17/07/2022, 21:17
—Hasta la próxima, Zetsuo —le despidió Datsue, con una cordial inclinación de cabeza—. Joder, tu padre no se parece en nada a ti, eh, Ayame. ¡Qué tío más serio!
Ella se encogió de hombros y sonrió, en un gesto que mediaba entre el nerviosismo y el apuro. Era algo que no podía negar, la verdad. Poca gente se atrevería a afirmar que eran familia a simple vista sin conocerlos de antes. Tras la marcha de Zetsuo, Daruu se cruzó de brazos y se dejó caer a la hierba, deslizando la espalda sobre el tronco de un árbol cercano. Cruzó las manos detrás de la cabeza y sonrió:
—Llueve Nueve —pronunció, invocando recuerdos de un vínculo antiguo que los había unido a los tres hacía tiempo.
Demasiado tiempo.
—Llueve nueve —repitió Datsue, alzando la mirada hacia aquel cielo siempre nublado.
Casi parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que había pronunciado aquellas dos simples palabras.
Los labios de Ayame se cerraron en una "u"; pero, tras un breve instante de vacilación, ningún sonido brotó de su garganta. Al final, frunció los labios, agachó la mirada, y terminó por llevarse el dedo índice y corazón a la parte posterior de su oreja derecha. Allí donde, hacía tanto tiempo, había lucido el sello con el ideograma "Nueve".
Ella se encogió de hombros y sonrió, en un gesto que mediaba entre el nerviosismo y el apuro. Era algo que no podía negar, la verdad. Poca gente se atrevería a afirmar que eran familia a simple vista sin conocerlos de antes. Tras la marcha de Zetsuo, Daruu se cruzó de brazos y se dejó caer a la hierba, deslizando la espalda sobre el tronco de un árbol cercano. Cruzó las manos detrás de la cabeza y sonrió:
—Llueve Nueve —pronunció, invocando recuerdos de un vínculo antiguo que los había unido a los tres hacía tiempo.
Demasiado tiempo.
—Llueve nueve —repitió Datsue, alzando la mirada hacia aquel cielo siempre nublado.
Casi parecía que había pasado una eternidad desde la última vez que había pronunciado aquellas dos simples palabras.
Los labios de Ayame se cerraron en una "u"; pero, tras un breve instante de vacilación, ningún sonido brotó de su garganta. Al final, frunció los labios, agachó la mirada, y terminó por llevarse el dedo índice y corazón a la parte posterior de su oreja derecha. Allí donde, hacía tanto tiempo, había lucido el sello con el ideograma "Nueve".