14/03/2022, 12:03
Lyndis no le negó aquel corto beso, limitándose solo a cerrar los ojos cuando esta se acercó lo suficiente. Pero es que tampoco hubiera reaccionado a cualquier otro estímulo que no fuera zarandearla de forma prolongada en el sitio o soltarle un golpe; estaba demasiado embelesada observando marcharse a su pareja. Cuando la puerta cerró, parpadeo varias veces, mirando a los lados y luego la toalla que tenía entre sus manos.
«Y... ¿Yo a que venia?» se cruzó de brazos mirando al suelo, intentando hacer memoria, pero no terminaba de ser capaz de ejercer un pensamiento claro.
Volvería entonces a su habitación, a terminar de cambiarse y posteriormente reunirse con el resto de chicas. Al ver a Kimi y Chika se sintió cómoda y aliviada, pues al igual que ellas, portaba ropas de lo más normales. Llevaba una sudadera grisácea, con la una caricatura de la cara de un gran tigre anaranjado, blanco y negro por el pecho y de cintura para abajo, los pantalones y zapatillas que solían utilizar los ninjas como ellas.
— Aaaahh... Me muero de hambre... — se quejó posando una mano sobre su estómago acercándose hasta ellas.
Fue entonces cuando se dio cuenta, apenas había dirigido un par de palabras a las dos, y si tardaban demasiado podría llegar a resultar incómodo. Por suerte, para ella, su falta de cortesía y tacto, en ocasiones, la ayudaba a sacar temas de conversación casi siempre.
— ¿Estáis bien? ¿Os duele algo de antes? Ranko puede golpear muy fuerte si no se controla. Todavía me acuerdo de la patada que me dio en el costado entrenando en el estadio — dijo sacando una mano del bolsillo compartido que tenía a la altura del abdomen, para acariciarse uno de sus hombros mirando al techo derrotado.
Poco después, aparecía la otra pareja de hermanas, vestidas de la forma más elegante posible, mientras el resto parecía que iban a salir a correr una maratón. Quiso pronunciar algo, incluso abrió la boca, pero enmudeció al recorrer con su vista a Ranko de arriba abajo, dejando inconscientemente la mirada a la altura de su cadera. Volvía a necesitar un estímulo que la sacara de su embobamiento.
«Y... ¿Yo a que venia?» se cruzó de brazos mirando al suelo, intentando hacer memoria, pero no terminaba de ser capaz de ejercer un pensamiento claro.
Volvería entonces a su habitación, a terminar de cambiarse y posteriormente reunirse con el resto de chicas. Al ver a Kimi y Chika se sintió cómoda y aliviada, pues al igual que ellas, portaba ropas de lo más normales. Llevaba una sudadera grisácea, con la una caricatura de la cara de un gran tigre anaranjado, blanco y negro por el pecho y de cintura para abajo, los pantalones y zapatillas que solían utilizar los ninjas como ellas.
— Aaaahh... Me muero de hambre... — se quejó posando una mano sobre su estómago acercándose hasta ellas.
Fue entonces cuando se dio cuenta, apenas había dirigido un par de palabras a las dos, y si tardaban demasiado podría llegar a resultar incómodo. Por suerte, para ella, su falta de cortesía y tacto, en ocasiones, la ayudaba a sacar temas de conversación casi siempre.
— ¿Estáis bien? ¿Os duele algo de antes? Ranko puede golpear muy fuerte si no se controla. Todavía me acuerdo de la patada que me dio en el costado entrenando en el estadio — dijo sacando una mano del bolsillo compartido que tenía a la altura del abdomen, para acariciarse uno de sus hombros mirando al techo derrotado.
Poco después, aparecía la otra pareja de hermanas, vestidas de la forma más elegante posible, mientras el resto parecía que iban a salir a correr una maratón. Quiso pronunciar algo, incluso abrió la boca, pero enmudeció al recorrer con su vista a Ranko de arriba abajo, dejando inconscientemente la mirada a la altura de su cadera. Volvía a necesitar un estímulo que la sacara de su embobamiento.
¡Gracias a Ranko por el avatar!