17/02/2016, 07:49
En la habitación 666 el hedor de la muerte impregnaba el aire, aquel olor a antisépticos y vendajes sucios. Un pequeño cuerpo tendido entre multitud de implementos que solo prolongaban su agonía al mantenerlo con vida más tiempo. Sus brazos y piernas se veían famélicos, mientras que su cabellera se mostraba gris por el sudor frío y la suciedad que oscurecían. Yacía postrado y con la posibilidad de dar su último aliento arrebata de él, puesto que era una máquina fría y metálica la que aún le obligaba a respirar. Poco quedaba de pulmones en aquel tórax aplastado y poco le quedaba de humano, con aquellas bolsas de inmundicia que colgaban de sus intestinos expuesto. Kazuma recordaba cada segundo desde que entró en aquella habitación y daba gracias por cada segundo que se le escapaba y que le acercaba a poder abandonarla en paz.
Por suerte para él no tardó mucho en abandonar la habitación que compartía con el viejo Kaneki. Se trataba de un señor canoso y bajito que se disputaba sus últimas horas de vida luego de un accidente de construcción.
Parecía que luego de la intervención que le hicieron, tuvieron que dejarle en aquel cuarto por si se presentaba alguna complicación, o por si estiraba la pata como pensaba él. Posteriormente lo trasladaron a la habitación “238” donde disfrutaría de un ambiente más ameno para aquellas personas que se esperaba sobrevivieran.
Era un lugar cómodo, blanco y con olor a limpio. Pero aun así tenía una sensación desagradable, y no sabía por qué sentirse peor; Si por dejar que el viejo recibiera la muerte solo o por el buitre que se posaba todos los días frente a su ventana.
![[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]](https://i.pinimg.com/originals/aa/b6/87/aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif)