5/06/2022, 20:08
Lejos del tumulto de las calles, lejos de las tuberías y del acero de los rascacielos, lejos de las luces de neón. Siempre que buscaba refugio, lo hacía a las afueras, en los escasos oasis de vegetación que podía encontrar en aquella isla de hierro. Concretamente, había un pequeño parque al que le había tomado cariño. Uno donde los árboles y las plantas crecían salvajes, a su libre albedrío.
Y Daruu también lo conocía, y sabía bien que era muy probable que Ayame se encontrara allí. No se equivocaba, pero enseguida comprobó con su Byakugan que no estaba sola. Cuando abrió la verja metálica con un sonoro chirrido, un fuerte estruendo le sorprendió tanto a él como a Uchiha Datsue. Y este estruendo se vio acompañado del alarmado aleteo de varios patos, que habían echado a volar desde el pequeño estanque que había en el centro del parque, y que por poco terminaron estampándose contra sus caras.
—¡Arriba! —exclamó una voz autoritaria y severa.
De espaldas a ellos y ataviado con un sobretodo oscuro se alzaba en toda su estatura un hombre alto y de cabellos oscuros con tintes azulados, que ya habían perdido gran parte del color debido al paso del tiempo por su cuerpo, se había agachado para tomar del brazo a otra persona que se encontraba tirada en el suelo. Ayame, con gesto de dolor y algunas magulladuras en su rostro, trataba de levantarse a trompicones.
Para Uchiha Datsue, que hacía tiempo que no la veía en persona, sería patente el drástico cambio que había sufrido la kunoichi: Ayame nunca había lucido musculatura alguna, pero ahora incluso había perdido cualquier rastro de tonificación que pudiera haber tenido. Su rostro, antes alegre y lleno de energía, era ahora más pálido que nunca y se había visto inundado por las ojeras de sus ojos cansados y apagados. Ni siquiera vestía ropa de kunoichi, iba ataviada con una simple camiseta de manga corta de color azul y unos pantalones negros. Ni siquiera había rastro alguno que la pudiera identificar como una: ni bandana de Amegakure, ni placa de jōnin.
Y, aún así, la muchacha se colocó en posición defensiva frente al hombre y se lanzó contra él con un puñetazo débil y unos movimientos nada ágiles como los que la habían caracterizado antaño. Daruu y Datsue se habían enfrentado a ella en numerosas ocasiones. Ambos sabían de lo que era capaz. Y lo que ambos estaban viendo no era ni la sombra de lo que había sido antaño.
Y, aún así, lo intentaba con todas sus escasas fuerzas.
Y Daruu también lo conocía, y sabía bien que era muy probable que Ayame se encontrara allí. No se equivocaba, pero enseguida comprobó con su Byakugan que no estaba sola. Cuando abrió la verja metálica con un sonoro chirrido, un fuerte estruendo le sorprendió tanto a él como a Uchiha Datsue. Y este estruendo se vio acompañado del alarmado aleteo de varios patos, que habían echado a volar desde el pequeño estanque que había en el centro del parque, y que por poco terminaron estampándose contra sus caras.
—¡Arriba! —exclamó una voz autoritaria y severa.
De espaldas a ellos y ataviado con un sobretodo oscuro se alzaba en toda su estatura un hombre alto y de cabellos oscuros con tintes azulados, que ya habían perdido gran parte del color debido al paso del tiempo por su cuerpo, se había agachado para tomar del brazo a otra persona que se encontraba tirada en el suelo. Ayame, con gesto de dolor y algunas magulladuras en su rostro, trataba de levantarse a trompicones.
Para Uchiha Datsue, que hacía tiempo que no la veía en persona, sería patente el drástico cambio que había sufrido la kunoichi: Ayame nunca había lucido musculatura alguna, pero ahora incluso había perdido cualquier rastro de tonificación que pudiera haber tenido. Su rostro, antes alegre y lleno de energía, era ahora más pálido que nunca y se había visto inundado por las ojeras de sus ojos cansados y apagados. Ni siquiera vestía ropa de kunoichi, iba ataviada con una simple camiseta de manga corta de color azul y unos pantalones negros. Ni siquiera había rastro alguno que la pudiera identificar como una: ni bandana de Amegakure, ni placa de jōnin.
Y, aún así, la muchacha se colocó en posición defensiva frente al hombre y se lanzó contra él con un puñetazo débil y unos movimientos nada ágiles como los que la habían caracterizado antaño. Daruu y Datsue se habían enfrentado a ella en numerosas ocasiones. Ambos sabían de lo que era capaz. Y lo que ambos estaban viendo no era ni la sombra de lo que había sido antaño.
Y, aún así, lo intentaba con todas sus escasas fuerzas.

![[Imagen: kQqd7V9.png]](https://i.imgur.com/kQqd7V9.png)