23/02/2023, 16:54
Los Kunais Cruzados seguía igual que siempre. Pero, para Ayame, que llevaba tanto tiempo sin pasar el tiempo en un lugar así, fue como si cruzara de nuevo el umbral de la puerta por primera vez. El olor del alcohol mezclado con el de la madera de pino le hacía arrugar la nariz con desaprobación, pero al mismo tiempo se sentía en un lugar familiar. Se sintió acogida.
Y, aún así, miraba a sus dos compañeros de mesa con el ceño fruncido. Ella tenía entre las manos un zumo de naranja, mientras Daruu y Datsue disfrutaban de sus hidromieles pluviales. Disfrutando demasiado. Especialmente Uchiha Datsue.
[psub=dodgerblue]¿Cómo demonios ha conseguido ascender a Uzukage?[/color] Se preguntaba, mientras sus iris castaños seguían el recorrido de la octava hidromiel que se llevaba al gaznate. Era probable que Datsue hubiese perdido la cuenta a partir de la quinta, pero ella no lo había hecho. Le vigilaba con la mandíbula tensa.
De golpe y porrazo, como si hubiese percibido el gélido aura que envolvía a Ayame, el Uzukage se puso pálido como un muerto.
—R-rápido —dijo, tomando a Daruu por el cuello de la camiseta, y zarandeándolo del mundo interior en el que había estado sumergido hasta el momento—. ¡R-rápido! ¡Golpéame! ¡Golpéame fuerte! —Pidió, justo antes de buscar la mirada de Ayame—. ¡Un puñetazo! ¡Una patada! ¡Dame una bien tocha, Ayame!
Una sonrisa ladina, curvó los labios de la kunoichi.
—¡Pero en la cara no, cabrones! ¡En la cara no que tengo una entrevista televisiva en unos días! ¿¡Vamos, sois amejines o qué!?
Ayame se incorporó de su silla, con el rostro sombrío y aquella sonrisa de medio lado aún en su rostro.
—Sus órdenes son un deseo para mí, Uzukage-sama.
Utilizando su peculiar habilidad como Hōzuki, la kunoichi había licuado parte del interior de su cuerpo y había reunido todo ese agua en su brazo derecho. Como si de un globo se tratara, los músculos de este se inflaron de forma inhumana, y el brutal golpe que lanzó contra el abdomen de Uchiha Datsue tenía la fuerza de un martillo hidráulico.
Y, aún así, miraba a sus dos compañeros de mesa con el ceño fruncido. Ella tenía entre las manos un zumo de naranja, mientras Daruu y Datsue disfrutaban de sus hidromieles pluviales. Disfrutando demasiado. Especialmente Uchiha Datsue.
[psub=dodgerblue]¿Cómo demonios ha conseguido ascender a Uzukage?[/color] Se preguntaba, mientras sus iris castaños seguían el recorrido de la octava hidromiel que se llevaba al gaznate. Era probable que Datsue hubiese perdido la cuenta a partir de la quinta, pero ella no lo había hecho. Le vigilaba con la mandíbula tensa.
De golpe y porrazo, como si hubiese percibido el gélido aura que envolvía a Ayame, el Uzukage se puso pálido como un muerto.
—R-rápido —dijo, tomando a Daruu por el cuello de la camiseta, y zarandeándolo del mundo interior en el que había estado sumergido hasta el momento—. ¡R-rápido! ¡Golpéame! ¡Golpéame fuerte! —Pidió, justo antes de buscar la mirada de Ayame—. ¡Un puñetazo! ¡Una patada! ¡Dame una bien tocha, Ayame!
Una sonrisa ladina, curvó los labios de la kunoichi.
—¡Pero en la cara no, cabrones! ¡En la cara no que tengo una entrevista televisiva en unos días! ¿¡Vamos, sois amejines o qué!?
Ayame se incorporó de su silla, con el rostro sombrío y aquella sonrisa de medio lado aún en su rostro.
—Sus órdenes son un deseo para mí, Uzukage-sama.
Utilizando su peculiar habilidad como Hōzuki, la kunoichi había licuado parte del interior de su cuerpo y había reunido todo ese agua en su brazo derecho. Como si de un globo se tratara, los músculos de este se inflaron de forma inhumana, y el brutal golpe que lanzó contra el abdomen de Uchiha Datsue tenía la fuerza de un martillo hidráulico.