13/02/2023, 19:01
(Última modificación: 13/02/2023, 19:03 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Daruu chasqueó la lengua y se encogió de hombros, las palmas de las manos hacia arriba.
—Hay que ver... —dijo, acercándose a sus amigos—. No hay lugar en toda Amegakure donde hagan una mejor pizza que yo. No, compañero, hoy te llevarás un recuerdo dulce del País de la Tormenta. Una hidromiel pluvial.
Los kunais cruzados era el nombre del sitio. Era un tugurio con claroscuros, ampliado recientemente, más concurrido de lo habitual. Y aunque antaño su dueño había sido un criminal, era, más que nunca, la clase de lugar a la que jamás iría un maleante.
Porque, además de ser el bar favorito de los shinobis de Amegakure, allí también estaban La Guardiana, el Demonio de Ojos Blancos, y el Uzukage en persona.
Kirishima había reformado el local recientemente, pero había mantenido la esencia. Era un lugar acogedor y tradicional, con barra, taburetes y mesas de madera. La luz entraba aún tenue por los cristales traslúcidos en los días de lluvia, y las lámparas de tubo seguían ahí. Afortunadamente, seguía oliendo a madera de pino. Y a alcohol. A pesar de que la bebida más famosa de Kirishima apenas tenía dos pares de grados.
Era la hidromiel pluvial, y con la buena compañía, sabía mucho mejor.
Amedama Daruu seguía sin beber demasiado alcohol, pero no podría dejar atrás la hidromiel pluvial ni con la mirada de doscientas Ayames asqueadas juntas. Sabía dulce, tenía el punto justo de alcohol para sentir ese pequeño picor en la garganta1...
Mucho se temía que aquél día no había cotilleos. Sospechaba que el cotilleo serían ellos mismos.
Todo estaba igual que aquél día, con algunos más amigos, y aún así echaba de menos a uno de ellos. Echaba de menos a Umikiba Kaido.
En eso estaba pensando el Hyūga, con mirada ausente, mientras clavaba la vista al techo, eso sí, con una sonrisa. Porque estaba feliz, a pesar de todo. ¿Cómo no estarlo?
(1): Sentías el picor en la garganta con la primera, la segunda, y la tercera jarra. Con la cuarta ya no notabas nada, y con la quinta no te importaba si sabía dulce o sabía salada. Algunos llegaban a la décima... la décima zanja del camino a Shinogi-To, a altas horas de la madrugada.
—Hay que ver... —dijo, acercándose a sus amigos—. No hay lugar en toda Amegakure donde hagan una mejor pizza que yo. No, compañero, hoy te llevarás un recuerdo dulce del País de la Tormenta. Una hidromiel pluvial.
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Los kunais cruzados era el nombre del sitio. Era un tugurio con claroscuros, ampliado recientemente, más concurrido de lo habitual. Y aunque antaño su dueño había sido un criminal, era, más que nunca, la clase de lugar a la que jamás iría un maleante.
Porque, además de ser el bar favorito de los shinobis de Amegakure, allí también estaban La Guardiana, el Demonio de Ojos Blancos, y el Uzukage en persona.
Kirishima había reformado el local recientemente, pero había mantenido la esencia. Era un lugar acogedor y tradicional, con barra, taburetes y mesas de madera. La luz entraba aún tenue por los cristales traslúcidos en los días de lluvia, y las lámparas de tubo seguían ahí. Afortunadamente, seguía oliendo a madera de pino. Y a alcohol. A pesar de que la bebida más famosa de Kirishima apenas tenía dos pares de grados.
Era la hidromiel pluvial, y con la buena compañía, sabía mucho mejor.
Amedama Daruu seguía sin beber demasiado alcohol, pero no podría dejar atrás la hidromiel pluvial ni con la mirada de doscientas Ayames asqueadas juntas. Sabía dulce, tenía el punto justo de alcohol para sentir ese pequeño picor en la garganta1...
Mucho se temía que aquél día no había cotilleos. Sospechaba que el cotilleo serían ellos mismos.
Todo estaba igual que aquél día, con algunos más amigos, y aún así echaba de menos a uno de ellos. Echaba de menos a Umikiba Kaido.
En eso estaba pensando el Hyūga, con mirada ausente, mientras clavaba la vista al techo, eso sí, con una sonrisa. Porque estaba feliz, a pesar de todo. ¿Cómo no estarlo?
(1): Sentías el picor en la garganta con la primera, la segunda, y la tercera jarra. Con la cuarta ya no notabas nada, y con la quinta no te importaba si sabía dulce o sabía salada. Algunos llegaban a la décima... la décima zanja del camino a Shinogi-To, a altas horas de la madrugada.
![[Imagen: K02XwLh.png]](https://i.imgur.com/K02XwLh.png)