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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#41
El corazón le latía a un ritmo desenfrenado. Esperaba que en cualquier momento le preguntaran más detalles sobre su
combate con Kabocha, que le interrogaran acerca de lo que había pasado realmente y sobre dónde se encontraba ahora aquel monstruo. Estaba esperando que esas y muchas otras preguntas, que no sabría responder de ninguna manera, llegaran en cualquier momento.

Sin embargo...

—Ya veo. Tú también tienes monstruos con los que luchar —dijo Kinma, y Ayame alzó la mirada hacia él con un sobresalto. El hombre se había levantado, dispuesto a abandonar el lugar, y no parecía tener ninguna intención de presionarla para que contara todo lo que sabía. ¿Por qué? ¿Y a qué se refería con que tenía monstruos con los que luchar? ¿Acaso sabía...?—. Sin embargo... ¿es luchar contra ellos siempre la opción correcta?

Volteó el rostro, lo justo para que sus ojos se encontraran de nuevo. Ayame contuvo la respiración, incapaz de apartar la mirada de nuevo al ver que en sus iris grisáceos bailaban unas sombras que se retorcían sobre sí mismas en una danza frenética y desesperada. Escuchó de nuevo gritos... pero aquella sensación desapareció en cuestión de milésimas de segundo.

«Q... ¿Qué ha sido eso?» Quiso preguntar, pero fue incapaz de pronunciar palabra alguna.

Kinma sonrió ante su estupefacción, y les dio de nuevo la espalda.

—El poder que un día tomé prestado aún no se ha agotado. Kabocha está derrotado, pero lo siento, allá en lo lejos, débil, malherido. Debo terminar con su vida y con el sufrimiento de sus víctimas. Sólo entonces podré descansar.

«El poder que un día tomó prestado. ¿Puede ser que...? ¿Es eso posible?» Kinma iba a marcharse en busca de Kabocha. Debía detenerle, tenía que preguntarle muchas cosas... Pero nuevamente fue incapaz de reaccionar. El anciano fue rápidamente engullido por el trigal que las rodeaba y pronto le perdieron el rastro.

—Que el destino os traiga mejores cartas.

Aquello fue lo último que escuchó del hombre. Ayame espiró, expulsando todo el aire que había estado conteniendo hasta el momento. Se giró hacia Eri, esperando ver una mirada tan o más confusa que la suya propia, pero en sus iris verdosos volvió a ver aquellas sombras que había visto en los ojos de Kinma. ¿Acaso se estaba volviendo loca?

—Bueno...—fue Eri la que rompió el tenso silencio, y Ayame volvió a sobresaltarse al verse expulsada de sus ensoñaciones—. Creo que... Lo mejor será que volvamos a casa... ¿No crees? —la chiquilla soltó una risilla nerviosa, pero Ayame apenas era capaz de escucharla.

—A casa... —balbuceó, de manera casi estúpida. Oh, era cierto. Ella estaba de viaje hacia el País del Fuego para presentarse como candidata al Torneo de los Dojos. Casi lo había olvidado.

—Alguien nos estará echando de menos... —insistió, como si quisiera despertarla de aquella terrible pesadilla.

A Ayame se le hizo un nudo en la garganta.

«Papá... Hermano...» Ya debían de haberse dado cuenta de que había desaparecido. Todo aquello había pasado porque se había separado del lugar de acampada, un par de kilómetros hacia el interior del bosque...

—Yo... Me marcho ya, no sé dónde tendrás que ir, pero espero que tengas mucho cuidado de vuelta

Ayame asintió, pero fue casi un acto reflejo. Estaba completamente ida de sí.

—Soy Eri, por cierto... Es gracioso porque hemos pasado tanto juntas y ni si quiera sé tu nombre, pero, bueno... ¡Espero que nos volvamos a ver!

Era cierto, con todo lo que habían pasado ni siquiera habían tenido tiempo de presentarse.

—Ayame... —respondió, igual de monótona.

Eri desapareció de un momento a otro, pero ella seguía allí, clavada en mitad de un campo de trigal seco como si de un espantapájaros se tratara. El silencio se había adueñado del lugar, pero en la cabeza de Ayame seguían resonando chillidos de terror y dolor. Su mente rememoraba las visiones que había tenido como los recuerdos que eran. Aquellas memorias casi eran más nítidas que lo que habían vivido dentro de la casa encantada. El bosque, las casas en llamas, el humo arañando su nariz, la gente muriendo... Los chillidos... Los chillidos... Kusagakure, una aldea entera, había sido reducida a cenizas de la noche a la mañana prácticamente.

Ayame se abrazó los costados y, con un gemido ahogado, se dejó caer de rodillas sobre la tierra. Lloraba con toda la fuerza de sus pulmones, sabiendo que nadie podría escucharla allí. Todo su cuerpo temblaba violentamente. Le dolía vivir mientras que otras miles de personas de personas habían perdido la vida a sus manos sin haber sido siquiera consciente de ello. ¿Pero cuándo había ocurrido aquella catástrofe? ¿Cuándo se había convertido en un monstruo? ¿En una genocida?

El chillido de un águila en el cielo iluminó su memoria.

—¡AYAME! —un grito a lo lejos la sorprendió, pero no se movió.

Las lágrimas emborronaron su visión cuando vio dos figuras que se dirigían hacia ella a toda velocidad, una inconfundiblemente blanca y otra más oscura.

«En el verano... Estuve ingresada en el hospital... Papá me dijo que había sufrido una neumonía...»

El peso de la verdad hundió su corazón. La habían engañado. Su propio padre y su propio hermano. Ellos habían sabido la verdad todo aquel tiempo.

Y la habían engañado.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.


Mensajes en este tema
Chillidos - por Aotsuki Ayame - 26/10/2015, 23:35
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