11/08/2021, 11:49
Afortunadamente, Juro no se hizo de rogar mucho más. Con un bramido que parecía salido de uno de los círculos más prufundos del infierno, exhaló una onda de chakra que se extendió a toda velocidad contra la criatura. Y aquel fue el último golpe de gracia que necesitaban. La voz del Gebijū se apagó con un último alarido de dolor y sufrimiento. La mirada de sus ojos sedientos de sangre se apagó paulatinamente y, finalmente, el peso de su enorme cuerpo se desplomó sobre las agujas de agua que le retenían y que terminaron deshaciéndose. EL charco de agua se escurrió por debajo de aquella mole y terminó formando de nuevo la figura de Ayame quien, aún temblando y apoyada sobre su espalda y sus codos en el suelo, se veía incapaz de apartar la mirada de aquella extraña criatura.
—Está muerto, ¿verdad? —preguntó Juro, con su aspecto normal de vuelta.
Pero Ayame, aún muda por la impresión que acababa de recibir, sólo fue capaz de asentir.
—Ayame, ¿Estás bien? ¿Cómo están tus heridas?
Ella se llevó una mano a la frente. Aún se sentía débil y mareada, la herida que se había hecho al chocar contra la roca aún sangraba, pero en aquellos instantes era lo que menos le preocupaba.
—Cr... —Tuvo que carraspear un par de veces para recuperar la voz—. Creo que sí... N... No te preocupes, se curarán. Siempre lo hacen —Ya fuera por la influencia de la energía de Kokuō que se entremezclaba con la suya propia, o por su propia habilidad para sanar. Aún tambaleándose, Ayame se reincorporó y se acercó con temor al cuerpo de la criatura. Alzó una mano, temblorosa, y la enterró en su pelaje. ¿O eran plumas? No estaba segura de la respuesta—. Q... ¿Qué es esto?
«Una abominación. Algo que no debería existir.»
A Ayame le sobresaltó la irritabilidad de Kokuō. Podía sentir su rabia permeando en ella, poniéndole la piel de gallina. ¿Qué podía ser tan grave como para causar una reacción así en el Bijū?
—Está muerto, ¿verdad? —preguntó Juro, con su aspecto normal de vuelta.
Pero Ayame, aún muda por la impresión que acababa de recibir, sólo fue capaz de asentir.
—Ayame, ¿Estás bien? ¿Cómo están tus heridas?
Ella se llevó una mano a la frente. Aún se sentía débil y mareada, la herida que se había hecho al chocar contra la roca aún sangraba, pero en aquellos instantes era lo que menos le preocupaba.
—Cr... —Tuvo que carraspear un par de veces para recuperar la voz—. Creo que sí... N... No te preocupes, se curarán. Siempre lo hacen —Ya fuera por la influencia de la energía de Kokuō que se entremezclaba con la suya propia, o por su propia habilidad para sanar. Aún tambaleándose, Ayame se reincorporó y se acercó con temor al cuerpo de la criatura. Alzó una mano, temblorosa, y la enterró en su pelaje. ¿O eran plumas? No estaba segura de la respuesta—. Q... ¿Qué es esto?
«Una abominación. Algo que no debería existir.»
A Ayame le sobresaltó la irritabilidad de Kokuō. Podía sentir su rabia permeando en ella, poniéndole la piel de gallina. ¿Qué podía ser tan grave como para causar una reacción así en el Bijū?