12/03/2022, 18:19
Datsue inquirió tras las últimas palabras de Hayato en que no le tratase más de usted. Ésto era algo raro, extraño para el chico, pues si de algo sabía era de modales. Bien que se lo había impuesto ésto su padrastro, a base de golpes. Tratar a un superior de tú, seguramente le costase un poco de asimilarlo, casi seguro se le escapaba algún ustedismo más. Pero el Uchiha asociaba el trato de usted con una avanzada edad, cosa que ni de coña podía decirse. Probablemente era de los Kages más jóvenes que habían ostentado el puesto, si no el que más.
—De acuerdo.
Y el Uchiha comenzó a explicar levemente sus aventuras por el sendero de la cebada, pero su leve explicación terminó con un pero. Si, siempre solían haber peros. En ésta ocasión, se trataba de que habían asuntos más importantes a tratar. El Senju lo tenía más que asimilado, hoy día habían demasiados temas de mayor importancia al porqué bebía o no.
De pronto, una mujer entró al local, no sin antes tener hasta que encogerse un poco. La mujer era desmedida, un mastodonte, un mamut, un maldito dinosaurio de esos que podían leerse en los cómics. ¡Por las tetas de Amateratsu! ¡Vaya bestia!. Una bestia que descaradamente analizó a los dos únicos clientes del lugar, especialmente a Datsue, y ando directamente hacia ambos. En lo que la mujer se acercaba, Datsue presentó a la mujer como Tākoizu Nahana, una descendiente directa de uno de los cinco ancestrales Señores del Hierro, ni más ni menos. Y antes de que ningún otro soltase palabra alguna, inquirió encarecidamente que pese a tener permiso para tutearle, no lo tenía para hacerlo con la mujer.
—No pensaba hacerlo, y menos aún ahora que sé quién es. —Contestó Siete. —Es todo un placer canocerla, señora Nahana. —Y con las mismas, ofreció asiento a la gigantesca mujer.
—De acuerdo.
Y el Uchiha comenzó a explicar levemente sus aventuras por el sendero de la cebada, pero su leve explicación terminó con un pero. Si, siempre solían haber peros. En ésta ocasión, se trataba de que habían asuntos más importantes a tratar. El Senju lo tenía más que asimilado, hoy día habían demasiados temas de mayor importancia al porqué bebía o no.
De pronto, una mujer entró al local, no sin antes tener hasta que encogerse un poco. La mujer era desmedida, un mastodonte, un mamut, un maldito dinosaurio de esos que podían leerse en los cómics. ¡Por las tetas de Amateratsu! ¡Vaya bestia!. Una bestia que descaradamente analizó a los dos únicos clientes del lugar, especialmente a Datsue, y ando directamente hacia ambos. En lo que la mujer se acercaba, Datsue presentó a la mujer como Tākoizu Nahana, una descendiente directa de uno de los cinco ancestrales Señores del Hierro, ni más ni menos. Y antes de que ningún otro soltase palabra alguna, inquirió encarecidamente que pese a tener permiso para tutearle, no lo tenía para hacerlo con la mujer.
—No pensaba hacerlo, y menos aún ahora que sé quién es. —Contestó Siete. —Es todo un placer canocerla, señora Nahana. —Y con las mismas, ofreció asiento a la gigantesca mujer.