9/07/2022, 18:19
—¡Zetsuo! Vaya, me han hablado mucho de usted —exclamó Datsue, con un tono de lo más exagerado.
El médico ni siquiera se molestó en preguntarle qué le habían hablado sobre él. No le importaba, en realidad. Por eso, correspondió con una inclinación de cabeza. Mientras tanto, Daruu, que hasta el momento se había mostrado visiblemente nervioso por el escenario que se estaba dibujando, se adelantó:
—Estábamos en la reunión, y este tipo casi me da un infarto cuando se aparece por la puerta disfrazado de señor importante —bromeó, dándole una palmada en la espalda al nuevo Uzukage como si fuera lo más normal del mundo. Aotsuki Zetsuo, pese a que conocía la nueva amistad que se había formado entre los chicos, no pudo evitar fruncir el ceño ante tal falta de decoro—. Datsue, aclárales que Hanabi no ha muerto, que yo por un momento casi me desmayo.
—Nah, ¡a Hanabi aún le quedan muchas décadas que vivir! ¡Tiene la salud de un roble! En la Espiral declaramos la República hace unos meses. Hanabi se presentó a las elecciones y… ganó. Ahora es presidente, el cabrón. Elegido democráticamente para dirigir al pueblo. Y yo a dedo para conducir a la villa. ¿Quién lo hubiese dicho, eh?
—Algo había escuchado al respecto. De lo que no me había enterado era de su ascenso, Uzukage-dono —respondió Zetsuo—. Un... curioso modelo de gobierno, debo decir.
Lo más parecido a aquella llamada República en lo que podía pensar era en aquella Democracia de la antigua Kusagakure. Y todos sabían cómo había acabado aquello. Sólo podían rezar porque la República de Uzushiogakure no los condenara al mismo destino.
—Bueno, supongo que tendréis muchas cosas de las que... hablar. Así que si me disculpa, Uzukage-dono —Zetsuo se despidió, con otra reverencia, antes de volverse hacia su hija—. Ayame, encárgate junto a Daruu de enseñarle la aldea. Y sed cordiales.
Ella asintió ligeramente, y, poco después, Aotsuki Zetsuo abandonó la escena por el mismo lugar por el que Daruu y Datsue habían entrado. La muchacha les miró a ambos, interrogantes: ¿Adónde querían ir?
El médico ni siquiera se molestó en preguntarle qué le habían hablado sobre él. No le importaba, en realidad. Por eso, correspondió con una inclinación de cabeza. Mientras tanto, Daruu, que hasta el momento se había mostrado visiblemente nervioso por el escenario que se estaba dibujando, se adelantó:
—Estábamos en la reunión, y este tipo casi me da un infarto cuando se aparece por la puerta disfrazado de señor importante —bromeó, dándole una palmada en la espalda al nuevo Uzukage como si fuera lo más normal del mundo. Aotsuki Zetsuo, pese a que conocía la nueva amistad que se había formado entre los chicos, no pudo evitar fruncir el ceño ante tal falta de decoro—. Datsue, aclárales que Hanabi no ha muerto, que yo por un momento casi me desmayo.
—Nah, ¡a Hanabi aún le quedan muchas décadas que vivir! ¡Tiene la salud de un roble! En la Espiral declaramos la República hace unos meses. Hanabi se presentó a las elecciones y… ganó. Ahora es presidente, el cabrón. Elegido democráticamente para dirigir al pueblo. Y yo a dedo para conducir a la villa. ¿Quién lo hubiese dicho, eh?
—Algo había escuchado al respecto. De lo que no me había enterado era de su ascenso, Uzukage-dono —respondió Zetsuo—. Un... curioso modelo de gobierno, debo decir.
Lo más parecido a aquella llamada República en lo que podía pensar era en aquella Democracia de la antigua Kusagakure. Y todos sabían cómo había acabado aquello. Sólo podían rezar porque la República de Uzushiogakure no los condenara al mismo destino.
—Bueno, supongo que tendréis muchas cosas de las que... hablar. Así que si me disculpa, Uzukage-dono —Zetsuo se despidió, con otra reverencia, antes de volverse hacia su hija—. Ayame, encárgate junto a Daruu de enseñarle la aldea. Y sed cordiales.
Ella asintió ligeramente, y, poco después, Aotsuki Zetsuo abandonó la escena por el mismo lugar por el que Daruu y Datsue habían entrado. La muchacha les miró a ambos, interrogantes: ¿Adónde querían ir?