2/03/2023, 17:15
A decir verdad, Ayame no esperaba que su golpe fuese a ser tan potente. Quizás había sido fruto de no haber utilizado sus habilidades propiamente durante tanto tiempo. ¿O quizás en el fuero interno si que lo había deseado? No lo sabía. Y eso la dejaba aún más perpleja. Pero, al mismo tiempo no se arrepentía.
Hasta que vio la mirada del pobre Kirishima clavada sobre ella.
No fue hasta ese momento cuando se dio realmente cuenta de lo que había hecho: su puñetazo había propulsado hacia atrás el cuerpo del Uchiha, y con este la silla sobre la que estaba sentado. A su paso se dibujó un surco en el suelo recién reformado, chocando en el proceso contra otras sillas y mesas hasta llegar contra la barra del bar. Todo se había convertido en astillas, escombros y madera por todas partes. Y, por supuesto, el jaleo había alterado al resto de la clientela. Mientras unos se habían quedado paralizados en el sitio, otros habían aprovechado la confusión del momento para salir por patas.
—Y... yo... —comenzó a balbucear Ayame, con las mejillas encendidas como los neones de Amegakure por la noche. Y su voz comenzó a sufrir altibajos, como si amenazara con volver a cerrar su garganta—. Lo... Lo siento. Le... le pagaré todo... Le ayudaré a arreglarlo... ¡Lo siento, Kirishima-san!
Aunque no hubo ninguna disculpa para el pobre Uchiha Datsue.
Hasta que vio la mirada del pobre Kirishima clavada sobre ella.
No fue hasta ese momento cuando se dio realmente cuenta de lo que había hecho: su puñetazo había propulsado hacia atrás el cuerpo del Uchiha, y con este la silla sobre la que estaba sentado. A su paso se dibujó un surco en el suelo recién reformado, chocando en el proceso contra otras sillas y mesas hasta llegar contra la barra del bar. Todo se había convertido en astillas, escombros y madera por todas partes. Y, por supuesto, el jaleo había alterado al resto de la clientela. Mientras unos se habían quedado paralizados en el sitio, otros habían aprovechado la confusión del momento para salir por patas.
—Y... yo... —comenzó a balbucear Ayame, con las mejillas encendidas como los neones de Amegakure por la noche. Y su voz comenzó a sufrir altibajos, como si amenazara con volver a cerrar su garganta—. Lo... Lo siento. Le... le pagaré todo... Le ayudaré a arreglarlo... ¡Lo siento, Kirishima-san!
Aunque no hubo ninguna disculpa para el pobre Uchiha Datsue.