11/07/2021, 19:53
Juro no pudo evitar soltar una carcajada cuando vio las interacciones entre Ayame y Kokuō. Supuso que, por muy diferentes que sean entre ellos, la relación de un Bijū y su Jinchūriki es siempre interesante.
—No creo que sea una cuestión de imaginar nada... Sino de proyectarlo hacia el exterior. No creo que sepas cómo va a ser Chōmei en su forma humana hasta que lo veas con tus propios ojos.
El marionetista asintió, lentamente. Era difícil de digerir, pero tenía bastante sentido. Quizá lo estaba enfocado mal después de todo. Su hermana, Katsue, siempre le había dicho que tenía que evitar pensar tanto las cosas y simplemente dejarse guiar por su instinto. Puede que tuviera razón al fin y al cabo.
También sintió curiosidad al hablar del tal Shukaku. Sabía que era el Bijū sellado en Datsue, pero poco más. Al parecer, también era un bromista, pero eso de cínico y sangriento no le gustó nada. Pensó, para sí, que los Bijū tenían su propia personalidad, al igual que los humanos. Por ello, era lógico que al igual que había Bijū pacíficos, habría otros que no. Kurama era el mejor ejemplo. Aun así, si Ayame había podido hablar con él, no podía ser un peligro tan grande para los seres humanos.
Pero un gran temblor irrumpió la agradable conversación. Juro sintió como su cuerpo rebotaba en el suelo y su cabeza estuvo a punto de impactar de lleno contra la pared en la que se apoyaba, pero pudo sostenerse con las manos para evitar el golpe. El miedo que había sentido al acercarse a la caverna se disparó, y por unos momentos, no supo si las piernas le temblaban por el esfuerzo o por el terror.
— Humanos, miren al frente — Justo cuando el temblor se detuvo, el aviso del Bijū le alertó. Tal y como había temido, una aberrante criatura emergía de los escombros situados en las profundidades de la cueva.
La criatura poseía seis colas, tenía el aspecto de un oso gigante y parecía estar mezclado con alguna especie de pájaro. La posibilidad de ser despedazado por sus zarpas o destrozado a picotazos invadió su mente como una flecha. Retrocedió varios pasos sin si quiera ser consciente. Puede que fuera menos monstruoso que la bestia que enfrentó solo, pero eso no le hacía menos letal.
« Los osos y yo nunca nos hemos llevado muy bien... » — Cierta misión del pasado regresó a su cabeza, pero era consciente de que no era el momento de rememorar.
Tenía razón. Juro se incorporó, mientras recuperaba poco a poco el control de su cuerpo. Había pasado algo de tiempo desde el abuso de la técnica y ya se sentía más preparado para pelear. En condiciones óptimas no se sobreesforzaría, pero era más que consciente de la magnitud del enemigo al que enfrentaban.
El grito de Ayame le devolvió a la realidad.
— Es otra de las aberraciones de Kurama — siseó Juro, en guardia —. Parece más estable que la criatura que enfrenté. Esta tenía los instintos y el poder de los animales que la formaban, y también era capaz de lanzar algo parecido a una Bijūdama.
Un velo de chakra verde burbujeante comenzó a envolver a Juro, señal de que se estaba uniendo con Chōmei. Tres colas brotaron de su espalda, así como dos cuernos y ciertos rasgos bestiales. No avanzó más allá de la primera capa porque aún no era el momento. Necesitaba sus técnicas y sus venenos si quería sobrevivir a esto.
» No creo que sea buena idea pelear en un espacio tan estrecho — murmuró Juro, pero sus ojos seguían fijos en la criatura que tenían delante. No iba a ser tan fácil retroceder y tampoco podían darle la espalda al enemigo.
—No creo que sea una cuestión de imaginar nada... Sino de proyectarlo hacia el exterior. No creo que sepas cómo va a ser Chōmei en su forma humana hasta que lo veas con tus propios ojos.
El marionetista asintió, lentamente. Era difícil de digerir, pero tenía bastante sentido. Quizá lo estaba enfocado mal después de todo. Su hermana, Katsue, siempre le había dicho que tenía que evitar pensar tanto las cosas y simplemente dejarse guiar por su instinto. Puede que tuviera razón al fin y al cabo.
También sintió curiosidad al hablar del tal Shukaku. Sabía que era el Bijū sellado en Datsue, pero poco más. Al parecer, también era un bromista, pero eso de cínico y sangriento no le gustó nada. Pensó, para sí, que los Bijū tenían su propia personalidad, al igual que los humanos. Por ello, era lógico que al igual que había Bijū pacíficos, habría otros que no. Kurama era el mejor ejemplo. Aun así, si Ayame había podido hablar con él, no podía ser un peligro tan grande para los seres humanos.
Pero un gran temblor irrumpió la agradable conversación. Juro sintió como su cuerpo rebotaba en el suelo y su cabeza estuvo a punto de impactar de lleno contra la pared en la que se apoyaba, pero pudo sostenerse con las manos para evitar el golpe. El miedo que había sentido al acercarse a la caverna se disparó, y por unos momentos, no supo si las piernas le temblaban por el esfuerzo o por el terror.
— Humanos, miren al frente — Justo cuando el temblor se detuvo, el aviso del Bijū le alertó. Tal y como había temido, una aberrante criatura emergía de los escombros situados en las profundidades de la cueva.
La criatura poseía seis colas, tenía el aspecto de un oso gigante y parecía estar mezclado con alguna especie de pájaro. La posibilidad de ser despedazado por sus zarpas o destrozado a picotazos invadió su mente como una flecha. Retrocedió varios pasos sin si quiera ser consciente. Puede que fuera menos monstruoso que la bestia que enfrentó solo, pero eso no le hacía menos letal.
« Los osos y yo nunca nos hemos llevado muy bien... » — Cierta misión del pasado regresó a su cabeza, pero era consciente de que no era el momento de rememorar.
« Espabila, chico, o estamos muertos»
Tenía razón. Juro se incorporó, mientras recuperaba poco a poco el control de su cuerpo. Había pasado algo de tiempo desde el abuso de la técnica y ya se sentía más preparado para pelear. En condiciones óptimas no se sobreesforzaría, pero era más que consciente de la magnitud del enemigo al que enfrentaban.
El grito de Ayame le devolvió a la realidad.
— Es otra de las aberraciones de Kurama — siseó Juro, en guardia —. Parece más estable que la criatura que enfrenté. Esta tenía los instintos y el poder de los animales que la formaban, y también era capaz de lanzar algo parecido a una Bijūdama.
Un velo de chakra verde burbujeante comenzó a envolver a Juro, señal de que se estaba uniendo con Chōmei. Tres colas brotaron de su espalda, así como dos cuernos y ciertos rasgos bestiales. No avanzó más allá de la primera capa porque aún no era el momento. Necesitaba sus técnicas y sus venenos si quería sobrevivir a esto.
» No creo que sea buena idea pelear en un espacio tan estrecho — murmuró Juro, pero sus ojos seguían fijos en la criatura que tenían delante. No iba a ser tan fácil retroceder y tampoco podían darle la espalda al enemigo.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60