[Primera ronda] Combate 2: Nabi vs Daruu

[Amedama Daruu]

El melón que se dirigía hacia la cabeza de Nabi se partió la mitad en un ejercicio de surrealismo que sólo era superado por el combate dialéctico que él y Daruu estaban manteniendo. Anonadado, el moreno vio rodar los dos trozos de melón hacia el borde del cilindro. Levantó una ceja, curioso, y apartó la broma que era aquella contienda un momento para mirar al Uchiha y sus alrededores. ¿Cómo se había partido el melón? «¿Sus ojos?»

Sacudió la cabeza. ¿Cómo iba a ser capaz de partir melones con los ojos, y encima a sus espaldas? Daruu asintió muy serio al silencio, como conversando consigo mismo. Si el sharingan tenía algún tipo de poder tenía que ser con lo que estaba bajo el alcance de su campo de visión, no de espaldas. ¿Qué sentido tendría, sino? Bueno, que te cambien los ojos de color ya es poco sensato, pero él podía hacer otras cosas que tampoco eran muy realistas para un civil que no conoce nada del Ninjutsu. Y en el fondo, eso era lo que hacía que ser ninja tuviera valor para él.

«Si buscas la victoria, tienes que ser paciente».

Sin duda, sí, esas palabras eran las que le habían llevado a burlarse de Nabi e intentar provocarlo.

«Pero a veces has de preguntarte, ¿es la victoria lo que es importante?»

¿Lo era? No. Lo importante para él era probarse a sí mismo. Y sin embargo quería pasar de ronda. Quería pasar de ronda porque albergaba aún esperanzas de enfrentarse contra Ayame. En otro momento le habría dado igual, bajo otras circunstancias, pero la apuesta de Zetsuo con su madre se volvió personal en cuanto el desafío entre ambos había comenzado. Había intentado apartarlo de su cabeza, al fin y al cabo...

«¿Es la victoria lo verdaderamente importante?»

No. No era la victoria lo que era verdaderamente importante en ese momento. Sin embargo... Sonrió y se metió las manos en los bolsillos de la chaqueta. Dio un suspiro y miró a Nabi con la mirada más decidida que nadie le había dirigido jamás.

—Bueno, esto se está alargando demasiado, Nabi. «Lo que yo quiero...»

—Eh, vosotros —otra mujer, la que estaba arbitrando el encuentro desde el borde del estadio, habló a través de un micrófono—. Os doy un sólo minuto más. Si el combate no empieza quedaréis los dos descalificados.

—Ya la has oído —dijo Daruu, haciendo un ademán con la cabeza hacia el sitio de donde había venido la voz, y levantó una de las manos, todavía sentado en el cilindro, mostrando su palma al descubierto—. Terminemos con esta farsa. «Lo que realmente quiero...»

—En nombre de mi villa y consciente de las consecuencias que implica mi retirada, yo, Hanaiko Daruu, abandono este...

«¡¡ES GANAR!!»

Daruu sacó la otra mano del bolsillo aprovechando que la atención recaía sobre la que estaba levantada y sobre sus palabras, y a que era muy poco probable que alguien que había pasado media hora de charlatán efectuase un ataque sorpresa; arrojó al suelo de su cilindro de piedra, justo a su lado, la bomba de luz que había guardado en su chaqueta en el mismo instante en el que se había saludado con Nabi.

Casi inmediatamente después, un pilar del tamaño justo y necesario surgió de pronto debajo de Nabi camuflado por el estallido, por la confusión del Uchiha y el barullo del estadio. Lo hizo entre sus piernas, y fue en la entrepierna donde propinó el golpe, un golpetazo en las partes donde ningún hombre quiere sufrir.

El dolor y el reflejo de encogerse, sin duda, no contribuiría a que detectase los dos shuriken que se dirigían hacia él, de madera pero con aspecto y funcionamiento igual a cualquiera que hubiera sido de acero, a la espalda. Daruu se había dejado caer, y aprovechando su posición, había rodeado poco más de medio cilindro para quedar en el ángulo muerto del costado izquierdo del shinobi rubio. No se arriesgó a ir directamente por la espalda, porque no le habría dado tiempo.

Ante una inspección cercana, el pilón de madera acababa en una representación caricaturesca del rostro de Aotsuki Zetsuo. Ya podía oírlo refunfuñar en las gradas.