26/11/2021, 22:13
Ranko se preguntó qué pasaría si a Lyndis se le antojaba quedarse así por horas, o por días. Y se contestó que estaría más que bien. Que sería maravilloso.
Después de un instante deliciosamente eterno, Lyndis rompió el abrazo. Cada milímetro de roce al separarse fue mágico, como si ralentizara el tiempo. Y éste se detuvo por completo cuando volvieron a intercambiar miradas. No hubo entonces nada más que sus ojos y su voz, y sus brazos sobre los suyos.
— Esto es justo lo que necesito ahora —
Ranko suspiró, casi hechizada.
Quiso contestar, decirle que ella también la necesitaba. Quería decirle lo mucho que le gustaba estar con ella, lo que le encantaba entrenar juntas. Quería comentar lo cerca que estaban, que prácticamente respiraban el mismo aire, que sus ojos no se separaban de los de ella.
Pero su boca no pudo hablar, y sólo sirvió para una cosa.
Ranko se movió, cerrando el diminuto espacio que separaba sus labios de los de Lyndis. Fue solo un breve roce, como quien explora tierras desconocidas. Luego Ranko retrocedió unos centímetros, apenas lo suficiente para poder enfocar bien el rostro de su amiga. Su corazón se había detenido, expectante. ¿Y si Lyndis no esperaba eso? ¿Y si no era lo que ella quería?
La conejita se mantendría inmóvil, sin saber qué hacer, pero muriéndose de ganas de volver a rozar los labios de Lyndis, aunque fuese una fracción de segundo más. Y si esta vez Lyndis quería alargarlo, pues...
Ella lo haría también.
Después de un instante deliciosamente eterno, Lyndis rompió el abrazo. Cada milímetro de roce al separarse fue mágico, como si ralentizara el tiempo. Y éste se detuvo por completo cuando volvieron a intercambiar miradas. No hubo entonces nada más que sus ojos y su voz, y sus brazos sobre los suyos.
— Esto es justo lo que necesito ahora —
Ranko suspiró, casi hechizada.
Quiso contestar, decirle que ella también la necesitaba. Quería decirle lo mucho que le gustaba estar con ella, lo que le encantaba entrenar juntas. Quería comentar lo cerca que estaban, que prácticamente respiraban el mismo aire, que sus ojos no se separaban de los de ella.
Pero su boca no pudo hablar, y sólo sirvió para una cosa.
Ranko se movió, cerrando el diminuto espacio que separaba sus labios de los de Lyndis. Fue solo un breve roce, como quien explora tierras desconocidas. Luego Ranko retrocedió unos centímetros, apenas lo suficiente para poder enfocar bien el rostro de su amiga. Su corazón se había detenido, expectante. ¿Y si Lyndis no esperaba eso? ¿Y si no era lo que ella quería?
La conejita se mantendría inmóvil, sin saber qué hacer, pero muriéndose de ganas de volver a rozar los labios de Lyndis, aunque fuese una fracción de segundo más. Y si esta vez Lyndis quería alargarlo, pues...
Ella lo haría también.
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