14/02/2016, 18:30
(Última modificación: 14/02/2016, 18:55 por Sasagani Yota.)
-Me parece que lees demasiados libros, muchacho-
Tenía que ser eso. No entraba en ninguna cabeza que se iniciase una guerra por dos putos gennins del montón, menos aún entre aquellas dos grandes fabricas de gennins. Solo eramos uno más de nuestros respectivos hogares. Particulares, eso sí, uno hacia de tiburón y el otro de araña, pero seguíamos siendo del montón.Nada que no pudiese ser reemplazable.
Pronto el muchacho avanzó, liberándonos de sus ataduras azuladas y tanto Eri como yo procedimos a seguirle. Si todo iba bien nos guiaría hasta el huerto. a medida que avanzábamos, el escualo iba saludando a la gente con su particular manera de hacer amigos, pero no parecía importarle. Lo más probable es que estuviese acostumbrado a recibir ese tipo de miradas de desprecio.
Por su parte, la peliazul de Uzushio cada vez se agarraba más a mí. Por alguna razón estaba inquieta. Pose mi mano sobre la suya. Tuve la necesidad imperiosa de tranquilizarla. Como si por química o ciencia infusa fuese, pude notar que no estaba a gusto y entonces fue cuando activé definitivamente todas mis alarmas. si ya no me fiaba de Kaido, después de haber sentido aquello me fiaba aún menos.
-No debes tener miedo de nada. Si ese imbécil intenta hacerte algo lo lamentará- añadí con voz conciliadora -Ya verás como no será tan estúpido como parece-
Instantes después, llegamos ante aquella sabana de calabazas. Los campos eran inmensos y entre ellos una mancha azul destacaba. Era la cabellera de mi compañera que se había adentrado en los campos de plantación de las calabazas.
-¡Espera, Eri!-
Ignoré lo que dijo Kaido, ahora mismo me preocupaba mi camarada. Algo iba mal, ¿Por qué se había metido hasta ahí dentro de ese modo? Me daba cierta mala espina así que salí tras ella.
la chica empezó a retroceder, asustada hasta que tropezó con algo. En ese mismo instante la perdí de vista y las pulsaciones se me aceleraron por culpa de la adrenalina hasta que oí aquel llanto.
-¡Eri!-
Aumenté la velocidad y el tamaño de mis zancadas a medida que iba saltando calabazas e iba apartando ramas hasta que llegué hasta ella. Estaba sentada en el suelo, sus ojos brillaban y las lágrimas ensombrecían su rostro.
*Qué... cojones...*
Me froté los ojos, ladee mi cabeza enérgicamente, como si estuviese negando la realidad y me acerqué hasta ella, acuclillandome poniendo mi dedo índice y corazón bajo su barbilla
-Oye... ¿Estás bien?-
*Pensaba qué te habías hecho daño*
-Vamos, levántate, todo va a ir bien-
Le brindé mis manos y una sonrisa pero la pregunta era, ¿Confiaría en mí?
Tenía que ser eso. No entraba en ninguna cabeza que se iniciase una guerra por dos putos gennins del montón, menos aún entre aquellas dos grandes fabricas de gennins. Solo eramos uno más de nuestros respectivos hogares. Particulares, eso sí, uno hacia de tiburón y el otro de araña, pero seguíamos siendo del montón.Nada que no pudiese ser reemplazable.
Pronto el muchacho avanzó, liberándonos de sus ataduras azuladas y tanto Eri como yo procedimos a seguirle. Si todo iba bien nos guiaría hasta el huerto. a medida que avanzábamos, el escualo iba saludando a la gente con su particular manera de hacer amigos, pero no parecía importarle. Lo más probable es que estuviese acostumbrado a recibir ese tipo de miradas de desprecio.
Por su parte, la peliazul de Uzushio cada vez se agarraba más a mí. Por alguna razón estaba inquieta. Pose mi mano sobre la suya. Tuve la necesidad imperiosa de tranquilizarla. Como si por química o ciencia infusa fuese, pude notar que no estaba a gusto y entonces fue cuando activé definitivamente todas mis alarmas. si ya no me fiaba de Kaido, después de haber sentido aquello me fiaba aún menos.
-No debes tener miedo de nada. Si ese imbécil intenta hacerte algo lo lamentará- añadí con voz conciliadora -Ya verás como no será tan estúpido como parece-
Instantes después, llegamos ante aquella sabana de calabazas. Los campos eran inmensos y entre ellos una mancha azul destacaba. Era la cabellera de mi compañera que se había adentrado en los campos de plantación de las calabazas.
-¡Espera, Eri!-
Ignoré lo que dijo Kaido, ahora mismo me preocupaba mi camarada. Algo iba mal, ¿Por qué se había metido hasta ahí dentro de ese modo? Me daba cierta mala espina así que salí tras ella.
la chica empezó a retroceder, asustada hasta que tropezó con algo. En ese mismo instante la perdí de vista y las pulsaciones se me aceleraron por culpa de la adrenalina hasta que oí aquel llanto.
-¡Eri!-
Aumenté la velocidad y el tamaño de mis zancadas a medida que iba saltando calabazas e iba apartando ramas hasta que llegué hasta ella. Estaba sentada en el suelo, sus ojos brillaban y las lágrimas ensombrecían su rostro.
*Qué... cojones...*
Me froté los ojos, ladee mi cabeza enérgicamente, como si estuviese negando la realidad y me acerqué hasta ella, acuclillandome poniendo mi dedo índice y corazón bajo su barbilla
-Oye... ¿Estás bien?-
*Pensaba qué te habías hecho daño*
-Vamos, levántate, todo va a ir bien-
Le brindé mis manos y una sonrisa pero la pregunta era, ¿Confiaría en mí?
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa