26/01/2016, 06:31
Qué mierda acababa de hacer, se apuró a preguntar Yota; a diferencia de Eri quien había elegido no decir nada en lo absoluto salvo tragarse la impresión e intentar zanjar el asunto con un pequeño discurso reflexivo y conciliador. Kaido turnó su mirada entre ambos unas cuatro veces y se debatió durante un par de segundos para decidir si merecía la pena desechar la divertida idea de pegarse allí con el muchacho o por el contrario, dejar la batalla para otra ocasión.
Pero lo cierto es que tenía mucho de qué ocuparse ese día como para poner su encargo en riesgo. Nada le aseguraba que Yota no le diera una paliza, aunque siendo sincero consigo mismo: ¿era esa siquiera una posibilidad?
«Desde luego que no» —se dijo a sí mismo, dándose palmaditas en la espalda.
En fin, que al final todos estaban en Yachi por una sola razón. Las calabazas, podridas, olorosas y visualmente molestas calabazas, que partirían de su ciudad insignia para ser comidas por ciudadanos de tierras lejanas. Y aún así, Eri quería aprovechar su estadía para probar algún platillo local junto a sus dos nuevos amigos, como una familia funcional y feliz.
Kaido dio un par de pasos y se puso al frente de Yota. Cara a cara, clavó su mirada juiciosa sobre el muchacho y frunció el ceño un par de veces. Luego colocó ambas manos sobre los hombros de su rival y amagó el cuerpo como si fuera a atacar al muchacho. Sin embargo, no lo hizo. Todo aquello sirvió para rodear sus brazos sobre la espalda de Yora y Eri, obligándoles a voltear hacia el final de la calle y avanzar con él. Ahora el tiburón esgrimaba una inquietante aunque divertida sonrisa repleta de satisfacción, como si no hubiese sucedido nada en lo absoluto.
—Me da la impresión de que os conocéis de antes —argumentó, a priori por la intención de Yota de llevar a Eri sana a "casa"—. ¿tú también eres de Uzushiogakure, compañero?
Pero lo cierto es que tenía mucho de qué ocuparse ese día como para poner su encargo en riesgo. Nada le aseguraba que Yota no le diera una paliza, aunque siendo sincero consigo mismo: ¿era esa siquiera una posibilidad?
«Desde luego que no» —se dijo a sí mismo, dándose palmaditas en la espalda.
En fin, que al final todos estaban en Yachi por una sola razón. Las calabazas, podridas, olorosas y visualmente molestas calabazas, que partirían de su ciudad insignia para ser comidas por ciudadanos de tierras lejanas. Y aún así, Eri quería aprovechar su estadía para probar algún platillo local junto a sus dos nuevos amigos, como una familia funcional y feliz.
Kaido dio un par de pasos y se puso al frente de Yota. Cara a cara, clavó su mirada juiciosa sobre el muchacho y frunció el ceño un par de veces. Luego colocó ambas manos sobre los hombros de su rival y amagó el cuerpo como si fuera a atacar al muchacho. Sin embargo, no lo hizo. Todo aquello sirvió para rodear sus brazos sobre la espalda de Yora y Eri, obligándoles a voltear hacia el final de la calle y avanzar con él. Ahora el tiburón esgrimaba una inquietante aunque divertida sonrisa repleta de satisfacción, como si no hubiese sucedido nada en lo absoluto.
—Me da la impresión de que os conocéis de antes —argumentó, a priori por la intención de Yota de llevar a Eri sana a "casa"—. ¿tú también eres de Uzushiogakure, compañero?