27/11/2022, 21:58
Suzume alzó la mirada a la morena, y luego miró a sus amigas.
—N-no es el cabello. Es... ¿Y si hubiera sido otra cosa? —La cantante se acariciaba el cabello, más como un tic que otra cosa.
—Ren tiene razón, salgamos un rato a que te despejes. Esto... Saki-san no tiene por qué enterarse, ¿Verdad?
—¿¿Qué?? Odorihime-san, debo contárselo. Ella... Vela por mí, y yo fui muy imprudente y... Cualquiera podría... Podría haber... Y yo no soy lo suficientemente...
La pelirroja estaba muy molesta, aunque no parecía estarlo con Tsubame, sino consigo misma. Tanto que le costaba trabajo encontrar las palabras correctas.
Mientras tanto, la pelirrosa seguía forcejeando en vano.
—¿¡Qué vas a saber tú!? —le espetó a Miki. Parecía que sólo guardaba su vocecita temerosa para la idol—. ¿¡Cómo te atreviste a abrazar primero a Suzume-chan!? ¿Sabes? ¡E-es tu culpa! ¡Si no la hubieses abrazado, yo no habría decidido hacerlo! ¡Me habría ido tijera en mano como todas esas veces! ¡Pero fuiste a manchar los brazos de Suzume-chan! ¡ES TU CULPA!
Tsubame miró por la ventana y vio a Suzume, levantándose, mirada baja, claramente alterada. Su labio inferior tembló, quizás de la ira o de la impotencia.
—Me perdonará —dijo sin apartar la vista de ella —. Suzume-chan entenderá por qué lo hice y me perdonará. Es un ángel. S-sabe que no le hice daño. Me perdonará y luego se reirá del día de hoy, y pensará en la tímida chica pelirrosa que le arrebató un abrazo y su corazón. Sí. Sí —Tal vez las hermanas no lo veían, pero debajo de la manga de su enorme suéter, Tsubame apretaba el mechón de pelo rojo con toda su fuerza. —. Dijeron que no me harían daño y que me dejarían si me mostraban algo. Ya, déjenme ir.
Tsubame ya no forcejeaba, pero en cuanto Chika le soltase, correría de nuevo.
—N-no es el cabello. Es... ¿Y si hubiera sido otra cosa? —La cantante se acariciaba el cabello, más como un tic que otra cosa.
—Ren tiene razón, salgamos un rato a que te despejes. Esto... Saki-san no tiene por qué enterarse, ¿Verdad?
—¿¿Qué?? Odorihime-san, debo contárselo. Ella... Vela por mí, y yo fui muy imprudente y... Cualquiera podría... Podría haber... Y yo no soy lo suficientemente...
La pelirroja estaba muy molesta, aunque no parecía estarlo con Tsubame, sino consigo misma. Tanto que le costaba trabajo encontrar las palabras correctas.
Mientras tanto, la pelirrosa seguía forcejeando en vano.
—¿¡Qué vas a saber tú!? —le espetó a Miki. Parecía que sólo guardaba su vocecita temerosa para la idol—. ¿¡Cómo te atreviste a abrazar primero a Suzume-chan!? ¿Sabes? ¡E-es tu culpa! ¡Si no la hubieses abrazado, yo no habría decidido hacerlo! ¡Me habría ido tijera en mano como todas esas veces! ¡Pero fuiste a manchar los brazos de Suzume-chan! ¡ES TU CULPA!
Tsubame miró por la ventana y vio a Suzume, levantándose, mirada baja, claramente alterada. Su labio inferior tembló, quizás de la ira o de la impotencia.
—Me perdonará —dijo sin apartar la vista de ella —. Suzume-chan entenderá por qué lo hice y me perdonará. Es un ángel. S-sabe que no le hice daño. Me perdonará y luego se reirá del día de hoy, y pensará en la tímida chica pelirrosa que le arrebató un abrazo y su corazón. Sí. Sí —Tal vez las hermanas no lo veían, pero debajo de la manga de su enorme suéter, Tsubame apretaba el mechón de pelo rojo con toda su fuerza. —. Dijeron que no me harían daño y que me dejarían si me mostraban algo. Ya, déjenme ir.
Tsubame ya no forcejeaba, pero en cuanto Chika le soltase, correría de nuevo.