30/07/2021, 11:05
El pitido del tren anunciando la llegada a Notsuba la despertaría; bostezaría ampliamente a la vez que estiraba los brazos y preguntaba si por fin había llegado. Ante la afirmativa de Meme, recogería un poco perezosa por el sueño su propio equipaje, una simple maleta. Lyndis portaba para aquella ocasión unos pantalones bastante anchos de color azul oscuro, por lo que la parte de los tobillos estaba atado por cintas blancas para evitar tropezarse con su propia ropa, adornado por su calzado simple oscuro habitual. Así como un changshan de color negro, con detalles en dorado como bordados y los botones, sobre el que estuvieron discutiendo largo y tendido de que le faltaba algo en la espalda.
La primera parte del viaje la pasarían conversando entre las tres chicas; Lyndis fue un poco cortada al principio, pero más pronto que tarde y con la ayuda de Ranko, pudo establecer algo de conversación con Meme, por lo que fue bastante ameno. La peliplateada preguntaría curiosa por las ropas de Meme, y posteriormente hablaría de que las suyas habían sido echas por su madre y ella, aunque por lo menos la propia Lyndis, no tenía ningún sentido de la moda. Pero más tarde, el camino se le empezó a hacer tedioso, y empezó a entrarle el sueño.
Poco a poco sus ojos se habrían ido cerrando, mientras daba cabezadas de un lado a otro hasta acabar cayendo en los brazos de Morfeo. Por suerte para las dos hermanas, Lyndis no roncaba, asi que no fue muy molesta, mas allá de apoyar la cabeza de vez en cuando en el hombro de Ranko.
— Hai, hai — afirmó a Ranko una vez se bajaron del vagón. — ¿Es donde la última vez, no? — se recolocó la mochila, y ayudaría a Meme a bajar si lo necesitaba.
La primera parte del viaje la pasarían conversando entre las tres chicas; Lyndis fue un poco cortada al principio, pero más pronto que tarde y con la ayuda de Ranko, pudo establecer algo de conversación con Meme, por lo que fue bastante ameno. La peliplateada preguntaría curiosa por las ropas de Meme, y posteriormente hablaría de que las suyas habían sido echas por su madre y ella, aunque por lo menos la propia Lyndis, no tenía ningún sentido de la moda. Pero más tarde, el camino se le empezó a hacer tedioso, y empezó a entrarle el sueño.
Poco a poco sus ojos se habrían ido cerrando, mientras daba cabezadas de un lado a otro hasta acabar cayendo en los brazos de Morfeo. Por suerte para las dos hermanas, Lyndis no roncaba, asi que no fue muy molesta, mas allá de apoyar la cabeza de vez en cuando en el hombro de Ranko.
— Hai, hai — afirmó a Ranko una vez se bajaron del vagón. — ¿Es donde la última vez, no? — se recolocó la mochila, y ayudaría a Meme a bajar si lo necesitaba.