Jun se había alegrado un poco al ver que el hombre podía ser benévolo después de que la haya cagado anteriormente. No todos dan segundas oportunidades y eso era algo que había que apreciar de él. Aunque la alegría no le duró mucho. Cayó en la realidad del porqué estaba ahí, el cual era realizar la tarea de ordenar aquella sala. Debía admitir que no era tan típico como otras misiones, ya que tenía que ver con aquellos paneles que tenían una tecnología propia. Eso podía llegar a ser algo interesante.
Con las cajas ya invocadas por la magia del Fūinjutsu, el trabajo de Ryutaro— o como le dice Jun, Ryu— había finalizado. Se quedaría esperando en otras de las salas que había por la academia. Pero no se fue sin antes decir que podían pensar un nombre para el grupo, cosa que le causaba ciertos conflictos internos a la Nara. «Muero de ansías de proponer un nombre estúpido. Pero, si lo hago, no me va a tomar en serio nunca más.» Como mucho podía llegar a tirar una broma con sus compañeras y que no pasé de eso, pero ya llegar a poner algo demasiado llamativo la podía meter en problemas.
No quiso decir nada a lo que les dijo el jōnin, por lo que solo asintió.
Cuando este se retiró, lo primero que hizo Jun fue agarrar una de las tres cajas. Al igual que sus compañeras, no tenía mucha idea de como funcionaban las cosas esas.
—Vamos entonces.
Vio que Sayo se había adelantado un poco y fue de cerca a uno de los paneles, pero parecía que aún no se animaba a sacarlo. La chica del piercing se acercó y se puso a su lado.
«Recabar información...» Recordó unas palabras sueltas que momentos atrás dijo el superior.
—Chicas, desmantelemos este juntas y veamos bien que tan delicado pueden ser cada uno. — Apoyó la caja de herramientas en el suelo y comenzó a revolver para ver que cosas de allí le podían ayudar. —Ya cuando sepamos bien como son, cada una podrá ir a una pared distinta para acelerar el trabajo.
Buscaría en esa caja algún instrumento que le pueda servir. Quizás algo con lo que se pueda hacer palanca para levantar cada panel.