17/02/2016, 23:08
(Última modificación: 17/02/2016, 23:40 por Umikiba Kaido.)
A Kaido no le bastó con ver a la joven Eri en el suelo, magullada y solloza por su caída. Tuvo que soltar un comentario que probablemente le hizo sentir más vergüenza de la que ya cargaba encima, haciendo que la experiencia no fuera la más grata del mundo. Y ante semejante señalamiento, la muchacha no pudo reprimir mucho más tiempo las palabras a tal punto de devolver de tú a tú las recriminaciones que el tiburón comenzó desde un principio, con un mote que en lo personal había escuchado infinidad de veces.
-¡Aunque yo tenga una edad mental de ocho años, al menos no soy una cara de pez!
En efecto, él tenía el rostro repleto de detalles que le asemejan a un animal marino. No había novedad en eso ni para sí mismo ni para los que le rodean. Ella, en cambio, era débil e infantil; incapaz de hacer honor a la labor de un shinobi. Y aunque fuera algo que pudiese ocultar con el esfuerzo apropiado a fin de aparentar al menos un poco más de fortaleza, evidentemente no parecía demasiado interesada en hacerlo. Pues, que una simple caída la delatara era, cuanto menos; preocupante. Y aunque no lo viera en ese momento, ello podría traerle problemas más adelante cuando enfrentase situaciones que fueran realmente comprometedoras.
Por suerte, no era su problema. Los del remolino podrían encargarse de ello luego.
No obstante, el berrinche de la muchacha no había terminado allí. También lanzó una pequeña calabaza al rostro del gyojin y salió corriendo apenas su brazo hubo terminado el movimiento. Y Yota, como príncipe sobre corcel; le siguió un par de metros para detenerla.
«Al menos le ha dado un beso, el cabrón debería agradecerme»
Kaido suspiró hastiado y se estrujó los ojos. Podía hacer dos cosas: o les dejaba inmersos en su propio drama y les dejaba solos o se disculpaba debidamente a la espera de que la diversión no se fuera con ellos. Después de todo, Yachi no estaba siendo demasiado divertida de todos modos.
Caminó hasta ellos y carraspeó la garganta. Era evidente que lucía incómodo y las muecas en su rostro demostraban lo difícil que le resultaba siquiera pensar en decir lo siguiente.
—Mira, lo siento; ¿está bien? —argumentó con dificultad—. no he querido ofenderte ni nada similar. Es sólo que deberías esforzarte un poco más en guardar las apariencias, más cuando hay un shinobi de otra aldea contigo. Es probable que pueda traerte problemas luego, ¿entiendes?
Luego miró a Yota fugazmente, para volver a la peliazul.
»Tómalo como un consejo. Si no te lo decía yo ahora mismo, alguien más lo habría hecho luego. Solo estoy siendo un buen samaritano, aunque no tenga las mejores formas de hacerlo, evidentemente.
Sonrió. Inconsciente de que sus dientes no ayudaría demasiado, pero no había de otra.
-¡Aunque yo tenga una edad mental de ocho años, al menos no soy una cara de pez!
En efecto, él tenía el rostro repleto de detalles que le asemejan a un animal marino. No había novedad en eso ni para sí mismo ni para los que le rodean. Ella, en cambio, era débil e infantil; incapaz de hacer honor a la labor de un shinobi. Y aunque fuera algo que pudiese ocultar con el esfuerzo apropiado a fin de aparentar al menos un poco más de fortaleza, evidentemente no parecía demasiado interesada en hacerlo. Pues, que una simple caída la delatara era, cuanto menos; preocupante. Y aunque no lo viera en ese momento, ello podría traerle problemas más adelante cuando enfrentase situaciones que fueran realmente comprometedoras.
Por suerte, no era su problema. Los del remolino podrían encargarse de ello luego.
No obstante, el berrinche de la muchacha no había terminado allí. También lanzó una pequeña calabaza al rostro del gyojin y salió corriendo apenas su brazo hubo terminado el movimiento. Y Yota, como príncipe sobre corcel; le siguió un par de metros para detenerla.
«Al menos le ha dado un beso, el cabrón debería agradecerme»
Kaido suspiró hastiado y se estrujó los ojos. Podía hacer dos cosas: o les dejaba inmersos en su propio drama y les dejaba solos o se disculpaba debidamente a la espera de que la diversión no se fuera con ellos. Después de todo, Yachi no estaba siendo demasiado divertida de todos modos.
Caminó hasta ellos y carraspeó la garganta. Era evidente que lucía incómodo y las muecas en su rostro demostraban lo difícil que le resultaba siquiera pensar en decir lo siguiente.
—Mira, lo siento; ¿está bien? —argumentó con dificultad—. no he querido ofenderte ni nada similar. Es sólo que deberías esforzarte un poco más en guardar las apariencias, más cuando hay un shinobi de otra aldea contigo. Es probable que pueda traerte problemas luego, ¿entiendes?
Luego miró a Yota fugazmente, para volver a la peliazul.
»Tómalo como un consejo. Si no te lo decía yo ahora mismo, alguien más lo habría hecho luego. Solo estoy siendo un buen samaritano, aunque no tenga las mejores formas de hacerlo, evidentemente.
Sonrió. Inconsciente de que sus dientes no ayudaría demasiado, pero no había de otra.