26/11/2021, 18:26
Mientras Meme animaba la pelea de las hermanas Kaminari con sus pompones metálicos, Ranko ponía seria atención a Lyndis. Una trampa, una familia, un hombre sin brazos, más fuerte que Lyndis. Un incendio y una amenaza. Ranko abrió los ojos como platos al escuchar esto.
—Iría… ¿a por mí? —repitió con voz seca.
Cuando la chica gritó y golpeó su propia pierna, Ranko dio un saltito, y rápidamente tomó el puño de Lyndis con el que se acababa de golpear, y lo apretó, queriendo evitar que se lastimara. Su rostro quedó cerca del de Lyndis, y pudo ver a la perfección aquellos orbes amarillos, perlados por las lágrimas. Pudo sentir la emoción pura en su voz. Ella realmente se preocupaba por Ranko. Y Ranko, a su vez, se sentía más preocupada por su amiga que por la amenaza contra su persona.
—Waai-chan... —comenzó. Pero ¿Qué podía decir para tranquilizarla? "Nada me pasará" sería una mentira evidente. "Todo está bien", así como todo estaba bien antes del atentado al torneo. Ranko tragó saliva.
Su mirada se quedó fija en la de Lyndis. No llevaban tanto tiempo de conocerse, y aún así se sentía en sincronía con ella. Lyndis no era una princesa a su cargo, ni una reina encima de ella. Lyndis era una igual, una guerrera a cuyo lado podía combatir a gusto, mostrarse a como era en realidad, y aceptarla a su vez. Ranko sentía que era más fuerte a su lado. Su corazón se aceleró al máximo, pero su mente estaba calmada y decidida.
—Entonces, Waai-chan —Ranko tomó ambas manos de Lyndis con las suyas, firmemente, intentando transmitirle su propia fuerza —. Protégeme. Y yo te protegeré a ti. Y no dejaremos que nos pase nada a ninguna de las dos. Seremos fuertes juntas.
Ranko sentía que nunca antes se había decidido por algo con tanta determinación. Esperaba que Lyndis comprendiera sus palabras. Quería ahuyentar cualquier miedo que tuviese, quería que se apoyara en ella para volver a ser la poderosa ogresa roja.
El estar tan cerca del rostro de Lyndis despertó un fuerte impulso en Ranko. Algo dentro de ella quería empujarle y cerrar la poca distancia que separaba sus labios. Ranko sentía que cedería a tal deseo en cualquier momento.
—Iría… ¿a por mí? —repitió con voz seca.
Cuando la chica gritó y golpeó su propia pierna, Ranko dio un saltito, y rápidamente tomó el puño de Lyndis con el que se acababa de golpear, y lo apretó, queriendo evitar que se lastimara. Su rostro quedó cerca del de Lyndis, y pudo ver a la perfección aquellos orbes amarillos, perlados por las lágrimas. Pudo sentir la emoción pura en su voz. Ella realmente se preocupaba por Ranko. Y Ranko, a su vez, se sentía más preocupada por su amiga que por la amenaza contra su persona.
—Waai-chan... —comenzó. Pero ¿Qué podía decir para tranquilizarla? "Nada me pasará" sería una mentira evidente. "Todo está bien", así como todo estaba bien antes del atentado al torneo. Ranko tragó saliva.
Su mirada se quedó fija en la de Lyndis. No llevaban tanto tiempo de conocerse, y aún así se sentía en sincronía con ella. Lyndis no era una princesa a su cargo, ni una reina encima de ella. Lyndis era una igual, una guerrera a cuyo lado podía combatir a gusto, mostrarse a como era en realidad, y aceptarla a su vez. Ranko sentía que era más fuerte a su lado. Su corazón se aceleró al máximo, pero su mente estaba calmada y decidida.
—Entonces, Waai-chan —Ranko tomó ambas manos de Lyndis con las suyas, firmemente, intentando transmitirle su propia fuerza —. Protégeme. Y yo te protegeré a ti. Y no dejaremos que nos pase nada a ninguna de las dos. Seremos fuertes juntas.
Ranko sentía que nunca antes se había decidido por algo con tanta determinación. Esperaba que Lyndis comprendiera sus palabras. Quería ahuyentar cualquier miedo que tuviese, quería que se apoyara en ella para volver a ser la poderosa ogresa roja.
El estar tan cerca del rostro de Lyndis despertó un fuerte impulso en Ranko. Algo dentro de ella quería empujarle y cerrar la poca distancia que separaba sus labios. Ranko sentía que cedería a tal deseo en cualquier momento.
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