Riko no pudo evitar una carcajada, por mas que intentaba disimularla. No era para menos, semejante manera de romper el hielo era realmente curiosa, curiosa cuanto menos. No había escatimado en gesticular, o en poner caretos realmente cómicos. Sin duda, se había currado la explicación con ese propósito logrado, hacerlo reír.
Sin embargo, seguía observándola como a un espécimen de laboratorio. Quizás por lo del pájaro gordo, a saber.
Cuando habló, aclaró rápidamente la duda. No era por nada en especial, solo tenía curiosidad por ese extraordinario fenómeno natural que sacudía Amegakure. Negar que llovía durante todos los días del año era como decir que una araña no te picará si no te mueves; las muy majas no son como los dinosaurios, no se guían por que te muevas o no te muevas.
—Bueno, desde que tengo consciencia no he vivido un solo día de sol en Amegakure. No se si será verdad eso de que llueve siempre, pero lleva una rachita de mas de diez años seguro.—
Lo siguiente fue la fugaz aparición del camarero, hecho que realmente no pasó por alto Riko. Justificó que éste no había venido a causa de todo el bullicio que había en el bar, y ciertamente estaba en lo correcto. No iba a caer en la desesperación, tarde o temprano les atenderían.
—Si, supongo que tienes razón.— Admitió.
Volvió la mirada hacia la carta, y quedó por un instante en silencio.
—Bueno, ¿y qué me puedes contar de ti? ¿De donde es el símbolo ese que llevas en la bandana? ¿También eres genin no?—
Para cuando menos lo esperaban, el chico que atendía las mesas se acercó hasta la posición de los genin. Se plantó al lado de la chica, detalle que seguramente pasaría desapercibido, y se atrevió a interrumpir la conversación. Quizás no a propósito, era obvio que debía darse prisa haciendo eso, pues de lo contrario no daría abasto.
—Disculpad, ¿pero tenéis pensado que vais a tomar?—
Al menos no pecaba por descortés.
—Bueno, si. Yo quiero un batido de fruta salvaje con nata.— Contestó apresuradamente.
Al fin, ahora solo faltaba esperar a que lo trajesen, bueno, y que Riko pidiese también.
Sin embargo, seguía observándola como a un espécimen de laboratorio. Quizás por lo del pájaro gordo, a saber.
Cuando habló, aclaró rápidamente la duda. No era por nada en especial, solo tenía curiosidad por ese extraordinario fenómeno natural que sacudía Amegakure. Negar que llovía durante todos los días del año era como decir que una araña no te picará si no te mueves; las muy majas no son como los dinosaurios, no se guían por que te muevas o no te muevas.
—Bueno, desde que tengo consciencia no he vivido un solo día de sol en Amegakure. No se si será verdad eso de que llueve siempre, pero lleva una rachita de mas de diez años seguro.—
Lo siguiente fue la fugaz aparición del camarero, hecho que realmente no pasó por alto Riko. Justificó que éste no había venido a causa de todo el bullicio que había en el bar, y ciertamente estaba en lo correcto. No iba a caer en la desesperación, tarde o temprano les atenderían.
—Si, supongo que tienes razón.— Admitió.
Volvió la mirada hacia la carta, y quedó por un instante en silencio.
—Bueno, ¿y qué me puedes contar de ti? ¿De donde es el símbolo ese que llevas en la bandana? ¿También eres genin no?—
Para cuando menos lo esperaban, el chico que atendía las mesas se acercó hasta la posición de los genin. Se plantó al lado de la chica, detalle que seguramente pasaría desapercibido, y se atrevió a interrumpir la conversación. Quizás no a propósito, era obvio que debía darse prisa haciendo eso, pues de lo contrario no daría abasto.
—Disculpad, ¿pero tenéis pensado que vais a tomar?—
Al menos no pecaba por descortés.
—Bueno, si. Yo quiero un batido de fruta salvaje con nata.— Contestó apresuradamente.
Al fin, ahora solo faltaba esperar a que lo trajesen, bueno, y que Riko pidiese también.