20/01/2016, 10:22
(Última modificación: 20/01/2016, 10:26 por Amedama Daruu.)
Los sentidos y los reflejos de aquél monstruo de dos patas eran evidentemente superiores a los intentos de Eri por utilizar el subterfugio para sacar de su artilugio un cuchillo con el que poder cortar las plantas que la tenían apresada. Sin embargo, el falso monje no hizo ningún movimiento. Se limitó a dirigir su mirada hacia la mano de la peliazul, una mirada desorbitada, cargada de ira. Cargada de intenciones asesinas.
POM-pom. POM-pom.
Ayame observaba la escena, y escuchaba sus propios latidos entrecruzarse con el sonido de la sangre inundando todo su cuerpo. ¿Sus latidos?
POM-pom. POM-pom.
El cuchillo resbaló entre los dedos de Eri y se precipitó en el suelo. Los latidos de Ayame le enmascararon el ruido del chocar de metal contra madera.
POM-pom. POM-pom.
¿Sus... latidos?
Kinma sonrió, pero no era ni la sonrisa amable por la que lo habían conocido, ni la sonrisa sádica y lujuriosa que se les había revelado hacía unos minutos. Era otra totalmente diferente. Una sonrisa de ira irónica, de energía y muerte contenidas en el gesto de un hombre que está a punto de perder la cabeza.
POM-POM. POM-POM. POM-POM.
—¿¡Creíais que podíais jugar conmigo, verdad, eh!? —gritó el impostor, ido de sí mismo, mientras la planta que tenía agarrada a Eri la zarandeaba hacia adelante y hacia atrás—. ¿Pues sabes qué, PUTA? Estas ramas son más fuertes que cualquier metal. Eso es, tu cuchillo no les habría hecho nada. Sin embargo, tus huesos, caramelito...
POM-POM-POM-POM-POM.
—Son de un cristal delicado... y roto.
Kinma levantó la mano y las ramas bajaron de golpe, estampando a Eri contra el suelo y partiéndole la nariz. Subieron de nuevo, e hicieron chocar su cuerpecito contra el techo. Su cráneo chocó contra la madera y produjo un crack poco agradable, y el mundo se le hizo completamente negro.
POM-POM-POM-POM-POM-POM-POM.
Esos latidos no eran suyos.
—Tenías que hacerlo, puta, tenías que tardar. Ahora la he matado. ¡Joder, siempre me pasa esto! ¡¡¡QUIERES ABRIR EL PUTO SELLO YA!!!
Kinma lanzó el cuerpo inerte de Eri a los pies de Ayame. El cuerpecito de la peliazul, magullado, cortado y aparentemente sin vida, se deslizó por el suelo unos segundos antes de quedar pegado a la pared, a la derecha de la muchacha.
pompompompomPOMPOMPOMPOMPOMPOMPOM.
—Extiende la mano, Ayame —gruñó con queda ira una voz femenina.
POM-pom. POM-pom.
Ayame observaba la escena, y escuchaba sus propios latidos entrecruzarse con el sonido de la sangre inundando todo su cuerpo. ¿Sus latidos?
POM-pom. POM-pom.
El cuchillo resbaló entre los dedos de Eri y se precipitó en el suelo. Los latidos de Ayame le enmascararon el ruido del chocar de metal contra madera.
POM-pom. POM-pom.
¿Sus... latidos?
Kinma sonrió, pero no era ni la sonrisa amable por la que lo habían conocido, ni la sonrisa sádica y lujuriosa que se les había revelado hacía unos minutos. Era otra totalmente diferente. Una sonrisa de ira irónica, de energía y muerte contenidas en el gesto de un hombre que está a punto de perder la cabeza.
POM-POM. POM-POM. POM-POM.
—¿¡Creíais que podíais jugar conmigo, verdad, eh!? —gritó el impostor, ido de sí mismo, mientras la planta que tenía agarrada a Eri la zarandeaba hacia adelante y hacia atrás—. ¿Pues sabes qué, PUTA? Estas ramas son más fuertes que cualquier metal. Eso es, tu cuchillo no les habría hecho nada. Sin embargo, tus huesos, caramelito...
POM-POM-POM-POM-POM.
—Son de un cristal delicado... y roto.
Kinma levantó la mano y las ramas bajaron de golpe, estampando a Eri contra el suelo y partiéndole la nariz. Subieron de nuevo, e hicieron chocar su cuerpecito contra el techo. Su cráneo chocó contra la madera y produjo un crack poco agradable, y el mundo se le hizo completamente negro.
POM-POM-POM-POM-POM-POM-POM.
Esos latidos no eran suyos.
—Tenías que hacerlo, puta, tenías que tardar. Ahora la he matado. ¡Joder, siempre me pasa esto! ¡¡¡QUIERES ABRIR EL PUTO SELLO YA!!!
Kinma lanzó el cuerpo inerte de Eri a los pies de Ayame. El cuerpecito de la peliazul, magullado, cortado y aparentemente sin vida, se deslizó por el suelo unos segundos antes de quedar pegado a la pared, a la derecha de la muchacha.
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—Extiende la mano, Ayame —gruñó con queda ira una voz femenina.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)