19/07/2022, 23:57
(Última modificación: 19/07/2022, 23:58 por Amedama Daruu.)
—La última vez que hablamos, no lo parecía —declaró Gyūki, aunque había una evidente duda en su voz.
—Esto no puede estar pasando. —Katsudon no lo estaba pasando bien, desde luego. Estaba blanco como la leche, y se agarraba al cuello de Gyūki como si nunca le hubiera tenido miedo. Ya saben lo que dicen. "Más vale bijū conocido..."
Isobu se movió. Se agachó un poco, y pareció tomar alguien. No respondió a la llamada de Gyūki. En lugar de eso, entrecerró su único ojo y pasó la mirada entre el bijū, Katsudon y Reiji, alternativamente. Pareció suspirar y cerró el ojo.
Luego, lo abrió. Y también la boca.
—No parece que esté de nuestra parte. —Gyūki, aparentemente con toda la tranquilidad del mundo, echó mano del mango de las espadas que Reiji le había forjado, y lentamente las mostró frente a sí—. Espero por vuestro bien que este acero sea tan bueno como presumes, Reiji-kun. Lo que va a suceder a continuación no os va a gustar.
—Oh, por los sandwiches del almuerzo de los padres de todos los dioses, ¿no me digas que...?
En efecto. El Sanbi había abierto sus fauces. Las olas a su alrededor se volvieron tan indómitas como las de una tormenta. Frente a su boca, una esfera relativamente pequeña —por la distancia— de chakra de color blanco y negro comenzaba a crecer.
—Necesito que estéis completamente quietos.
—Gyūki, debo hacer algo... ¡necesito hacer algo! ¡Si crezco...!
—No es una lucha que pueda vencer un sólo humano. Déjame esto a mí.
—Esto no puede estar pasando. —Katsudon no lo estaba pasando bien, desde luego. Estaba blanco como la leche, y se agarraba al cuello de Gyūki como si nunca le hubiera tenido miedo. Ya saben lo que dicen. "Más vale bijū conocido..."
Isobu se movió. Se agachó un poco, y pareció tomar alguien. No respondió a la llamada de Gyūki. En lugar de eso, entrecerró su único ojo y pasó la mirada entre el bijū, Katsudon y Reiji, alternativamente. Pareció suspirar y cerró el ojo.
Luego, lo abrió. Y también la boca.
—No parece que esté de nuestra parte. —Gyūki, aparentemente con toda la tranquilidad del mundo, echó mano del mango de las espadas que Reiji le había forjado, y lentamente las mostró frente a sí—. Espero por vuestro bien que este acero sea tan bueno como presumes, Reiji-kun. Lo que va a suceder a continuación no os va a gustar.
—Oh, por los sandwiches del almuerzo de los padres de todos los dioses, ¿no me digas que...?
En efecto. El Sanbi había abierto sus fauces. Las olas a su alrededor se volvieron tan indómitas como las de una tormenta. Frente a su boca, una esfera relativamente pequeña —por la distancia— de chakra de color blanco y negro comenzaba a crecer.
—Necesito que estéis completamente quietos.
—Gyūki, debo hacer algo... ¡necesito hacer algo! ¡Si crezco...!
—No es una lucha que pueda vencer un sólo humano. Déjame esto a mí.