6/07/2021, 18:48
(Última modificación: 6/07/2021, 19:26 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
En el aire, en mitad del salto, a bocajarro. La línea roja atravesó su cuerpo y lo dividió por la mitad. Por un momento, hasta el mundo se partió en dos. El Suika hizo su función, claro. La tremenda ráfaga expulsó de su cuerpo un chorro de agua en vertical, que con semejante presión se convirtió inmediatamente en vapor que ascendió al techo. Cuando aterrizó en el suelo, de nuevo entera, sintió que se le habían vaciado los pulmones. «Es como el Chikara no Nagare, solo que aún más letal…»
Sintió que su cuerpo bullía de emoción, ira y determinación, todo ello al mismo tiempo. Emoción por tener un combate a la altura sin tener que preocuparse por nadie más. Ira por tener que seguir viendo la cara de aquella bastarda hija de puta y su zorro sifílico. Y determinación por cumplir con la Tormenta.
Ni siquiera escuchó del todo bien lo que le dijo Kokuō, ni la propia Kuroyuki. Estaba sumida en un trance, en el que solo podía ver una cosa: a sí misma, matándola. Y no podía esperar más para consumar su visión.
Kuroyuki retrocedía; Yui avanzaba. Kuroyuki mantenía la cautela; Yui se dejaba llevar por el frenesí de la tormenta. El orden natural de las cosas permanecía en su sitio, después de todo. Cuando Kokuō lanzó su ataque, Yui hizo lo propio. El agua de su antebrazo se convirtió en un dai shuriken que lanzó de inmediato, trazando un arco que rodeó a Kokuō hasta llegar al costado de Kuroyuki .
Yui resolló. Gotas de sudor perlaban su frente. ¿Repetía estrategia? Quizá. O quizá simplemente fuese una distracción.
Sintió que su cuerpo bullía de emoción, ira y determinación, todo ello al mismo tiempo. Emoción por tener un combate a la altura sin tener que preocuparse por nadie más. Ira por tener que seguir viendo la cara de aquella bastarda hija de puta y su zorro sifílico. Y determinación por cumplir con la Tormenta.
Ni siquiera escuchó del todo bien lo que le dijo Kokuō, ni la propia Kuroyuki. Estaba sumida en un trance, en el que solo podía ver una cosa: a sí misma, matándola. Y no podía esperar más para consumar su visión.
Kuroyuki retrocedía; Yui avanzaba. Kuroyuki mantenía la cautela; Yui se dejaba llevar por el frenesí de la tormenta. El orden natural de las cosas permanecía en su sitio, después de todo. Cuando Kokuō lanzó su ataque, Yui hizo lo propio. El agua de su antebrazo se convirtió en un dai shuriken que lanzó de inmediato, trazando un arco que rodeó a Kokuō hasta llegar al costado de Kuroyuki .
Yui resolló. Gotas de sudor perlaban su frente. ¿Repetía estrategia? Quizá. O quizá simplemente fuese una distracción.