24/03/2022, 12:01
Pese a que el lugar era técnicamente seguro, la mujer no se atrevió a alzar demasiado la voz. En lo que casi parecía un susurro, ésta contó a los dos viajeros que alguien del País de la Tierra le había pasado información importante para el Uzukage. No demoró demasiado en revelar de que se trataba, el palacio del Señor Feudal había caído. Había caído y bien. La cabeza de Kurawa Kaikei, el Daimyō, colgaba de una pica. Datsue no pudo esconder su sorpresa, acusando a una tal Ivvatsumi en lo que Hayato simplemente pensaba en cómo podían haber hecho algo así... ¿colgar una cabeza de una pica? ¿acaso no era clavarlas en una pica? ¿qué clase de malhechores más extraños eran esos?.
«Buffff... estamos jodidos si tenemos guerras entre nosotros y encima contra Kurama...»
Pero la sorpresa fue mayor cuando la mujer reveló que la tiparraca a la que acusó Datsue no había sido culpable, al menos no del todo. La autora, o el autor en éste caso, no había sido otro si no Kurama. Ese maldito zorro se había abalanzado sobre el mundo como una plaga, y no pensaba dejar títere con cabeza. Nunca mejor dicho.
—¿Está... está diciendo que Kurama ya está casi por la mitad del mapa? —preguntó, anonadado.
Apenas sabía sobre los movimientos que el gran enemigo de la humanidad estaba realizando, pero sin duda le sorprendía que hubiesen dejado que llegase ya hasta la mitad del continente. Sin duda alguna, se había centralizado y ahora podía expandir sus fuerzas en un solo golpe. Rápido y audaz, rotundo y efímero. Una estrategia que sin duda planteaba derrocar a una aún confundida muchedumbre, que para cuando se quisieran dar cuenta... estarían ya fuera del tablero de juego.
Kurama era brillante, y a la vez espeluznante.
«Buffff... estamos jodidos si tenemos guerras entre nosotros y encima contra Kurama...»
Pero la sorpresa fue mayor cuando la mujer reveló que la tiparraca a la que acusó Datsue no había sido culpable, al menos no del todo. La autora, o el autor en éste caso, no había sido otro si no Kurama. Ese maldito zorro se había abalanzado sobre el mundo como una plaga, y no pensaba dejar títere con cabeza. Nunca mejor dicho.
—¿Está... está diciendo que Kurama ya está casi por la mitad del mapa? —preguntó, anonadado.
Apenas sabía sobre los movimientos que el gran enemigo de la humanidad estaba realizando, pero sin duda le sorprendía que hubiesen dejado que llegase ya hasta la mitad del continente. Sin duda alguna, se había centralizado y ahora podía expandir sus fuerzas en un solo golpe. Rápido y audaz, rotundo y efímero. Una estrategia que sin duda planteaba derrocar a una aún confundida muchedumbre, que para cuando se quisieran dar cuenta... estarían ya fuera del tablero de juego.
Kurama era brillante, y a la vez espeluznante.