18/02/2016, 22:31
(Última modificación: 18/02/2016, 22:31 por Uzumaki Eri.)
Se llevó una mano a la frente, impactando con la placa metálica que recubría dicha parte de su cara. ¡No atinaba con nada! Hinchó los mofletes un poco de forma reprochadora, mirando con los ojos entrecerrados por las rendijas de sus dedos al pelirrojo -Venga, vamos a olvidar todo esto, ¿Eh? Yo, como el gran Yota os perdono a todos, hijos mios y ahora vamos a por esa calabaza-.
Sus mejillas se fueron deshinchando como si de pequeños globos se tratasen mientras se coloreaban de un tono rosado y se comenzó a acariciar el flequillo con el dedo pulgar y el índice, ocultándose todavía más de las miradas de ambos. Ese chico comenzaba a gustarle y no sabía como tomárselo, incluso le empezaba a gustar Samekichi, ¡y eso era mucho decir! Estúpida gente. Kaido asintió y le dio la razón al Sasagani. Y colorín colorado, este cuento no se había acabado porque todavía quedaba encontrar la endiablada calabaza que necesitaba Yoko para seguramente un pastel que sabría a zanahoria. ¿Lógica? Ni la busquéis, porque no la hallaréis.
Dejó caer su mano al lado de su cuerpo y en pocos segundos ya se encontraba junto al intento de tiburón entre la cosecha anaranjada.
Acuclillada y fija en lo que quería hacer, no se percató de que uno de los trabajadores dejaba su trabajo y salía corriendo hacia justamente la dirección opuesta, presa del pánico, pasando inoportunamente al lado de Kaido, quien lo agarró y preguntó por su reacción.
—Él ya viene, ¡ya viene! —advirtió— ¡Colmillo de sable Shinzo!
O el hombre se zafó de las garras del pez, o es que Kaido no lo quería retener más tiempo. No lo entendía, al igual que no entendía quién era ese tal Shinzo y por qué estaban todos tan atemorizados por esa noticia. Estaba más perdida que una pelota de tenis en un limonero, aunque nunca había jugado al tenis con anterioridad...
—¿Pero qué se ha fumado esta gente?
-Pero... ¿Las calabazas se fuman? Porque aquí solo hay calabazas... No creo que puedan fumar otra cosa... ¿Acaso es malo? - Preguntó con aire inocente, tapándose la boca ante tan semejante estupidez. Negó rápidamente con la cabeza y compuso una cara más seria dentro de la multitud de expresiones faciales que la huérfana tenía. -¿Deberíamos... Investigar? No por nada somos ninjas, y si la gente necesita ayuda... - Sugirió, girando su cabeza hacia su compañero de villa y luego volviendo a mirar al experimento de Ame.
Sus mejillas se fueron deshinchando como si de pequeños globos se tratasen mientras se coloreaban de un tono rosado y se comenzó a acariciar el flequillo con el dedo pulgar y el índice, ocultándose todavía más de las miradas de ambos. Ese chico comenzaba a gustarle y no sabía como tomárselo, incluso le empezaba a gustar Samekichi, ¡y eso era mucho decir! Estúpida gente. Kaido asintió y le dio la razón al Sasagani. Y colorín colorado, este cuento no se había acabado porque todavía quedaba encontrar la endiablada calabaza que necesitaba Yoko para seguramente un pastel que sabría a zanahoria. ¿Lógica? Ni la busquéis, porque no la hallaréis.
Dejó caer su mano al lado de su cuerpo y en pocos segundos ya se encontraba junto al intento de tiburón entre la cosecha anaranjada.
Acuclillada y fija en lo que quería hacer, no se percató de que uno de los trabajadores dejaba su trabajo y salía corriendo hacia justamente la dirección opuesta, presa del pánico, pasando inoportunamente al lado de Kaido, quien lo agarró y preguntó por su reacción.
—Él ya viene, ¡ya viene! —advirtió— ¡Colmillo de sable Shinzo!
O el hombre se zafó de las garras del pez, o es que Kaido no lo quería retener más tiempo. No lo entendía, al igual que no entendía quién era ese tal Shinzo y por qué estaban todos tan atemorizados por esa noticia. Estaba más perdida que una pelota de tenis en un limonero, aunque nunca había jugado al tenis con anterioridad...
—¿Pero qué se ha fumado esta gente?
-Pero... ¿Las calabazas se fuman? Porque aquí solo hay calabazas... No creo que puedan fumar otra cosa... ¿Acaso es malo? - Preguntó con aire inocente, tapándose la boca ante tan semejante estupidez. Negó rápidamente con la cabeza y compuso una cara más seria dentro de la multitud de expresiones faciales que la huérfana tenía. -¿Deberíamos... Investigar? No por nada somos ninjas, y si la gente necesita ayuda... - Sugirió, girando su cabeza hacia su compañero de villa y luego volviendo a mirar al experimento de Ame.