devolvieran a la normalidad, decidí liberar a Kokuō de su prisión y compartir mi cuerpo con ella. Podía hablar a través de mí, e incluso tomar el control si así lo deseaba. Pero siempre con unos límites que ambas respetamos. —Ayame sonrió entonces. Y en aquella ocasión fue una sonrisa llena de sinceridad y felicidad—. Pero no era suficiente para mí. Yo quería algo más para ella, pero lamentablemente no era posible romper el sello que nos unía sin que yo muriera en el proceso. ¡Así que ideé otra forma! Estuve meses trabajando en esta técnica: una técnica que permitiera a Kokuō salir al mundo exterior siempre que quisiera hacerlo.
»El Bijū Bunshin no Jutsu.
—Tampoco deberías echarte la culpa de todo —Ayame hundió los hombros, apenada—. Tu situación es muy compleja, quién sabe cómo habríamos actuado los demás en tu lugar...
Porque, por mucho que se estaba esforzando, era realmente difícil imaginarse a sí misma en los mismos zapatos que Juro. ¿Qué habría hecho ella si se hubiese visto acorralada entre su Arashikage y el calabozo? ¿Qué habría hecho ella si se hubiese visto obligada a exiliarse de su aldea, a alejarse de su hogar, de su familia, de sus seres queridos, de sus amigos? ¿Qué habría hecho ella tantos meses sola ahí fuera...?
No podía siquiera imaginarlo. Pero la sola idea le ponía los pelos de punta.
—Sé que la situación no es la mejor, pero podéis contar conmigo y con Chōmei para enfrentar a Kurama o lo que necesitéis. Yo también creo que debemos de estar unidos.
—Lo mismo digo, Juro —sonrió ella—. Podéis contar con nosotras para lo que sea que necesitéis.
Juro entonces se volvió hacia Kokuō, sus ojos observándola con cuidado y respeto. El Bijū, más relajada que antes, había flexionado las patas y se había tumbado en el suelo, tal y como lo haría un caballo real, con sus cinco colas barriendo el suelo por detrás de su cuerpo con suavidad.
—No sé que está pasando exactamente, pero me alegro de verte así, Kokuō. Te sienta mucho mejor que la situación en la que os dejó Kurama la última vez... Me sentí aterrado en nuestro último encuentro, pero, pensándolo detenidamente, creo que fuiste bastante amable conmigo dadas las circunstancias. Debería darte las gracias.
—No me las deis —Repuso ella, entrecerrando ligeramente los ojos—. En aquel entonces habría matado a cualquier humano que intentara arrebatarme mi libertad sin ningún tipo de remordimiento. Y ese Uchiha no me puso las cosas fáciles, la verdad. Pero al final... las aguas volvieron a su cauce.
Los labios de Ayame temblaron, en una sonrisa nerviosa. Por aquel entonces, ella había estado encerrada dentro de su propio cuerpo y experimentaba todo lo que sentía Kokuō. Por eso sabía que sus palabras eran mucho más literales de lo que podían parecer en un principio.
—¿Cómo es posible? ¿Existe una forma de liberar el sello, aunque sea temporal? —preguntó Juro.
—No sé en qué términos estarás con Chōmei —intervino Ayame—, pero después de que me devolvieran a la normalidad, decidí liberar a Kokuō de su prisión y compartir mi cuerpo con ella. Podía hablar a través de mí, e incluso tomar el control si así lo deseaba. Pero siempre con unos límites que ambas respetamos. —Ayame sonrió entonces. Y en aquella ocasión fue una sonrisa llena de sinceridad y felicidad—. Pero no era suficiente para mí. Yo quería algo más para ella, pero lamentablemente no era posible romper el sello que nos unía sin que yo muriera en el proceso. ¡Así que ideé otra forma! Estuve meses trabajando en esta técnica: una técnica que permitiera a Kokuō salir al mundo exterior siempre que quisiera hacerlo.
»El Bijū Bunshin no Jutsu.