Viejos amigos, nueva voz

[Uchiha Datsue]

Cabía decir que Datsue estaba contentillo. Contento por volver a reunirse con sus amigos después de tanto tiempo, claro. Contento por conocer una nueva villa, sus extrañas costumbres, sus curiosos y variopintos locales. Contento por sentarse a bromear y charlar de cosas mundanas. Contento por…

Bueno, sí, también por las siete u ocho hidromieles que se había metido entre pecho y espalda. La verdad que había perdido la cuenta en algún punto a partir de la quinta, pero juraría que la cuenta andaba por ahí. No estaba borracho. No. No. Era Uzukage, después de todo. No podía permitirse el lujo de pegarse una de sus borracheras en una Villa que no era la suya, justo después de debatir sobre el destino de Ōnindo.

Pero dejémoslo en que estaba contentillo. O lo estaba, hasta que se dio cuenta de algo. De la ausencia de algo.

De pronto, palideció.

—R-rápido —Tomó a Daruu por el cuello de la camiseta, que estaba sonriendo bobamente mirando al techo, y lo zarandeó—. ¡R-rápido! ¡Golpéame! ¡Golpéame fuerte! —Buscó con la mirada a Ayame, pensando que quizá ella estuviese en mejores condiciones para semejante tarea—. ¡Un puñetazo! ¡Una patada! ¡Dame una bien tocha, Ayame!

»¡Pero en la cara no, cabrones! ¡En la cara no que tengo una entrevista televisiva en unos días! —se inventó, como si el alcohol reflotase aquel viejo Datsue que contaba trolas sin saber muy bien porqué, como el bebé recién nacido que toma aire y respira sin comprender tampoco el motivo—. ¿¡Vamos, sois amejines o qué!?