20/01/2016, 10:11
Kaido pudo sentir el inmediato prejuicio en los ojos de Eri cuando dejó caer la botella al suelo. Estaba tan acostumbrado a recibir ese tipo de miradas —a raíz de la desmedida constante referente a su irrespetuosa conducta— que se había vuelto un experto en discernir cuando no le agradaba a alguien, tal y como estaba sucediendo con la peliazul de las tierras del Remolino.
Pero eso le importaba muy poco. Era un tipo blindado ante ese tipo de nimiedades y no iba a ser diferente en esa ocasión.
Ahora todo se centraba en Yota, el errante justiciero defensor de damiselas en apuro. El hombre que con un simple movimiento de manos, hizo que el envase que el tiburón había soltado no alcanzase el suelo y ascendiera como si una sotana de viento lo hubiese soplado desde abajo. Y como todo sucedió tan rápido, él no pudo reaccionar a tiempo. La cantimplora le golpeó de lleno la barbilla y voló todo su rostro en su ascendencia por la poca resistencia de su cuerpo gracias a las habilidades de su preciado clan, desfigurando la cara del gyojin de una forma antinatural y humedeciendo el objeto que Yota tomaría poco después del impacto.
«¿Esto será divertido, jó»
El ahora semi-decapitado pez dio un pequeño pasito hacia atrás. Su rostro continuó siendo un manojo de acuarela sólo hasta que Yota intentó zanjar la situación a petición de la kunoichi.
Su voz se abrió paso hasta sus interlocutores, aunque no tuviera aún la boca formada.
—Necesitarás mucho más que ese tipo de trucos para hacerme daño, compañero —allí reconstruyó su rostro y le dio un par de sacudidas a su nariz—. y me temo que la única forma de resolver este asunto es desfigurando tu cara tal y como me has hecho tú a mi.
Sonrió. Con la poca gracia que sus dientecillos afilados le permitía, desde luego.
»Aunque si nuestra amiga Eri tiene una mejor idea, por el bien de ella... dejemos que decida como zanjar la situación. ¿Qué dices, Kunoichi-chan?
Pero eso le importaba muy poco. Era un tipo blindado ante ese tipo de nimiedades y no iba a ser diferente en esa ocasión.
Ahora todo se centraba en Yota, el errante justiciero defensor de damiselas en apuro. El hombre que con un simple movimiento de manos, hizo que el envase que el tiburón había soltado no alcanzase el suelo y ascendiera como si una sotana de viento lo hubiese soplado desde abajo. Y como todo sucedió tan rápido, él no pudo reaccionar a tiempo. La cantimplora le golpeó de lleno la barbilla y voló todo su rostro en su ascendencia por la poca resistencia de su cuerpo gracias a las habilidades de su preciado clan, desfigurando la cara del gyojin de una forma antinatural y humedeciendo el objeto que Yota tomaría poco después del impacto.
«¿Esto será divertido, jó»
El ahora semi-decapitado pez dio un pequeño pasito hacia atrás. Su rostro continuó siendo un manojo de acuarela sólo hasta que Yota intentó zanjar la situación a petición de la kunoichi.
Su voz se abrió paso hasta sus interlocutores, aunque no tuviera aún la boca formada.
—Necesitarás mucho más que ese tipo de trucos para hacerme daño, compañero —allí reconstruyó su rostro y le dio un par de sacudidas a su nariz—. y me temo que la única forma de resolver este asunto es desfigurando tu cara tal y como me has hecho tú a mi.
Sonrió. Con la poca gracia que sus dientecillos afilados le permitía, desde luego.
»Aunque si nuestra amiga Eri tiene una mejor idea, por el bien de ella... dejemos que decida como zanjar la situación. ¿Qué dices, Kunoichi-chan?