1/11/2022, 00:57
Ah, la caída libre bajo sus pies. Era lo que tenía cuando te intercambiabas por una persona que tenía alas para volar. ¿Qué él también las podía tener? ¡Por supuesto! Pero no iba a dejarse los ojos por una carrera entre amigos.
Si bien antaño se hubiese meado encima al empezar a perder altura a toda velocidad, ahora… Bueno, ahora era Uzukage, entre otras cosas. Eso tenía que servir para algo. Formó un sello, y un Kage Bunshin apareció a su lado. Le tomó de un brazo y, girando como una peonza, le lanzó contra la azotea en la que iba a estrellarse.
—¡Hijo de puta! ¡¿Me sacrificas?! —gritó, indignado, su clon. Pero al final cumplió su función. ¡Pues claro que lo hizo, por la conveniencia de su yo real! De una rápida tanda de sellos, expulsó un gran chorro de tierra sobre la azotea justo antes de que…
… su cabeza se estrellase contra el suelo y reventase en una sonora nube de humo. Pero lo había hecho haciendo su cometido, que era la de invocar un muro de tierra de doce metros de altura sobre la que Datsue pudiese apoyarse sin romperse la crisma. Lo hizo de tal forma que el muro dividió la azotea en dos mitades casi exactas.
—¡Oye! ¡Puto desgraciado! ¡Que esta es mi casa! —gritó una muchacha que se encontraba allí, una vez pudo recuperar la mandíbula del suelo.
—¡P-piénselo de este modo! ¡Así ya no tendrá que verle la cara al vecino tocapelotas! —se excusó, apelando a la verdad más antigua de este mundo: siempre existe un vecino con el que te llevas mal, vivas donde vivas.
Siguió corriendo por el borde del muro y luego ejecutó un Shunshin hasta la Torre de la Arashikage, donde se apoyó para impulsarse de nuevo hacia arriba. Cuando recobró la velocidad normal, los divisó. Ambos volaban, los muy cabrones. Él les sacaba ventaja, pero ellos iban a acortar el camino yendo en diagonal. Ayame, además, lo hacía a una velocidad endiabladamente rápida.
A Datsue siempre se le había dado bien medir las distancias. No era cuestión de algo que pudiese darle un Sharingan, o un Byakugan. Era más bien un talento natural, un don. Podría decirse que era un ojimetrista. Y por la velocidad a la que iba Ayame…
Sonrió. Sabían los Dioses que había intentado ganar. Respetaba lo suficiente a Ayame como para saber que, de ponérselo fácil, se daría cuenta. Vencerla en su punto fuerte era una puñalada en el orgullo. Ser descubierto dejándose ganar era directamente pisarle el cuello hasta hundirle la cara en el fango. No, no se había dejado ganar. Y aún así, Datsue descubrió aquel día que, por imposible que le hubiese resultado antaño, existían.
Existían las derrotas dulces.
Si bien antaño se hubiese meado encima al empezar a perder altura a toda velocidad, ahora… Bueno, ahora era Uzukage, entre otras cosas. Eso tenía que servir para algo. Formó un sello, y un Kage Bunshin apareció a su lado. Le tomó de un brazo y, girando como una peonza, le lanzó contra la azotea en la que iba a estrellarse.
—¡Hijo de puta! ¡¿Me sacrificas?! —gritó, indignado, su clon. Pero al final cumplió su función. ¡Pues claro que lo hizo, por la conveniencia de su yo real! De una rápida tanda de sellos, expulsó un gran chorro de tierra sobre la azotea justo antes de que…
¡¡Plaff!!
… su cabeza se estrellase contra el suelo y reventase en una sonora nube de humo. Pero lo había hecho haciendo su cometido, que era la de invocar un muro de tierra de doce metros de altura sobre la que Datsue pudiese apoyarse sin romperse la crisma. Lo hizo de tal forma que el muro dividió la azotea en dos mitades casi exactas.
—¡Oye! ¡Puto desgraciado! ¡Que esta es mi casa! —gritó una muchacha que se encontraba allí, una vez pudo recuperar la mandíbula del suelo.
—¡P-piénselo de este modo! ¡Así ya no tendrá que verle la cara al vecino tocapelotas! —se excusó, apelando a la verdad más antigua de este mundo: siempre existe un vecino con el que te llevas mal, vivas donde vivas.
Siguió corriendo por el borde del muro y luego ejecutó un Shunshin hasta la Torre de la Arashikage, donde se apoyó para impulsarse de nuevo hacia arriba. Cuando recobró la velocidad normal, los divisó. Ambos volaban, los muy cabrones. Él les sacaba ventaja, pero ellos iban a acortar el camino yendo en diagonal. Ayame, además, lo hacía a una velocidad endiabladamente rápida.
A Datsue siempre se le había dado bien medir las distancias. No era cuestión de algo que pudiese darle un Sharingan, o un Byakugan. Era más bien un talento natural, un don. Podría decirse que era un ojimetrista. Y por la velocidad a la que iba Ayame…
Sonrió. Sabían los Dioses que había intentado ganar. Respetaba lo suficiente a Ayame como para saber que, de ponérselo fácil, se daría cuenta. Vencerla en su punto fuerte era una puñalada en el orgullo. Ser descubierto dejándose ganar era directamente pisarle el cuello hasta hundirle la cara en el fango. No, no se había dejado ganar. Y aún así, Datsue descubrió aquel día que, por imposible que le hubiese resultado antaño, existían.
Existían las derrotas dulces.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado