15/08/2021, 18:19
—Como te intentaba contar hace un rato, no es la primera criatura de esta clase que veo —intervino Juro, y Ayame se volvió hacia él con un brinco. ¿De verdad había visto a otras criaturas como aquella?—. No sé que monstruosidades les hará a estos animales, pero los transforma en algo horrible.
—¿Te... te refieres a Kurama?
Kukuō, en su interior, hervía de ira. Y tal era la conexión que las unía, que Ayame los sentía como si fueran suyos propios. Kurama no sólo se había contentado con asesinar a uno de sus hermanos a sangre fría, sólo por no darle la razón; no sólo estaba entre sus planes sellar al resto de sus hermanos si se oponían a él... Ahora además experimentaba con animales, los perturbaba con su chakra y los convertía en auténticos monstruos. ¡Era imperdonable!
Ayame se llevó una mano a la frente, con un profundo suspiro. Intentaba serenarse, disociarse de los sentimientos de Kokuō. Pero eran tan ardientes que era difícil conseguirlo.
—Esto son muy malas noticias, Ayame. Si hay dos, existirán más. Y no quiero ni imaginar qué ocurriría si un ejército de esta clase de criaturas se lanzara contra una aldea. Debes reportarlo a Amegakure cuanto antes. Puede que no seamos los primeros en encontrarnos con estas cosas, pero cuanta más información tengan las aldeas, mejor.
—Tienes... Tienes razón —Ella asintió varias veces y comenzó a caminar hacia la salida de la caverna—. Intentaré también que avisen a Uzushiogakure y a Kusagakure, ya que tú... —Se interrumpió a mitad de frase, y se encogió de hombros. Juro, como exiliado, no tenía manera de avisar a los suyos. Tendría que asegurarse de que todo Ōnindo fuera consciente del problema que se les echaba encima. Ayame apoyó la mano en la pared de roca y se volvió una última vez hacia Juro—. Es una lástima que no podamos tener uno de esos sellos comunicadores entre nosotros para comunicarnos... Cuídate, ¿vale? Intenta no meterte en demasiados líos. ¡Ah, y practica el Bijūbunshin!
Dicho y hecho, y si Juro no hacía nada por detenerla, Ayame volvió a desplegar sus alas de agua y se perdió en la inmensidad del cielo del País de la Tierra, rumbo hacia el sur.
No había tiempo que perder.
—¿Te... te refieres a Kurama?
Kukuō, en su interior, hervía de ira. Y tal era la conexión que las unía, que Ayame los sentía como si fueran suyos propios. Kurama no sólo se había contentado con asesinar a uno de sus hermanos a sangre fría, sólo por no darle la razón; no sólo estaba entre sus planes sellar al resto de sus hermanos si se oponían a él... Ahora además experimentaba con animales, los perturbaba con su chakra y los convertía en auténticos monstruos. ¡Era imperdonable!
Ayame se llevó una mano a la frente, con un profundo suspiro. Intentaba serenarse, disociarse de los sentimientos de Kokuō. Pero eran tan ardientes que era difícil conseguirlo.
—Esto son muy malas noticias, Ayame. Si hay dos, existirán más. Y no quiero ni imaginar qué ocurriría si un ejército de esta clase de criaturas se lanzara contra una aldea. Debes reportarlo a Amegakure cuanto antes. Puede que no seamos los primeros en encontrarnos con estas cosas, pero cuanta más información tengan las aldeas, mejor.
—Tienes... Tienes razón —Ella asintió varias veces y comenzó a caminar hacia la salida de la caverna—. Intentaré también que avisen a Uzushiogakure y a Kusagakure, ya que tú... —Se interrumpió a mitad de frase, y se encogió de hombros. Juro, como exiliado, no tenía manera de avisar a los suyos. Tendría que asegurarse de que todo Ōnindo fuera consciente del problema que se les echaba encima. Ayame apoyó la mano en la pared de roca y se volvió una última vez hacia Juro—. Es una lástima que no podamos tener uno de esos sellos comunicadores entre nosotros para comunicarnos... Cuídate, ¿vale? Intenta no meterte en demasiados líos. ¡Ah, y practica el Bijūbunshin!
Dicho y hecho, y si Juro no hacía nada por detenerla, Ayame volvió a desplegar sus alas de agua y se perdió en la inmensidad del cielo del País de la Tierra, rumbo hacia el sur.
No había tiempo que perder.